El primero es un mundo en denegación, donde las ganancias anteceden a los seres vivos y la crisis ambiental más amenazante en la historia se mira como una oportunidad comercial. El segundo es un mundo de pequeños agricultores, pueblos indígenas, comunidades urbanas pobres, e isleños que sufren sequías sin precedentes, escasez de agua y tormentas relacionados al calentamiento global. Dos mundos chocarán en Cancún, pero los dos comparten un mismo planeta. Si el mundo que defiende a todo costo el modelo actual de producción y consumo prevalece, el planeta se acercará cada vez más al borde de la catástrofe.
Por Laura Carlsen
28/11/2010. El debate sobre el cambio climático por lo general transcurre dentro de los límites de los claustros de los hoteles lujosos, los salones de juntas ejecutivas, y las salas diplomáticas. Como vimos en el fracaso en llegar a acuerdos vinculantes en Copenhagen, las conversaciones por lo general son tan estériles como el entorno.
Mientras los líderes mundiales viajan por todo el mundo dialogando sobre la amenaza al planeta, son los pobres los que enfrentan las peores consecuencias del desequilibrio del termómetro terrestre. Las poblaciones marginadas y vulnerables –desde los pequeños agricultores en África que enfrentan sequías devastadoras, hasta los pobladores de las naciones islas que se inundan– son las más afectadas por la negativa de los países desarrollados y las empresas a reducir significativamente las emisiones que están calentando al planeta.
Sin embargo estas mismas poblaciones se están organizando y ofrecen importantes soluciones sociales y ambientales, y sostenibles contra el calentamiento global.
El problema es que los líderes del mundo no están escuchando. Resulta que probablemente no cambiará durante la reunión sobre el cambio climático en Cancún, México, que se iniciará a fines de noviembre y durará hasta el 10 de diciembre.
Los líderes del mundo echaron a perder años valiosísimos superando las falsas polémicas de espurios científicos y políticos sobornados quienes poseen un gran interés en negar que el clima sí está cambiando. Cuando se imposibilitó debido a la evidencia científica abrumadora, los líderes recurrieron a un grupo de mecanismos de mercado y soluciones tecnológicas que evitan compromisos reales y fomentan el mismo modelo económico responsable para la crisis.
Como resultado, dos mundos chocarán en Cancún. El primero es un mundo en denegación, donde las ganancias anteceden a los seres vivos y la crisis ambiental más amenazante en la historia se mira como una oportunidad comercial. Este mundo tendrá inmensa representación por parte de los líderes de los países desarrollados y los representantes de las empresas que estarán presentes para vender sus proyectos verdes a medida mientras continúan destrozando el ambiente y buscando el acceso sin restricciones a los recursos naturales cada vez más escasos.