Cuando el obispado de Comodoro Rivadavia dio a conocer en octubre de 2009 su postura en contra del desarrollo de la minería a gran escala en la meseta central de Chubut, la sequía era el principal argumento para reclamar que no avancen los mega emprendimientos. Hoy, parece ser el principal argumento del gobierno para que avancen. ¿Qué pasó en el camino? ¿Alguna consultora de comunicación invirtió los términos?
Por Luis Claps publicado en Oro Sucio
06/01/2011. Estamos quizá ante el operativo final de instalación del proyecto neoliberal de la minería en Chubut. Este proceso lleva ya unos 20 años y lo inició el gobierno radical de Maestro (durante la presidencia de Menem) a comienzos de los 90´. El mismo proyecto que retrocedió en Esquel es el que avanza hoy. Si se impone, surgirá progresivamente una nueva y compleja territorialidad: la periferia de la minería a gran escala.
La empresa minera espera entre bambalinas y es el gobierno de la provincia, desde las comunas rurales a los ministerios en Rawson, el que sale a gestionar la viabilidad social del plan. El marco elegido es la sequía, una catástrofe natural “sin precedentes”. Pareciera que el objetivo es instalar el característico clima de “conmoción interior” previo a la ocupación de un territorio. Pero la falta de agua es frecuente en la Patagonia y los pueblos de la meseta. El elemento nuevo es esta situación “extrema” (mientras el gobernador se “va a la costa”, como dicen en Buenos Aires). ¿Desde cuándo los patagónicos dependemos de empresas extranjeras para enfrentar la fata de agua?
Desde el comienzo de esta arremetida oficial, que acompaña el aumento de la cotización internacional de la plata y la avidez del capital transnacional, el gobierno ha simulado abrirse al diálogo. Pero la estrategia de la minería como “única alternativa” demuestra que el debate estaba cerrado de antemano: sin alternativas no hay debate.
La imposición en el discurso se verá claramente en el terreno: si cae la ley 5001 las acciones de todas las empresas con intereses en la meseta (y no son pocas) van a subir y habrá fondos frescos para exploración. Las solicitudes de derechos mineros van a aumentar exponencialmente y se van a reactivar viejos prospectos (algunos muy cerca de Madryn y Trelew). Habrá un fuerte avance de la Comisión Nacinal de Energía Atómica por el uranio de Cerro Solo. Se anunciarán nuevos proyectos mineros y “aparecerán” yacimientos minerales gigantescos (como el proyecto Flamingo, ubicado a unos 20 Km al sur de Navidad). El proyecto neoliberal siempre fue la conformación de un distrito minero. Según la última edición de la revista Mining Press: “En Chubut, unos 40 proyectos de uranio, oro y plata de la Meseta Central esperan que se abra, en algún momento, la legislación que les prohíbe practicar la minería en el territorio provincial”.
La plata cotiza al máximo, y el campo va a pérdida. Las comunidades de la meseta van a enfrentar un cada vez mayor secuestro de tierras productivas por la minería o su infraestructura asociada (electroductos, mineroductos, depósitos de relaves, etc.). Soportarán la carga de los impactos sociales y ambientales. Surgirá un entorno poblacional de las instalaciones industriales al que llamarán “progreso”. El tráfico de tierras, la reubicación de pobladores y el aumento general de los precios (alimentos, alquileres, etc) serán rampantes. Aumentará la desertificación. Con explosivos abrirán la tierra para extraer todos los metales contenidos en ella. Los metales pesados, y otros tóxicos, serán liberados al ambiente y amenazarán la vida. El pico de actividad inicial, durante la construcción de la mina, dejará paso a una economía de enclave sucia y excluyente. Toda la región pasará a depender de oscuros mercados financieros y juntas directivas en Toronto. Así opera Pan American Silver en Morococha o San Vicente. Las comunidades Mapuche Tehuelche de la meseta enfrentarán mayores amenazas y desafíos en su lucha por el reconocimiento y autodeterminación.