Las comunidades indígenas que viven a las orillas del lago Atitlán están soportando las consecuencias de un enorme desastre ambiental que ha provocado que sus aguas normalmente prístinas estén cubiertas por una capa de escoria gruesa y oscura.
Fuente: Noticias Aliadas *
25/10/2010. Ubicado a 50 km al oeste de la icónica ciudad colonial de Antigua, en el departamento altiplánico de Sololá, Atitlán es el lago más profundo de América Central. Se estima que su máxima profundidad llega hasta los 340 m y el fondo no ha sido totalmente sondeado.
De impresionante belleza, Atitlán tiene origen volcánico, cubriendo un inmenso cráter formado tras una erupción hace 84,000 años. Actualmente está rodeado por numerosas localidades indígenas donde prevalece la cultura maya y los kaqchikel y tz’utujil todavía llevan su vestimenta tradicional.
En octubre del año pasado, cuando apareció la capa de escoria, los científicos empezaron a probar el agua e identificaron al microorganismo responsable del color oscuro como Lyngbya, una especie de cianobacteria (similar a las algas verdeazuladas), que se ha propagado rápidamente en los últimos años, formando un colchón filamentoso en el fondo del lago que flota a la superficie.
La bióloga Margaret Dix, de la Universidad del Valle, que estudia el lago Atitlán desde 1976, explica que este tipo de bacteria crece a partir de los elevados niveles de fósforo y nitrógeno presentes en los fertilizantes que son usados para promover el cultivo del café en la cuenca del lago, así como para una variedad de productos agrícolas como maíz, cebolla, frijol, calabaza, tomate, pepino, ajo, chile verde, fresa, aguacate y pitahaya.
La mayor parte de estos fertilizantes se filtran en el lago, que no tiene salida. Según un estudio realizado en el 2008 por el Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (IARNA), de la Universidad Rafael Landívar, 972 TM de nitrógeno y 381 TM de fósforo se derramaron en el lago sólo entre el 2002 y el 2003.
Según el investigador Pedro Pineda, del IARNA, uno de los principales hallazgos del estudio fue la correlación entre los cultivos que crecen sobre el lago, la turbidez del agua y las concentraciones de nitrógeno y fósforo de los agroquímicos que se usan en los alrededores.
Proliferación de cianobacteria
Nery Paz, director de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago Atitlán y su Entorno, agregó que la elevación de la temperatura del agua a consecuencia del calentamiento global y el hecho de que el agua no tratada de los desagües se derraman en el lago diariamente, así como la introducción desde 1958 de peces no nativos, tales como el róbalo negro, que rápidamente se adaptaron a su nuevo hábitat y terminaron con muchas de las especies herbívoras del lago, también han contribuido a la proliferación de la cianobacteria.
Dix explica que la cianobacteria no es la causa del problema, sino el síntoma, de la misma forma que la fiebre es un síntoma de una infección en el cuerpo humano. La verdadera enfermedad del lago Atitlán, dice, es la contaminación, que ha sido mayor que la capacidad del lago para combatirla y recuperarse. Sostiene que lo más preocupante es que el tipo de cianobacteria detectada en el lago “no había causado florecimientos en ninguna parte del mundo”. Los científicos todavía conocen poco sobre ella y se necesita una mayor investigación.
Las comunidades indígenas de Sololá están sufriendo las consecuencias del desastre ambiental de Atitlán.
Joel Francisco Mendoza, alcalde de la localidad de San Pedro La Laguna, a orillas del lago, dice que encontrar nuevas fuentes de agua es actualmente el principal problema para las poblaciones locales que tradicionalmente han consumido el agua del lago y ahora se les ha advertido que ni siquiera se bañen en sus aguas, ni menos aún la beban.
La aparición de la cianobacteria el año pasado, sumada, entre otros factores, a la crisis financiera internacional, la epidemia de la influenza AH1N1, una serie de incidentes de linchamientos en el área, más el hecho de que tramos de la Carretera Panamericana que pasa por Sololá fueran cerrados luego de las tormentas tropicales provocaron una serie de derrumbes mortales, han llevado a una disminución del turismo, fuente importante de ingresos para las comunidades locales.
Juan Santiago, botero maya kaqchikel, que se gana la vida trasladando turistas por el lago, mira con tristeza la media centena de botes alineados en la orilla de Panajachel.
“Ahora no sabemos qué hacer con el lago”, dice.
En Santiago Atitlán, en la orilla opuesta, donde vive la mayoría de habitantes tz’utujil, los pintores, escultores en madera, tejedores y otros artesanos, están profundamente preocupados por el hecho de que el mercado de artesanías está vacío.
Buenas intenciones
Sin embargo, las comunidades indígenas de Atitlán se han organizado rápidamente para defender este lago sagrado del que depende su sobrevivencia.
Manuel Yach, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo de Barrio Cucaña, dice que sólo en su localidad 300 mujeres están extrayendo voluntariamente la gruesa capa de escoria de la superficie del lago usando redes de pesca tradicionales.
“Estamos barriendo; queremos recuperar el turismo”, señala Yach.
El último viernes de cada mes, los escolares realizan actividades de limpieza, retirando los desechos acumulados en las orillas, y grupos como Pro Lago han hecho llamados por internet junto con empresas locales, residentes y hasta turistas a participar en la limpieza.
Sin embargo, Iván Azurdia, de la organización ambientalista local Ati’t Ala’, dice que aunque esos esfuerzos son indudablemente importantes, no habrá una solución de largo plazo mientras las autoridades municipales no inviertan en plantas de tratamiento de desagües y sancionen a los hoteles que no cumplan con las normativas ambientales.
El gobierno central también enfrenta el desafío de canalizar recursos adecuados para el Plan Integral para la Recuperación del Lago Atitlán, establecido en el 2009 por el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales, que incluye 15 diferentes métodos para el tratamiento de los desagües y otras medidas de corto, mediano y largo plazo para reducir la contaminación. Pero, con gran parte de la infraestructura del país destruida por el huracán Agatha, que asoló el país a fines de mayo, ha sido difícil encontrar financiamiento para poner en práctica las buenas intenciones.
El científico Juan Skinner también duda sobre la efectividad de los planes del gobierno central para construir plantas de tratamiento de desagües en la cuenca del Atitlán, porque ya existen cuatro de ellas en el área pero nunca se proporcionaron los recursos técnicos necesarios para hacerlas funcionar, motivo por el cual han caído en desuso.
* Servicio Informativo sobre América Latina y el Caribe producido por Comunicaciones Aliadas