La época de destrucción masiva del medio que habitamos debe ser desechada. No debemos permitir unas nuevas Médulas de la época romana, ni minas de Riotinto del XIX, ni Aznalcóllar del siglo XX. El que escribe estas líneas no es experto ni en explotación de minas ni en medio ambiente. Pero considero que poseo tres cualidades que tienen el 99% de todos los cacereños: sentido común, capacidad de pensar y reflexión crítica.
Por José Diego Santos publicado en Hoy
Una mina a cielo abierto requiere de forma inexcusable movimientos gigantescos de materiales sólidos: tierras, rocas, etc. Esos materiales, es elemental, hay que trasladarlos de lugar para poder obtener el mineral.
Los datos iniciales de la empresa explotadora fueron que se necesitaría hacer un hueco de unos 1200 metros de diámetro (es decir, un kilómetro y 200 metros) y una profundidad de entre 300 y 500 metros. Es decir, que desde el centro de la circunferencia, se extendería el hueco unos 500 metros al norte, sur, este y oeste. Recordemos que al centro de Cáceres hay 2 kilómetros, y a otros lugares claves de la ciudad, como el futuro hospital o el centro de mínima invasión, poco más de uno. A estas distancias habría que restarle los 500 metros de radio del agujero. Ahora, los ejes se han reducido a 700×400 y la profundidad a 200 ó 300, según la empresa.
Nos da igual 100 metros más o menos. Lo cierto es que la explotación estaría al lado de nuestras casas. ¿Cuántos millones de toneladas de tierra hay que remover y transportar? Muchos podríamos calcularlo, pero muchos millones de toneladas serían trasladados a otro lugar, creando una nueva montaña que no sería verde, durante muchos, muchos años, como la destruida, sino inerte.
Lo descrito es objetivo, no ficción.
¿Cuántas gigantescas máquinas excavadoras se necesitarían para remover esas ingentes cantidades de tierra?: muchas decenas, es evidente.
¿Cuántos enormes camiones serían necesarios cargar y descargar durante 365 días, durante 24 años, según afirman, para trasladar ese material? Muchos centenares, sin duda.
La distancia a la ciudad, como ya hemos señalado, es de unos dos kilómetros, pero a algunos barrios poco más de uno y a algunas instituciones muy sensibles, menos de uno: Hospital nuevo, Centro de Mínima Invasión, Centro Geriátrico, tratamiento de aguas, oficinas de agricultura, algunas facultades universitarias.
¿Algún técnico especialista en minas al aire libre puede asegurar que las vibraciones producidas no van a perjudicar a instrumentos sensibles del Hospital, del Centro de Mínima Invasión y de laboratorios de algunas facultades universitarias y en caso de que se produzcan, asumir responsabilidades?
No voy a referirme a si los polvos generados por ese ingente movimiento de tierras son técnicamente tóxicos. Pero sí afirmo, porque es elemental, que se generarían inmensas cantidades de polvo que podrían invadir la ciudad cuando los vientos del este-sureste, frecuentes en verano, se produjeran. ¿Se imaginan el mes de julio y agosto, con 45º en Cáceres y una nube de polvo sobre nuestras cabezas? ¿Algún técnico especialista en minas al aire libre puede asegurar que nubes de polvo no vayan a invadir la ciudad y, en caso contrario, asumir responsabilidades?
Mientras no haya respuesta a esta pregunta seguiré con mi sentido común. El polvo se depositaría en nuestras calles y plazas, en nuestros balcones y terrazas. La vida en la ciudad de Cáceres sería, por decirlo suave, poco placentera.
¿Cuántos viajeros se decidirían a visitar Cáceres, Patrimonio de la Humanidad? ¿Y el ruido de las máquinas y de las explosiones? A 300 metros de profundidad no sólo habrá tierra, habrá duras rocas que hay que destruir a base de potentes explosiones.
¿Algún técnico especialista en minas al aire libre puede asegurar que no podrían sufrir daños edificios singulares de nuestro rico patrimonio histórico y, en caso contrario, asumir responsabilidades?
Y casi nadie habla de las más de 200 viviendas que hay diseminadas por el entorno, algunas centenarias, otras de 50 años y algunas más recientes. Unas son segundas viviendas, pero otras son primera y única vivienda, que con sacrificio han hecho sus legítimos propietarios. Nadie se ha dignado a hablar con ellos: ni la empresa explotadora ni las instituciones. ¡Gran sentido de respeto y humanidad! ¿Verdad? Sin duda, un digno y respetuoso comienzo.
¿Beneficios económicos, mano de obra? ¿Cuántas máquinas y camiones de las que se necesitan para esa explotación hay en Cáceres y Extremadura? Mano de obra, mínima en una explotación a cielo abierto. Mucha más si se explotara en filones subterráneos; esta información sí ha sido recabada de especialistas. ¿Por qué utilizan el sistema de cielo abierto? Porque es infinitamente más barato, claro.
¿Quiénes recibirían el gran beneficio? Primero, la empresa explotadora y, en segundo lugar, las fábricas de baterías de todo tipo que utilizan el litio, de las que no existe ninguna en Extremadura y, que yo sepa, tampoco en España.
Señor Cayetano Polo, líder de Ciudadanos, ¿cree que es necesario ir a Madrid a recabar información científica al Colegio de Ingenieros de Minas, para descubrir científicamente que las consecuencias son perversas con los actuales parámetros? Amigo mío, sólo basta con un poco de sentido común, y casi todos lo poseemos. La época de destrucción masiva del medio que habitamos debe ser desechada. No debemos permitir unas nuevas Médulas de la época romana, ni minas de Riotinto del XIX, ni Aznalcóllar del siglo XX.
En Cáceres se han explotado minas de forma racional: las minas de Aldea Moret y en el Valle de Valdeflores, que no de ‘Valdeflorez’, donde ahora se quiere destruir, no solo un espacio natural protegido, sino indirectamente una ciudad de 100.000 habitantes, Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué dirían de nosotros nuestros antepasados, que supieron crear la joya de la Ciudad Monumental?
Por su memoria, luchemos por conservar lo que nos han legado y busquemos un desarrollo, que existe, sostenible y que genere riqueza de futuro para los ciudadanos y no solo para unos desaprensivos que vienen, se van y si te he visto no me acuerdo.