El punto nodal del desconocimiento de la identidad de las misteriosas sustancias químicas del fracking fue elucidado por un reporte del Comité de Energía y Comercio del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El comité fustiga que gran parte de las sustancias químicas “pueden ocasionar un riesgo severo a la salud de los humanos o al medio ambiente”. Las trasnacionales petroleras/gaseras usan productos en el fracking que “contienen 29 sustancias químicas con tres características: 1) son conocidas como carcinógenos humanos; 2) están reguladas bajo la Enmienda del Agua Potable Segura (SDWA, por sus siglas en inglés) debido a sus riesgos a la salud humana, y 3) están enlistadas como contaminantes de la atmósfera bajo la Enmienda del Aire Puro”.
Fuente: Noticias-ambientales-internacionales.blogspot.com.ar
Todo el complejo industrial petrolero/gasero de Estados Unidos se ha volcado en una colosal promoción publicitaria sobre los supuestos efectos benéficos del fracking, susceptible de convertir a ese país en la “nueva Arabia Saudita energética del siglo XXI”.
La reciente publicación bimestral de Foreign Affairs (mayo/junio 2014), portavoz del muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), adopta sin tapujos al polémico fracking como la nueva arma letal energética/geoestratégica de Estados Unidos.
La crítica al tóxico fracking –fracturación hidráulica para extraer grandes cantidades de shale gas (esquisto/lutitas/grisú/pizarra) con inyección masiva de agua y de sustancias químicas secretas– ha provenido primordialmente del sector científico (geólogos, sismólogos, químicos, etcétera), la cual ha quedado confinada al ámbito académico de sus insignes publicaciones, desde la revista Science hasta Proceedings of the National Academy of Sciences , que pecan por carecer de una adecuada difusión en los multimedia controlados por los plutocráticos intereses petroleros/gaseros de Estados Unidos.
La crítica al ominoso fracking ha abarcado la producción de sismos –que niega absurdamente la entreguista Comisión Nacional (sic) de Hidrocarburos del “México neoliberal itamita” controlado por Estados Unidos–, el agotamiento y la contaminación del agua (en medio de la peor sequía de Estados Unidos en los recientes 100 años) y la exacerbación del calentamiento global por la masiva emisión de metano.
Sólo falta(ba) la identificación de la “secreta” centena de sustancias químicas inyectadas con el agua.
Con un retardo de tres años permea desde la cúpula del Congreso de Estados Unidos el primer reporte sobre un inventario nacional de sustancias químicas usadas por las empresas del fracking.
El punto nodal del desconocimiento de la identidad de las misteriosas sustancias químicas del fracking fue elucidado por un reporte del Comité de Energía y Comercio del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
El comité de marras coloca en la picota la “seguridad (¡supersic!) del fracking”, combinada con el secreto (¡supersic!) sobre las sustancias químicas usadas con los fluidos: “entre 2005 y 2009, las 14 principales empresas de fracking de Estados Unidos usaron más de 2 mil 500 productos que contenían 750 compuestos, de los cuales más de 650 contenían químicos conocidos como carcinógenos (¡supersic!) humanos o enlistados como peligrosos contaminantes de la atmósfera”.
¿Cómo ha de estar la ominosa situación ahora, cinco años después?
El comité fustiga que gran parte de las sustancias químicas “pueden ocasionar un riesgo severo a la salud de los humanos o al medio ambiente”.
Las trasnacionales petroleras/gaseras como Halliburton y Schlumberger usan productos del fracking que “contienen 29 sustancias químicas con tres características: 1) son conocidas como carcinógenos humanos; 2) están reguladas bajo la Enmienda del Agua Potable Segura (SDWA, por sus siglas en inglés) debido a sus riesgos a la salud humana, y 3) están enlistadas como contaminantes de la atmósfera bajo la Enmienda del Aire Puro”.
Resulta que en el referido lapso las empresas del fracking usaron 95 productos que contienen 13 diferentes carcinógenos, que incluyen naftaleno, benceno y acrilamida.
Las empresas “usaron el mayor volumen de fluidos conteniendo uno o más carcinógenos en Texas, Colorado y Oklahoma”.
Tanto Texas como Nuevo México son fronteras con el “México neoliberal itamita”, que ha adoptado al fracking sin miramientos a la salud pública de los ciudadanos de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora, ante la pusilanimidad de sus anodinos gobernadores, secuestrados por el presupuesto federal.
La amplia mayoría de las sustancias químicas supuestamente reguladas por SDWA fueron compuestos conocidos como BTEX: benceno, tolueno, xileno y etilbenceno.
Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, la Agencia Internacional para Investigación del Cáncer y la Agencia de Protección (sic) Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), “el benceno es un carcinógeno humano”, mientras que la “exposición crónica (sic) al tolueno, etilbenceno o xilenos puede también dañar el sistema nervioso central, el hígado y los riñones”. ¡Uf!
Las trasnacionales del fracking “inyectaron más de 30 millones de galones de combustible diésel o fluidos de fracturación hidráulica que contienen combustible diésel en los yacimientos de 19 estados”, cuando en su reporte de 2004 la EPA había sentenciado que “el uso de combustible diésel en los líquidos del fracking constituye la mayor (¡supersic!) amenaza a las fuentes subterráneas de agua potable”, ya que contiene constituyentes tóxicos que incluyen los componentes BTEX.
En el mismo lapso se usaron “595 productos conteniendo 24 diferentes contaminantes de la atmósfera, en los que resaltan el fluoruro de hidrógeno, el plomo y el metanol”.
El fluoruro de hidrógeno es “altamente corrosivo y es un veneno (sic) sistémico” que puede llegar a ser fatal.
El plomo es un metal pesado “particularmente dañino al desarrollo neurológico de los niños”; además, “puede ocasionar problemas de salud en los adultos, que incluyen problemas reproductivos, hipertensión y trastornos nerviosos”.
El tóxico metanol es un contaminante de la atmósfera que “ha aparecido más frecuentemente en los productos del fracking”.
Una aberración radica en que “varios componentes químicos de los líquidos de fracking usados por las empresas” fueron listados como “secretos comerciales” o de “propiedad”.
Por cierto, el comité de marras solicitó a las trasnacionales del fracking la divulgación y transparencia de sus productos para informar sobre su “propiedad/secreto comercial” y salieron con una excusa pueril al “carecer de la información de la propiedad de los productos por haber sido comprados ‘fuera de los estantes’ de los proveedores”. Sin comentarios.
Los congresistas dedujeron que “parecía que las empresas del fracking inyectan líquidos que contienen sustancias químicas desconocidas (¡supersic!) de las cuales pudieran tener conocimiento limitado (¡supersic!) sobre los riesgos potenciales a la salud humana y al medio ambiente”. ¿Gozan de patente neoliberal de corso texano?
El perturbador reporte resulta paradójicamente didáctico para los aprendices de brujo, como el “México neoliberal itamita”, que desean experimentar el espejismo de la seudo “revolución energética del siglo XXI” fraguada por la polémica extracción del shale gas –a mi juicio, una vulgar burbuja financierista de Wall Street–, que atenta contra la biosfera: el espacio donde cohabitan todos los seres vivientes de la creación.
Hasta aquí cualquier país interesado en la salud pública de sus ciudadanos hubiera detenido el tóxico fracking, en espera de sopesar integralmente su costo-beneficio. En bioética, esta actitud prudente es avalada por el “principio de precaución”.