La “mina” más grande del mundo abre cuatro días al año. Los obreros llegan de 120 países, no usan casco sino gorro de lana, abrigo, guantes, bufanda y todo lo que sea necesario para soportar la temperatura bajo cero que se registra en estos días en los exteriores. El domingo pasado, por ejemplo, primer día de apertura, el termómetro marcó -9 grados centígrados, en promedio. En esta “mina” solo se habla inglés, pero con el acento que dan los visitantes chinos, rusos, canadienses, mexicanos, chilenos, peruanos, estadounidenses, australianos, africanos, brasileños, ecuatorianos, etc. Miles de ellos entran y salen durante todo el día, transportados por una decena de escaleras eléctricas que conectan los tres niveles de la “mina”. Las escaleras colapsan a la hora del almuerzo y a la salida del trabajo, pues moviliza cerca de 28 000 visitantes en los cuatro días.
La “mina” ya tiene 80 años, pero cada vez es más grande, no porque se haya hecho un gran descubrimiento, sino porque sus mayores reservas son las redes de contactos que ahí se establecen, los desarrollos tecnológicos que se presentan, las oportunidades de negocio que se promocionan y, sobre todo, la presencia de los mayores inversionistas en el sector minero mundial.
Esta “mina” se encuentra en el centro de Toronto, debajo de la Canadian National Tower, conocida internacionalmente como CN Tower, la cuarta más alta del mundo y un ícono de la ingeniería. En el subsuelo, la élite de la minería se reúne durante cuatro días para conocer las tendencias mundiales de un sector que está adquiriendo cada vez más importancia en el mundo por dos factores: la crisis económica, que ha disparado los precios de materias primas, debido a que los inversionistas buscan un refugio para sus capitales. Y segundo, porque el crecimiento de los países, sobre todo asiáticos, presiona la demanda de minerales, lo cual hace que suban los precios del oro, cobre, zinc, etc., como viene sucediendo desde hace cuatro años