El bajo costo y la extendida aplicación de la lixiviación de cúmulos, la carrera por nuevos yacimientos y la flexibilidad general de la Ley Minera y de los responsables gubernamentales, dan lugar a una peligrosa sinergia. Centenares de regiones silvestres y rutas de paso de la vida silvestre son vulnerables a la minería de oro a cielo abierto, gracias a la lixiviación con cianuro.

Mientras parte de este auge se atribuye al engrandecimiento o a la reapertura de antiguas minas, en gran parte es resultado de una impresionante revolución tecnológica: la aplicación al mineral de oro de una antigua técnica minera llamada “lixiviación de cúmulo”, en la cual se rocía una solución de cianuro sobre vastos cúmulos de mineral expuestos al aire libre a fin de extraer el oro. Pero hay un lado de la lixiviación de cúmulo que no brilla: sus impactos ambientales.

Por Philip M. Hocker *

El Oro y El Cianuro

La minería de oro siempre requiere la extracción del oro mismo de una masa mucho más grande de mineral rocoso. Cuando el oro aparece en granos bastante gruesos en un cauce de grava, el proceso de “lavado en batea” hace posible extraerlo por medio de la gravedad. Cuando el oro procede de fuentes más rocosas (mineral más pobre), hacen falta métodos más sofisticados.

La mayoría de las minas más profundas explotadas en los Estados Unidos durante las fiebres del oro del siglo XIX se valieron de la amalgamación con mercurio para concentrar el oro en polvo después de triturar el cuarzo en un molino. Aún hoy en día, los residuos de la amalgamación con mercurio están presentes en el ambiente, contaminando muchos arroyos, tanto en las montañas Apalaches como en el Oeste.

Además de los daños ambientales, el proceso con mercurio era ineficiente. Una típica recuperación del oro de la mina era de un 60%. Los inventores buscaron otro método, y en Escocia, en 1887, fue desarrollado un proceso que utilizó por primera vez el cianuro; fue empleado inmediatamente en los nuevos campos auríferos de Witwatersrand en Sudáfrica. Con la mayor eficiencia de la extracción con cianuro, más de 97% en los molinos, resultó rentable explotar minerales de mucho más baja ley.

Exquisitamente tóxico

Pero el cianuro se conoce mejor por ser un veneno extremadamente tóxico que por su impacto en la historia económica de la minería de oro en Sudáfrica, y con razón. El cianuro de sodio es “uno de los venenos letales de más rápida acción y es bien conocido por el público por desastres tales como el suicidio colectivo de Jonestown y las muertes provocadas por el Tylenol contaminado con cianuro.” En una dosis letal, que para los seres humanos puede ser tan pequeña como una cucharada de solución de 2% cianuro, los síntomas se manifiestan en segundos. Pronto sigue la muerte.

Sin embargo, los mineros afirman que no constan casos de ninguna muerte de un ser humano a causa de un accidente con cianuro, que el cianuro se descompone rápidamente en el medio, y que el cianuro es un componente natural de muchos procesos biológicos. Por qué agitarse tanto?
Y tienen razón. No obstante, el asunto es más complicado. En primer lugar, el término general, “cianuro”, se refiere a varios compuestos. Todos tienen el ion fundamental CN- en común, lo que es el carbón combinado con el nitrógeno, pero aparte de esta similitud las diferentes combinaciones tienen propiedades que varían ampliamente. La mayoría de la atención pública y reguladora se dirige al gas extremadamente tóxico de cianuro de hidrógeno y el compuesto simple NaCN, el cianuro de sodio, la forma utilizada en la minería como sólido o como solución líquida.

A diferencia de muchos otros químicos que son dañinos para el medio ambiente, no se conoce que el cianuro se bioacumule – es decir, no se acumula en los tejidos animales – . Por lo general no se considera que cause mutaciones ni que sea un agente cancerígeno, aunque hacen falta más investigaciones sobre el tema. La mayoría del cianuro ingerido – algunos alimentos comunes contienen pequeñas cantidades – se descompone naturalmente. Sólo es mortífero cuando se consume una dosis letal de una vez; entonces bloquea el transporte del oxígeno a través de las paredes celulares. En efecto, la víctima se asfixia a pesar de tener sangre totalmente oxigenada; el sistema nervioso central es el primer órgano que sucumbe.

En el ambiente natural, la mayoría de la descomposición del cianuro es inocua: se descompone al estar expuesto a la luz del sol o a condiciones de pH neutral. Sin embargo, hay evidencias sustanciales de que el cianuro persiste en las aguas freáticas, en las colas o en los cúmulos de lixiviación abandonados, particularmente donde se mantienen las condiciones alcalinas.

