Debemos advertir que Saladillo se halla en el corazón de la provincia de Buenos Aires y que gran parte de sus habitantes consideran lejano y hasta ajeno el conflicto con la gran minería metalífera a cielo abierto, que ancló con rigor salvaje en la Cordillera de los Andes; pero al escuchar a las maestras, profesores y alumnos sentados con devoción beata frente a los cúmulos que significaban nieves eternas, no pude menos que emocionarme.

Un glaciar en el centro de Saladillo

 

Por Javier Rodriguez Pardo

Hemos recorrido vasta geografía con el mensaje conocido, opuesto a la mega minería hidroquímica metalífera, pregonando la defensa de nuestras fuentes de agua, el vapuleado ecosistema cordillerano y la necesidad urgente de proteger los glaciares. De esto se trata mi observación en este y motivo de estas líneas: participamos en Saladillo de una jornada gloriosa por varios motivos concluyentes; el principal fue sin duda la charla en la plaza central al lado de un enorme glaciar construido con herrajes complicados, bastidores de metal, y cartones cuidadosamente pintados respetando los colores azulados, la capa activa de hielo, nieve y un cordón montañoso, rodeado con carteles que anunciaban un si rotundo por la vida y la defensa de las cuencas hídricas.

Debemos advertir que Saladillo se halla en el corazón de la provincia de Buenos Aires y que gran parte de sus habitantes consideran lejano y hasta ajeno el conflicto con la gran minería metalífera a cielo abierto, que ancló con rigor salvaje en la Cordillera de los Andes; pero al escuchar a las maestras, profesores y alumnos sentados con devoción beata frente a los cúmulos que significaban nieves eternas, no pude menos que emocionarme.

De pronto el cielo encapotado y las lluvias que comenzaron a precipitarse señalaban el fin crepuscular de la jornada; nubes negruzcas y cerradas insinuaban pocas esperanzas de que fueran pasajeras. Entonces la lluvia cayó con fuerza cuando prácticamente nuestro acto había concluido y sin embargo, firmes -como si una orden fuera impartida desde cada uno de los corazones- nadie se movía del lugar. Los más chicos seguían sentados en extenso círculo y los mayores no se atrevían a recoger el majestuoso glaciar que con tanto fervor habían construido, a pesar de sentir sobre el rostro las resbaladizas e inoportunas gotas.

No he visto en mis andanzas un glaciar semejante. Si, manifestaciones de arte, alusiones teatralizadas, mil formas de títeres de la imaginería popular de nuestras asambleas, pero nunca un glaciar, tan meticulosamente pensado e inventado sobre una plaza pública para deleite y orgullo de todo un pueblo, de los medios locales de difusión, de organizaciones no gubernamentales como Eco y otras instituciones intermedias que han colaborado con tanto esfuerzo personal. Y sobre todo, las jóvenes maestras que explicaban a los presentes el comportamiento de la masa glaciar en las altas cumbres.

La presentación de mi libro VIENEN POR EL ORO VIENEN POR TODO tuvo de ese modo el marco adecuado. Todo funcionó con precisión y hasta la lluvia copiosa, bendecida con ansiedad en muchas latitudes, no pudo impedir el programa propuesto por un pueblo que aceptó con estoicismo el frío repentino. Deseamos que con estas palabras vaya nuestro agradecimiento al pueblo de Saladillo.
Javier Rodríguez Pardo