La cordillera del condor, al sureste de la republica del Ecuador, es la escena de un conflicto que se puede calificar de «medioambiental», que opone una comunidad indígena contra la empresa minera canadiense Corriente Ressources Inc. Desde 2000, violentas confrontaciones entre ambas más las fuerza del orden. La compañía y sobre todo los proveedores de fondos del proyecto se exponen a contraer una nueva deuda ecológica, la que se añadiría a la imponente deuda histórica contraída por las naciones y los proveedores de fondos que gozan de los recursos extraídos del suelo ecuatoriano.
Por Reinhold Klaes Stefan publicado por el Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADIM)
18/08/2010. El hecho de dar un valor a un elemento o a una función de nuestro medio ambiente es profundamente antropocéntrico. Mantenemos que a una escala local la estimación monetaria de los activos naturales es inútil teniendo en cuenta precisamente sus valores inestimables. En el caso de la estimación del valor del medio ambiente, como dice el profesor Martínez-Alier uno se puede preguntar: “quien tiene el poder de simplificar la complejidad de los ecosistemas imponiendo una única lengua de evaluación? La misma idea de querer evaluar las funciones medioambientales presenta un riesgo de privatización de estas funciones, ya que si una empresa puede pagar por su explotación, lo hará y contaminará más.
La cordillera del condor, al sureste de la república del Ecuador, es la escena de un conflicto que se puede calificar de «medioambiental», que opone una comunidad indígena contra una empresa minera canadiense: Corriente Ressources Inc. Desde 2000, violentas confrontaciones oponieron a los habitantes de la región a los empleados de la compañía con la fuerza del orden.
Durante la década de los noventa el subsuelo de la cordillera del cóndor se exploró mucho por compañías mineras. Según un estudio de la compañía, habría 890 millones de toneladas a explotar con una medida de 0,56% de cobre y 0,16 g/t de oro. Este mismo estudio indica también que el proyecto tenía que ser suspendido en 2006 a causa “de agitación social” (1). He tenido la oportunidad de pasar algunos días en el cantón “El Pangui” (pueblo más cercano de la concesión) en abril del 2009 y puedo dar mi testimonio personal de la tensión social que existía en ese momento en el cantón. La población de los pueblos y alrededores se divide claramente entre los pros y las anti-minas y eso a veces genera violentos enganches. Ante esta perturbación, y aunque la explotación de la mina aún no haya comenzado, se puede considerar que la compañía ya ha contratado una deuda social hacia los habitantes de la región para los desordenes que genera, a veces hasta dividir familias enteras.
Esta situación de conflicto nació del antagonismo entre la búsqueda de un beneficio a corto plazo y la puesta en peligro del medioambiente de las poblaciones vecinas, este mismo medioambiente del cual las poblaciones viven. La inquietud de los autóctonos, esencialmente compuestos de las comunidades indígenas Shuars es legítima ante la destrucción de su medio de vida. En efecto, Los Shuar, que han conservado su modo de vida ancestral dependen muchísimo de la naturaleza, o Pachamama, para su supervivencia. Es necesario también precisar que la cordillera del cóndor es uno de los lugares más ricos del planeta desde el punto de vista de su biodiversidad. Se contabilizan numerosas especies endémicas, lo que lo hace un hotspot mundial en cuanto a su biodiversidad. Citemos por ejemplo, que entre 800 y 2000 metros de altitud, se contabiliza hasta 308 especies diferentes de pájaros, entre otros el famoso cóndor (2). Es importante indicar que el conjunto de la región se clasificó Parque Nacional a raíz de la firma de paz entre Ecuador y Perú. Una vez que se había comprendido la importancia ecológica de esta región se podía plantear preguntas legítimas sobre el fundamento del proyecto de explotación minera y su verdadera rentabilidad. La empresa, con la idea de aumentar al máximo sus beneficios, ya efectuó el Análisis Coste Beneficio (ACB) del proyecto. Sin embargo, este estudio de rentabilidad no tiene en cuenta los aspectos humanos y ecológicos. Deseamos aportar herramientas de economía-ecológica con el fin de mejorar el ACB inicial y así tener en cuenta lo más importante, es decir la gente y su medioambiente. Eso significa intentar internalizar los efectos negativos del proyecto y poder así apreciar si este proyecto es realmente rentable para los habitantes de la región, para los ecuatorianos, y finalmente para el planeta entero.