Dado el mecanismo químico de su toxicidad, no es de extrañar que los peces sean particularmente sensibles al cianuro en soluciones líquidas. Las concentraciones de cianuro de hidrógeno que superan 0,1 miligramos por litro pueden ser letales a especies sensibles de peces, y se ha demostrado que concentraciones equivalentes a una ventiava parte de ese nivel inhiben la reproducción de los peces. Los criterios establecidos en 1980 por la Environmental Protection Agency (Oficina para la Protección del Medio Ambiente de los EE.UU, EPA por sus siglas en inglés) para la vida acuática de agua dulce con respecto al cianuro libre, permiten un máximo de 3,5 microgramos por litro por un promedio de 24 horas, con un límite de 52 microgramos por litro en todo momento.

Tanto la atención pública como la respuesta de la industria minera se han enfocado en el espectro de muertes de seres humanos por el cianuro. Se ha considerado que sus efectos de salud a largo plazo son menores en comparación con la amenaza de una muerte inmediata, y son por lo tanto ignorados. Empero, hay buenos motivos para sospechar que un compuesto tan agresivo como el cianuro en dosis letales, también tiene efectos serios de salud en condiciones de una exposición crónica de bajos niveles a largo plazo. Se han observado correlaciones entre la absorción crónica de bajos niveles y enfermedades específicas en los humanos, y experimentos con animales han demostrado daños progresivos a los tejidos, tales como los del sistema nervioso.

Y hay mucho que simplemente todavía se desconoce sobre el cianuro y sus efectos. Ya hemos visto el alto precio de esta ignorancia: “Hay muy poca información sobre las interacciones entre el cianuro y las aves,” informó un estudio comprensivo en 1978.

Trágicamente, desde entonces, ha surgido mucha evidencia empírica. Miles de aves han muerto como consecuencia de ingerir el agua de lagunas abiertas de cianuro en los sitios mineros, ya que como aprendimos después, los aves son altamente sensibles al cianuro.

Lixiviación de cúmulos

Por siglos, los mineros han buscado maneras de extraer el metal de los minerales sin tener que excavar el mineral del suelo, molerlo hasta convertirlo en un polvo fino y tratarlo en instalaciones caras dentro de un molino.

Llevando este sueño hasta sus límites, esta ambición dio lugar a la minería “in situ”, en la cual se inyecta al mineral una solución química a través de pozos perforados en la tierra, para extraerla por medio de bombas de los pozos de extracción perforados en el mineral a cierta distancia. Este proceso depende de que el mineral sea naturalmente poroso, o que sea fracturado en el lugar por explosiones de dinamita.

Se ha tratado de aplicar tal proceso (recuperación del oro por inyección de cianuro) en Colorado, pero no es de uso comercial. La US Bureau of Mines (Oficina de Minas de los EE.UU.) sugiere que sería conveniente intentarlo; se hacen la vista gorda de las posibles amenazas de una contaminación masiva de las aguas freáticas.

Desde el punto de vista de los mineros, la mejor alternativa que le sigue a la minería in situ es el amontonamiento del mineral en grandes cúmulos y su aspersión con una solución que extraiga el metal. Trasladar un líquido que contiene el metal es más económico que mover masas de mineral, y se puede extraer el metal a fin de producir un producto de alta calidad. Esta técnica, conocida como “lixiviación en depósito” ha sido utilizada en la minería de cobre desde su inicio en el área del río Tinto en España cerca de 1750. Para el caso del cobre, el ácido sulfúrico es el químico común de lixiviación. Esto trae su propio conjunto de peligros ambientales…pero eso es otro cuento.

En 1969, la US Bureau of Mines (Oficina de Minas de los Estados Unidos) propuso el sistema de remojo con cianuro al aire libre como un método económico de tratar grandes volúmenes de minerales de oro de baja ley. La sugerencia llegó en un buen momento. Los costos crecientes de mano de obra hicieron que las minas a cielo abierto fueron más competitivas que las minas subterráneas que requerían grandes cantidades de mano de obra, y se hicieron nuevos descubrimientos de grandes volúmenes de mineral de oro de baja ley. Los bajos costos y la capacidad de procesar cantidades inmensas de material que caracterizaban la nueva técnica, conocida después como “lixiviación de cúmulos”, llamó la atención inmediatamente. Su uso se ha acelerado en la medida en que se ha desarrollado la capacidad de manejar esta nueva tecnología.

