¿En qué infierno de país vivimos? Me pregunto, mientras trato de asimilar asombrada, las últimas noticias que llegan sobre la huelga de Caimanes por parte del comunicador audiovisual Alfonso Ossandón, que denuncia al obispo del Choapa, porque se apoderó, prepotentemente, de la grabación que él hiciera de la última fracasada mesa de diálogo con los empleados de Lucsic, mesa que se armó después de 80 días de espera vital por parte de los huelguistas.
Por Ana Leyton
21/12/2010. Parecía que era verdad la buena intención de la iglesia católica a través del obispo Vega, después que la ausente diputada Adriana Muñoz entrara oportuna y mediáticamente, pidiendo la intervención de la iglesia en el conflicto de Caimanes con Pelambres, por el tranque de relaves el Mauro que puede sepultar a la comunidad en cualquier momento; nadie advirtió que de “mala recomendación venía esta vez la solución” y lo único que se obtuvo, fue que Ossandón perdiera toda la grabación que durante días recopilara de la huelga y sus acontecimientos asociados, y como dice su denuncia pública, este obispo avivado se la quitó para “entregársela a Don Miguel Sánchez de Pelambres porque éste tenía que revisarla” entonces ¿para qué un obispo? ¿para mediar en forma transparente o para defender a los mandones de las multinacionales?
Después de esto ¡qué más les quedaba a los huelguistas! Sólo creer en ellos mismos, por lo tanto tomaron la determinación de retirarse. Nada había hecho que desertaran, sin embargo, la decadencia de esta traición, los hizo pensar que aunque murieran en la huelga, nada conmovería a seres como éstos, incapaces de querer a la humanidad, incapaces de empatizar y más encima, un cura metido en medio robando grabaciones, para entregarlas al heraldo de los culpables de la desgracia de Caimanes.
Los desgastaron, los vilipendiaron, hicieron cercos comunicacionales de la más variada índole, mientras Caimanes resistía les dieron pan y circo a profesores, artistas, medios comunicacionales y a toda la comunidad a través de ellos, crearon ejércitos de sapos, como en los mejores tiempos de la dictadura militar; podemos entender que el genocidio de hoy, al igual que en dictadura, es en contra de la tierra y de todos sus hijos, o sea, nosotros mismos, todos los que la queremos como a una madre y queremos protegerla de sus asesinos.
Pero Caimanes no se rinde, esta es la batalla de inicio, porque si hay algo importante que se logró, fue poner el tema en la palestra internacional y por proyección, también otros tantos temas asociados y eso es muy importante, porque la dictadura de Pinochet comenzó a desmoronarse por la presión internacional, por lo tanto ¡cuidado dictadores de la megaminería que esto recién comienza! el pueblo de Caimanes movilizado y ahora conciente y unido, como resultado de la desesperación e impotencia, es distinto. Los gerentes de la minera no quisieron buscar una solución con respeto, no quisieron escuchar, entonces van a tener que pagar las consecuencias, porque la tierra aún es de los caimaninos y ahora ellos, saben más que ayer, cuáles son las consecuencias, cuando se permite la entrada de los enemigos de la naturaleza a su entorno rural.
Ahora pueden mandar a todos los esbirros del capital, a todos los equipos de profesionales amorfos e inescrupulosos, comprados en mercados neoliberales, para conseguir sus fines capitalistas; antropólogos, sicólogos, publicistas, entre otros, que trabajan buscando códigos adormecedores de conciencias, pero ya no va a ser lo mismo, el pueblo de Caimanes, durante estos 81 días ¡aprendió!
Entonces ¡Caimanes ganó la batalla! Ahora están todos unidos, ahora todos saben donde está el enemigo. El ejemplo es para todo el Choapa ¡no hay que dejar que megaproyectos entren en las comunidades, hay que cerrarles las puertas, la tierra es nuestra, el agua es nuestra, son vida y hay que cuidarlas, no hay que entregarlas a quien no las valora! Ni por mucho dinero que ofrezcan, ya que de nada va a servir cuando se seque el agua y se muera la tierra por causa de la sobreexplotación indiscriminada y usurera.
Hoy 17 de diciembre se marcó un precedente inolvidable, Caimanes ¡no quería dinero! ¿les quedó claro verdad? No quería dinero como dijeron tantas veces para desprestigiar, eso significa que existen comunidades que no se quieren vender a los sucios dólares del capital. Caimanes quiere su tierra, esté como esté, deteriorada, semi muerta, semi viva, pero quiere su tierra con muertos y todo, ya lo saben, hay cosas que su putrefacto dinero no puede comprar: el amor e identidad de un pueblo que aprendió con dolor que lo único que hace que seamos lo que somos es ¡la madre tierra! y el amor de sus hijos.