Antes de extendernos sobre las consecuencias posibles de la apertura de la mina es importante de entender cómo la economía (macro o micro) se imbrica en el ecosistema planetario. Se puede comparar la relación que tiene la economía con el medio ambiente a la relación de un mamífero con su medio de vida. En efecto, para funcionar, la economía, al igual que el mamífero, tendría que tragar/engullir y transformar recursos naturales (o comida para el mamífero). Una vez acabado el proceso de consumo, se van a causar rechazos. Si este mamífero se agranda y traga todos los recursos presentes en su medio ambiente, terminará con una gran cantidad de residuos y muy pocos recursos. Es igual con la economía al nivel del planeta. La metáfora entre el animal y el sistema económico actual permite entender cómo la necesidad de crecimiento económico puede poner en peligro nuestro planeta. Dado que el sistema planetario es finito, la conclusión lógica de un crecimiento ilimitado sería obviamente la destrucción del medio ambiente y eso conduciría a una disminución del bienestar humano.
El concepto de justicia también es fundamental en la economía ecológica. La distribución geográfica de conflictos medioambientales sería la consecuencia del dogma del crecimiento económico. Ante la lógica neoliberal predominante, se comprende que “los países del tercer mundo deterioran su medio ambiente con el fin de seguir siendo económicamente competitivos” (3). Analicemos algunas pistas para internalizar los efectos negativos y así tener en cuenta algunos elementos fundamentales a la vida sobre la tierra.
La apertura de la mina acabaría destruyendo el bosque situado sobre el yacimiento con una determinada dosis de contaminación, sobre todo por los drenajes ácidos (lixiviación) del agua de lluvia en los escoriales y alrededor del hueco y este fenómeno terminará innegablemente por contaminar las capas freáticas. En nombre de la responsabilidad social y medioambiental de las empresas, Corriente Ressources Inc. debería hacer todo para evitar al máximo todo tipo de contaminación y cuando ocurre debería pagar los costos de descontaminación. Una técnica de estimación adecuada sería la evaluación del “coste de evitación” (o Best Available Technology). Para eso, se supone que la compañía utiliza siempre las mejores técnicas de explotación disponible y por consecuencia las que contaminan menos. Sin embargo, debido al fenómeno de lixiviación, la contaminación del lugar puede seguir aún mucho tiempo y sería necesario evaluar los costes de descontaminación de los suelos y pozos. Por sí sola esta primera etapa puede trastornar el ACB inicial de la compañía y así poner en duda la rentabilidad del proyecto.
Además se plantea la delicada pregunta de la estimación de la pérdida de las funciones medioambientales que garantizaba el ecosistema encima del yacimiento. El hecho de eliminar el bosque generaría inevitablemente una pérdida de “servicios” ambientales gratuitos. Por ejemplo, el ecosistema forestal siempre ha participado en la purificación del agua y el aire (se piensa, en particular, en la captación del dióxido de carbono). Este bosque garantiza también una contribución constante en comida a las comunidades indígenas, gracias en particular a la polinización de las abejas que nos permite comer frutas. También controla naturalmente el debido flujo de los ríos y previene los riesgos de inundaciones. Resumiendo el bosque es el hábitat tradicional de los Shuars y tiene una gran importancia cultural y espiritual para ellos. Erradicarlo equivaldría a perder todas estas funciones. Sabiendo que la cordillera del Cóndor es el hábitat de especies endémicas, el valor intrínseco de las funciones medioambientales no puede sino aumentar.