Empezando de cero a comienzos de los años 70, la lixiviación de cúmulos llegó a ser una industria que trató casi 4 millones de toneladas en 1980 – una tercera parte de todo el oro procesado en el país- . Para 1987 la tasa anual aumentó a 65 millones de toneladas. La lixiviación en cubo (también con el uso de cianuro) se había triplicado en esos 7 años, pero la lixiviación de cúmulos aumentó por 16. La tasa de crecimiento sigue en aumento.

Aun así, para tener una perspectiva, la lixiviación de cúmulos y en depósitos de mineral en la industria de cobre utiliza muchas veces más mineral que la industria aurífera y está creciendo rápidamente, aunque no tan explosivamente como en el caso del oro. (Un “cúmulo” es mineral amontonado sobre un forro (geomembrana) impermeable – o que supuestamente es impermeable – ; un depósito es simplemente mineral colocado sobre la superficie de la tierra.)

Los niveles de concentración de cianuro usado en la lixiviación con cianuro son bastante bajos: de un 0,015% a un 0,25% de cianuro de sodio en relación a su peso en la solución. Es una creencia común en la industria minera que las soluciones no presentan un verdadero peligro. De hecho, a los gerentes de las minas que realizan la lixiviación de cúmulos les gusta decir a los visitantes que podrían tomarse el agua de las lagunas de solución sin sufrir mayores efectos. No obstante, simples cálculos demuestran que, de hecho, menos de un cuarto de la solución de lixiviación de baja concentración contiene una dosis letal.

La rapidez de la expansión de la minería de oro en los años 80, y de la creciente exposición del ambiente a riesgos desconocidos, se puede apreciar en función de los aumentos en el uso del cianuro de sodio: el consumo norteamericano de cianuro – principalmente en la industria minera – se ha incrementado de 142 millones de libras (63.9 millones de kilogramos) en 1988 a 215 millones (96.75 millones de kilogramos) en 1989, un aumento de un 51% en un sólo año. Se calcula que la demanda norteamericana en 1990 será de 254 millones de libras (114.3 millones de kilogramos). Recientemente, DuPont reconoció que la demanda mundial excederá la capacidad de producción de vez en cuando en los próximos 5 años, a pesar del hecho de que desde 1986 la capacidad manufacturera se ha triplicado.

Problemas

Ya que el cianuro es tan notoriamente tóxico, la industria minera está acostumbrada a tomar medidas preventivas. Cualquier discusión sobre el cianuro tiene que desembocar en el hecho de que no hay ningún caso reportado de una muerte humana provocada por envenenamiento accidental con cianuro en la industria minera. Este es un récord impresionante, y da crédito al cuidado y a la capacitación de muchos usuarios y fabricantes, particularmente de DuPont.

Sin embargo, limitar nuestra preocupación sobre el cianuro a las fatalidades humanas es caer víctima a lo que un bioquímico denomina la teoría de toxicología de “cadáveres en la calle”: la actitud de que mientras no se vean cadáveres, todo está bien. A pesar de la ausencia de cadáveres humanos, hay indicios de que no todo está bien.

La evidencia más dramática ha sido la muerte de aves por envenenamiento con cianuro en los sitios mineros. Se han reportado miles de muertes de aves acuáticas por envenenamiento con cianuro; se supone que se han ocultado más muertes, pero es posible que nunca lo sepamos. Aún más preocupante es el número desconocido de aves enfermas que han logrado volar de las lagunas envenenadas, sólo para morir en otro sitio.
La industria minera ha intentado reducir el número de víctimas, principalmente tratando de ahuyentar a las aves de las lagunas usando banderas y matracas, y respondiendo con ira que las muertes de aves acuáticas se han reducido a números insignificantes. No obstante, las discusiones con funcionarios del Departamento de Vida Silvestre (de los Estados Unidos) indican que la cooperación es todavía limitada y a regañadientes. El Estado de Nevada ha adoptado un Memorandum que sólo exige que las lagunas de soluciones tóxicas “tengan una cobertura de manera que se evite, o por lo menos se inhiba, el acceso de las aves,” y que las lagunas “sean hechas en forma no atractiva para la vida silvestre.”

La flexibilidad de esta política de la agencia de vida silvestre del Estado de Nevada puede ser consecuencia de que en realidad fue elaborada por la Asociación Minera de Nevada. Los fiscales de las tierras federales, con una flexibilidad semejante, sistemáticamente fallan en notificar a las agencias de vida silvestre acerca de las propuestas para la apertura de minas nuevas, lo que impide planificar medidas preventivas.

