El conocido Gran Cañón del Colorado se ha transformado en campo de batalla de la lucha contra las tóxicas minas de uranio. El año pasado, una empresa llamada Energy Fuels Resources recibió una autorización federal para reabrir una mina ubicada a seis millas de la concurrida entrada del extremo sur del Gran Cañón. Una coalición de indígenas y grupos ambientalistas protestaron y afirman que las minas de uranio podrían agotar los escasos recursos hídricos y plantear graves problemas de salud. Las tierras de la tribu Diné (de la nación navajo) están plagadas de minas de uranio abandonadas.
Fuente: Democracy Now
Desde 1944 hasta 1986, se extrajeron 3,9 millones de toneladas de mineral de uranio de las montañas y las llanuras de la región. Más de 1.000 minas cerraron, pero las empresas de minería nunca desecharon adecuadamente las pilas de desechos radiactivos, lo que condujo a un aumento desmedido de índices de cáncer y otros problemas de salud.
Emitimos nuestro programa desde Flagstaff, Arizona, donde hablamos con Taylor McKinnon, director de energía de la organización Grand Canyon Trust, y con Klee Benally, activista y músico de la tribu Diné. “Es realmente un lento genocidio, no solo de los indígenas de esta región; se estima que viven más de 10 millones de personas dentro de las 50 millas de las minas de uranio abandonadas”, afirma Benally.
Benally también describe la lucha para preservar San Francisco Peaks, una zona considerada sagrada por trece tribus indígenas, donde el emprendimiento de ski Snowbowl utiliza aguas residuales tratadas para hacer nieve.