A un año de la muerte de Mons. Pedro Casaldáliga Pla, religioso de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos), la Congregación de Claretianos de América y el Caribe selló su compromiso de denunciar la violencia perpetrada contra los pueblos indígenas por las industrias mineras y extractivas.

Fuente: Vatican News

Isabella Piro-Ciudad del Vaticano

La iniciativa, presentada durante un seminario web y apoyada también por la Red “Iglesias y Minas”, tiene como objetivo la desinversión minera en las zonas habitadas por los pueblos indígenas y pide a las congregaciones y organizaciones religiosas que den cada vez más testimonio del cuidado de la casa común, denunciando “la violencia genocida y abrumadora que se teje en beneficio de las empresas extractivas” en detrimento de los pueblos indígenas. Este compromiso se hizo el 9 de agosto, no por casualidad “Día Internacional de los Pueblos Indígenas”, mediante el lanzamiento de la campaña “Solidaridad y Misión”. En detalle, el compromiso se recoge en un documento que “invita a la corresponsabilidad para promover una economía que sea instrumento de la acción misionera de la Iglesia”.

El seminario web del 9 de agosto fue también una oportunidad para dar voz a los testimonios de los pueblos mapuche y chubut, en la Patagonia argentina, que llevan mucho tiempo luchando contra la deriva extractiva. En este sentido, el padre Antonio Sánchez Lara, misionero salesiano, recordó la urgencia de una conversión ecológica, invocada por el papa Francisco en sus encíclicas “Laudato Si'” y “Fratelli tutti”. “Necesitamos una conversión urgente para pasar de ser gobernantes de la tierra a ser parte de ella”, dijo el sacerdote, “las comunidades nativas tienen derecho a decir no a la minería. Y no significa no”.

También se invita a las organizaciones religiosas a “revisar sus códigos de inversión ética y los bancos comerciales a los que recurren”, porque es necesario “asumir la responsabilidad de una conversión ecológica integral” contra todos aquellos que “financian y se benefician de las muertes causadas por la minería”. “Las inversiones no son neutrales”, recordó Guilherme Cavalli, coordinador de la campaña de desinversión minera, “y la Iglesia está llamada a la coherencia, a partir de su ética social cristiana, para buscar caminos hacia una economía samaritana” y “un modelo económico evangélico que promueva la justicia y la dignidad de las personas y la naturaleza”.

“Asumimos nuestra corresponsabilidad en las inversiones éticas que favorecen la vida y las iniciativas comunitarias”, reiteran los promotores de la campaña, “nos comprometemos a promover economías solidarias basadas en los valores del cooperativismo, para una conversión ecológica”. De este modo, lanzarán “una señal de esperanza y luz para un camino de coherencia ética y de transformación y acción desde la Iglesia, para que nadie se quede atrás”.

 Texto:

Carta de compromiso y adhesión a la Campaña de Desinversión en Minería

“El ‘no’ a una economía que mata debe volverse un ‘sí’  a una economía que hace vivir porque comparte,  incluye a los pobres y usa las ganancias para crear comunión”
Papa Francisco

En comunión con las comunidades y territorios afectados por la minería en Latino América y compasivos con el grito de la madre tierra devastada y maltratada que gime y sufre dolores de parto (LS, 2), desde la/lo NOMBRE DE LA ORGANIZACIÓN PRESENTE asumimos la corresponsabilidad de promover una economía que actúe como instrumento de la acción misionera de la Iglesia. Por lo tanto, que promueva una política económica y de inversiones que fomente los derechos humanos, la justicia social, climática y medioambiental, la equidad de género y el bien común, buscando contribuir con procesos de transformaciones. Asumimos este compromiso desde el carisma, misión y las implicaciones sociales y eclesiales de las opciones económicas de nuestra entidad.

Nos unimos a la red Iglesias y Minería, desde la Campaña de Desinversión en Minería, en la promoción de alternativas dirigidas a «promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial». Para eso, a través de una “nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia” (FT 168 y 170), clamamos que nuestras economías se distancien gradualmente de la lógica extractivista. Por lo tanto, asumimos el compromiso evangélico de ser corresponsables en la transformación del modelo económico de desigualdades. Comprendemos que es urgente rehabilitar una sana política y actuación con el mercado financiero que tenga la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales que promuevan la “preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (cf LS 10).

El Papa Francisco, en “Querida Amazonía”, denuncia los proyectos económicos de extracción y otras industrias que destruyen y contaminan (cf. QA 49). Son brazos del sistema económico orientado a la explotación irracional de la naturaleza. Abogamos por la desinversión en la minería como actividad integradora de un cambio paradigmático urgente que rechace las numerosas formas de injusticia “nutridas por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar” (cf FT 22). Por lo tanto, asumimos la promoción de una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común (cf FT 168 y 169). Como caminhos para una Economia Samaritana, proponemos “pensar en la participación social, política y económica de tal manera «que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común»” (FT 169).

Desde nuestra organización:

Orientamos nuestras decisiones financieras y de consumo desde una perspectiva evangélica, según la cual el ser humano recibe el mandato divino de proteger la creación (Gn 2,15)

Nos comprometemos a revisar nuestros servicios con las instituciones financieras como fondos de inversión o bancos comerciales que posiblemente estén relacionados con la mega minería. A partir de esta revisión, en caso se identifiquen relaciones de nuestras finanzas e inversiones con empresas de megaminería, nos disponemos a organizar un proceso de desinversión.

Asumimos nuestra corresponsabilidad en inversiones éticas, que favorezcan la vida y las iniciativas de las comunidades. Nos comprometemos a promover las economías solidarias basadas en los valores del cooperativismo, para una conversión ecológica que renuncie al extractivismo depredador que causa daños socio-ecológicos y responde a la lógica de la codicia, propiciando el paradigma tecnocrático y colonial dominante (cf. DfS 70 y LS 101).

Renovamos nuestra alianza con la red Iglesias y Minería y su campaña de desinversión, colaborando a la profundización de sus estudios, estrategias de acción y relaciones con las comunidades afectadas y las comunidades, entidades o instituciones eclesiales que quieren defenderlas. Mantenemos nuestra  disposición para colaborar con la divulgación de la campaña y solidarizar con los pobres y la Madre tierra, que son amenazados por el extractivismo depredatorio.

Junto al grito de las comunidades afectadas por la minería, alzamos nuestras voces en el mundo, siendo testimonio de esperanza y coherencia, construyendo unidad y conectando posibilidades hacia una conversión ecológica.