Hay otras amenazas más sutiles del uso generalizado del cianuro, además de la muerte de aves y otras formas de vida silvestre. Numerosos escapes en los forros colocados por debajo de los cúmulos han sido reportados. En varios casos, los escapes han ocasionado la contaminación de fuentes de agua potable. Pero probablemente hay muchos escapes más que continuamente inyectan una solución de cianuro hacia, y en, las aguas freáticas, y que pasan desapercibidos.

Una capa de material impermeable es colocada por debajo de cada cúmulo de mineral de oro, para asegurarse de que la solución de cianuro que contiene el oro acabe en el equipo de tratamiento, y no en el suelo. A fin y al cabo, la recuperación del oro es la meta de la operación. Sin embargo, mientras que hay un incentivo para recuperar la solución, hay otro incentivo para minimizar el costo del forro. “Atajos” en la construcción del forro ahorran dinero en el corto plazo. “Muchos forros de las plataformas son perforados durante la construcción del cúmulo,” hace ver un artículo de la industria. Las primeras operaciones de lixiviación de cúmulos solían utilizar forros de arcilla, los cuales, en la práctica, son extremadamente difíciles de mantener sin que tengan escapes.

Hoy en día, membranas sintéticas son comúnmente utilizadas como forros, normalmente de un polietileno de alta densidad. Sin embargo, ya que los cúmulos de mineral a ser lixiviados se acumulan progresivamente para alcanzar hasta 150 pies (45.45 metros) de altura, muchos forros pueden fallar debido al asentamiento progresivo y al rompimiento provocado por el peso masivo del material sobre la delgada geomembrana.

Se han realizado muy pocos estudios prácticos sobre el comportamiento de las geomembranas bajo estas circunstancias. En la lixiviación del cobre, a veces se valen de “depósitos”, cúmulos que simplemente se colocan en el suelo sin forro. Cuando se ha recomendado la colocación de forros por debajo de los depósitos de mineral de cobre para proteger las aguas freáticas, la respuesta de la industria ha sido que: “…no ha sido demostrado que (los forros) sean viables para operaciones que cubren centenares de hectáreas y que contienen millones de toneladas de mineral. El tamaño masivo de tales operaciones puede redundar en fuerzas cortantes que destruirían la integridad del forro.” Si no se puede confiar en los forros por debajo de los depósitos de mineral de cobre, por qué, entonces, debemos confiar en los forros colocados por debajo de los cúmulos de mineral de oro que son de un tamaño comparable?

El cianuro puede derramarse de otras maneras más sencillas. En una operación minera a pequeña escala, un barril de químicos puede ser vertido a un riachuelo. Un operador descuidado puede pasar por alto una válvula mal ajustada en el complejo circuito de tuberías de un sitio grande de lixiviación y no darse cuenta hasta que decenas de litros de cianuro se hayan filtrado al suelo. Fuertes lluvias pueden rebalsar el sistema de lagunas y tuberías y arrastrar soluciones tóxicas río abajo. Se han registrado ejemplos de todos estos tipos de incidentes.

Para prevenir de una manera segura los daños ambientales, una mina y una planta de lixiviación de cúmulos tendría que preocuparse, por lo menos, de lo siguiente:

-El manejo de precipitaciones (lluvias), para evitar que el flujo de aguas pluviales en el sistema de lixiviación con cianuro provoque desbordes de la solución de lixiviación hacia los ríos y las aguas freáticas.

-Un control de las aguas superficiales para desviar, permanentemente, las corrientes de agua y los efluentes alrededor del área minera, y prevenir que los sedimentos lleguen a los ríos.

-Un sistema de monitoreo de escapes por debajo de la plataforma de lixiviación y en el sistema entero de tuberías. Se debe exigir un forro sintético doble sobre un sustrato de arcilla especialmente diseñado, con monoriteo de escapes entre cada uno de los tres forros. El sistema debe ser cerrado una vez que se detecte un escape en el primer forro, hasta que esté reparado.

-Un diseño seguro contra fallas en el sistema entero del proceso, para que cualquier derrame causado por errores del operario puede ser contenido.

-El establecimiento de pozos de monitoreo en las aguas freáticas, con pruebas frecuentes. Se deben establecer varios pozos en elevaciones más bajas con por lo menos un pozo que sirva de patrón en elevaciones más altas.

-La protección de la vida silvestre, incluyendo medidas absolutas de prevención física de cualquier acceso de vida silvestre a las lagunas de solución de cianuro o a las de colas (desechos), donde las concentraciones excedan la norma estatal de calidad de agua.

