La llegada de los españoles a América desencadenó acontecimientos que dinamizaron la historia de la humanidad. El caso particular del hallazgo del oro y la plata convirtió al nuevo continente en un atractivo que desató leyendas como la de El Dorado.
Por Diego Arias Serna publicado por La Cronica del Quindío
Qué cantidad de oro y plata saquearon los españoles, es algo que no se tiene absoluta certeza. Pero según constancias documentadas en Sevilla y Madrid, entre 1503 y 1660 salieron de América alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil toneladas de plata. Metales que llegaron a España, de tránsito al resto de Europa.
La primera fase del saqueo estaba representada por las piezas ornamentales y rituales de los aborígenes, y cuando estas se agotaron se continuó con la búsqueda de los yacimientos, valiéndose del conocimiento de los nativos, quienes proporcionaron los datos para ubicar las minas, oficiaron de técnicos, especialistas y peones, aportando un cierto desarrollo de las fuerzas productivas.
La actividad de los nativos en las minas facilitó a los españoles la tarea de la colonización, pero las condiciones deplorables del trabajo diezmaron a los pocos que habían superado el primer exterminio del descubrimiento. Este fenómeno fue superado con la otra afrenta: la esclavitud africana.
La lucha independentista afectó la producción de oro, y por lo tanto, la estructura económica que gravitaba alrededor de las minas. Las más afectadas fueron la minería esclavista del Chocó y el Pacífico, que a finales de La Colonia representaba poco más del 60% de la producción de oro.
Siempre hemos estado endeudados
En las primeras décadas de la República la producción logró recuperarse gracias a la activación de otras regiones mineras como el Cauca, Tolima y la reactivación de la explotación en Antioquia, siendo la época en la que llegaron varias empresas extranjeras.
En 1825 la Goldschmidt arrendó varias minas de oro y plata en Marmato y Supía y en el mismo año arribó a Quiebralomo, en el Cauca, Juan Bautista Boussingault, quien innovó con la instalación de un molino simple de pisones, fabricado casi en su totalidad con madera. También, introdujo los molinos de arrastre para amalgamar los metales preciosos con mercurio —gran contaminante— un proceso conocido en otras regiones desde siglos anteriores, y que permitía reducir las pérdidas del proceso de un 80 a un 25%.
Obtener más oro de nada servía porque en agosto de 1820 el vicepresidente y ministro plenipotenciario de Colombia, Francisco A. Zea, firmó un acuerdo con acreedores extranjeros, representados por la casa londinense Herring, Grahn & Powells, por unos pagarés de un valor de 547 mil 783 libras esterlinas y que serían cancelados con las riquezas obtenidas de las minas.
Además de la explotación minera por compañías extranjeras y nacionales como en Antioquia, también se dio, como hoy, la pequeña minería, realizada por centenares de familias obligadas por la situación económica.
La presencia de estos mineros se veía como factor de destrucción ecológica, además de ser un problema social. Para demostrar la ‘irracionalidad’, de la pequeña minería y defendiendo a la gran minería había funcionarios que describían el daño medioambiental.
Constante histórica: daño ecológico
El daño ecológico por la explotación minera —tanto de la gran empresa como del pequeño minero— que nos viene de los albores de la República, se proyecta en el tiempo y es por la que se lucha hoy cuando los gobiernos pasados y presentes han puesto la minería como la locomotora de la economía.
Por eso, debemos ser solidarios con Piedras, el pueblo cerca de la mina La Colosa, en el Tolima, donde su gente está dispuesta a no dejarse deslumbrar por piedras preciosas.
Por Diego Arias Serna
Madrid, España.