El hecho de dar un valor a un elemento o a una función de nuestro medio ambiente es profundamente antropocéntrico. Mantenemos que a una escala local la estimación monetaria de los activos naturales es inútil teniendo en cuenta precisamente sus valores inestimables. En el caso de la estimación del valor del medio ambiente, como dice el profesor Martínez-Alier uno se puede preguntar: “quien tiene el poder de simplificar la complejidad de los ecosistemas imponiendo una única lengua de evaluación? Quién tiene el poder de imponer su conclusión en este debate?” (4). La misma idea de querer evaluar las funciones medioambientales presenta un riesgo de privatización de estas funciones, ya que si una empresa puede pagar por su explotación, lo hará y contaminará más. Emitimos muchas reservas en cuanto a la utilidad de la estimación de los “servicios” ecosistémicos.
Antes de seguir, queremos hacer una comparación con la iniciativa Yasuni. A través de la dicha iniciativa el gobierno propone dejar bajo tierra un yacimiento de petróleo y renuncia a varios miles de millones de petrodólares. En cambio Ecuador, tomando en cuenta el principio de la ONU de “responsabilidad común pero diferenciada” para los problemas medioambientales globales, pide a la comunidad internacional una contribución hasta un máximo de 50% de la cesta financiera de la que podría disponer si explotara este petróleo. Así el Gobierno se comprometería a dejar intacta esta parte de la selva amazónica garantizando el servicio de captación de dióxido de carbono del que se aprovecha la humanidad.
Ecuador se coloca inmediatamente como acreedor ecológico y la iniciativa Yasuni representa una solicitud implícita de reembolso para servicios ecosistémicos prestados y al mismo tiempo para una pérdida de oportunidades financieras. La iniciativa ecuatoriana se justifica para la financiación de las medidas de prevención y atenuación del cambio climático. El PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) afirma que existe a escala mundial una relación opuesta entre la responsabilidad por el cambio climático y la vulnerabilidad ante sus efectos (5). La iniciativa Yasuni afirma implícitamente que es más rentable a largo plazo y para el conjunto de la humanidad dejar un ecosistema vivo que nos garantiza funciones medioambientales primordiales que de explotar y consumir el yacimiento de petróleo. Eso se incorpora a nuestra observación relativa a la mina a cielo abierto de la cordillera del Cóndor. Se puede entonces inspirar en la iniciativa Yasuni para intentar transponerla en varios otros casos controvertidos de explotación de recursos naturales.
Para terminar, insistimos en el hecho que la compañía y sobre todo los proveedores de fondos del proyecto se exponen a contraer una nueva deuda ecológica. Esta deuda se añadiría a la imponente deuda histórica contraída por las naciones y los proveedores de fondos que gozan de los recursos extraídos del suelo ecuatoriano. Desde el descubrimiento “del Nuevo Mundo” en 1492 hasta nuestros días Ecuador siempre se ha visto solicitado por su riqueza en recursos naturales, antiguamente tomados a la fuerza y hoy bajo la presión de mecanismos financieros inmorales que imponen las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional). La presa Daule Peripa representa otro ejemplo de deuda ecológica contraida después de un préstamo de una institución financiera. En efecto, el Banco Interamericano de Desarrollo (filial del Banco mundial) financió este proyecto que hoy resulta ser muy controvertido para su costo ecológico (6).
El reconocimiento de la deuda ecológica permitiría cancelar la totalidad o una parte de la deuda financiera ecuatoriana, esta misma deuda que impulsa al Gobierno a especular sobre el valor de sus recursos en regiones tan ricas en biodiversidad como la cordillera del cóndor. El proyecto de apertura de la mina a cielo abierto nos parece ilegítimo y va contra el concepto de “Sumak Kawsay” alegado por las comunidades indígenas para definir su relación frente a otros y al medio ambiente. Sumak Kawsay significa en Quechua “buen vivir”, y este concepto, refiere y concuerda con aquellas demandas de “décroissance” de Serges Latouche, de “convivialidad” de Iván Illich y de “ecología profunda” de Arnold Naess (7). Los Shuars son, tal vez sin saberlo, los ecologistas más radicales y mas que presentarles arrogantes proyectos de los cuales sólo compañías de los países del norte se aprovechan, tendríamos ciertamente mucho que aprender de su modo de vida, ya que tienen mas armonía con el medio ambiente que nosotros en nuestra Europa.
Traducido con la ayuda de Patricia Aldaz Burbano – http://www.cadtm.org