-El saneamiento y la reconstrucción ecológica del sitio, con medidas para prevenir el drenaje ácido y la lixiviación de metales tóxicos de los cúmulos abandonados de desechos mineros y de los cúmulos lixiviados. Puede que esto requiera controles de escorrentía, el tratamiento de los lixiviados de los desechos, o el encapsulamiento de los cúmulos de desechos con capas impermeables de arcilla.

Un programa de monitoreo de largo plazo debe ser un requisito para todos los sitios mineros al terminar las operaciones y cerrar la mina. Esto debe incluir pruebas de las aguas superficiales y subterráneas, y un plan para la acción correctiva si se da un drenaje ácido o tóxico.

Fondos de garantía para que estas medidas puedan ser implementadas deben ser requeridos antes de que se permita el inicio de una operación minera, para que los contribuyentes no tengan que soportar la carga de los costos de saneamiento después de que el brillo de la operación se empañe.

Mas allá del Cianuro

Los impactos mencionados en este artículo son solamente los impactos inmediatos de la minería de oro por lixiviación con cianuro.

Los problemas a largo plazo derivados de la lixiviación de metales pesados de los cúmulos de desechos de las operaciones que utilizan la extracción por lixiviación con cianuro probablemente exceden el impacto directo del cianuro en sí.

El bajo costo y la extendida aplicación de la lixiviación de cúmulos, la carrera por nuevos yacimientos y la flexibilidad general de la Ley Minera y de los responsables gubernamentales, dan lugar a una peligrosa sinergia. Centenares de regiones silvestres y rutas de paso de la vida silvestre son vulnerables a la minería de oro a cielo abierto, gracias a la lixiviación con cianuro.

Pero no son directamente las fallas de la tecnología de extracción con cianuro ni el cianuro en sí a quienes hay que culpar. Es preferible culpar a una serie de leyes y a una serie de mentalidades que permiten a las casualidades de la geología decidir si un área será explotada o no, en vez de utilizar un proceso inteligente de planeamiento de actividades múltiples que permitan sopesar su valor en relación al de los minerales que se pretenden explotar.

El Veredicto

¿Es injustificado en parte el temor hacia el uso del cianuro en la minería? Sí, técnicamente, lo es.

¿Tenemos el conocimiento necesario para aceptar los riesgos que actualmente estamos corriendo con el uso de este veneno agresivo? No, en definitiva no.

¿Están actuando responsablemente y con firmeza los órganos gubernamentales de quienes dependemos para controlar los riesgos?No, tristemente no lo están. Los requisitos de diseño son inadecuados, la inspección de la dirección correspondiente es mínima, la aplicación de la ley y las multas no son más que palabras. Ya que los derrames han ocurrido básicamente en sitio remotos, ya que las víctimas no han sido humanas, es que no hemos tomado plena conciencia de este problema. Estamos rociando por todo el medio ambiente decenas de miles de toneladas de uno de los venenos más peligrosos conocidos por la humanidad. Habrán más muertes si no se emplea un control estricto sobre este programa, y las muertes no serán solamente de aves y animales.Los fabricantes de cianuro, los usuarios y los órganos reguladores necesitan adoptar una actitud de: “Sí, tenemos un problema; así lo vamos a resolver; venga para que veamos.” Pero en muchos casos, la respuesta es, “No hay ningún problema. Váyase.” Obscenidad suprimida. Esa actitud no va a tranquilizar a la opinión pública, y cuando los derrames ocurran, la reacción será amarga. El asunto no debería llegar a ese punto. No es necesario. Pero me temo que así terminará.-

Nota:

Tomado de: Materiales Educativos del Mineral Policy Center (Centro de Policía Mineral),Otoño 1989, pp.6-11. Traducción libre hecha por la Asociación Ecologista Costarricense-Amigos de la Tierra Costa Rica. Los párrafos en negrita han sido resaltados por el editor del artículo
Este artículo es fruto de las investigaciones del Mineral Policy Center en Washington y en varios sitios mineros, realizados a lo largo de los últimos 18 meses. Les agradecemos a Frederick W. de Vries, de E.I. duPont de Nemours & Company, Susan van Kirk, Jim Jensen de MEIC, Dr. Glenn Miller, Steve Botts de Newmont, varios funcionarios de agencias anónimas y al personal del Congreso por su asistencia y fuentes de datos. En particular queremos agradecerle al representante George Miller por sus esfuerzos en un intento de reducir el número de muertes de aves migratorias. Las opiniones manifestadas en este artículo son las del autor, y al expresar mi agradecimiento a estos amigos no es mi intención implicar que ellos estén de acuerdo con las mismas.