Una empresa minera quiere sacar oro al lado de los museos. Las autoridades creen que reabrir las minas les permitirá afrontar la crisis. Justo cuando Tammy Davis, responsable de la Sociedad de Conservación Histórica de Virginia City, empezaba a recuperar algunos iconos históricos para ampliar la oferta turística de la famosa ciudad de la plata, en el desierto de Nevada, llegó la noticia que Comstock Mining Inc., la empresa minera del financiero californiano John Winfield, pretende iniciar explotación minera en Gold Hill, a menos de un kilómetro de los hoteles, museos y salón-bar de la calle principal.
Fuente: La Vanguardia
12/10/2011Con yacimientos de hasta 900.000 onzas de oro –mil millones de euros, a precios de mercado–, Comstock ha reabierto las viejas minas Lucerne y Billy the Kid (Billy el Niño). “Va a ser devastador: estamos repitiendo los mismos errores que en el pasado”, se lamentaba Davis mientras enseña la torre de madera de una vieja mina que quiere trasladar al centro turístico. “La minería es el pasado que nos hizo famosos en Virginia City; ahora dependemos de turismo”, añade.
El pasado ha vuelto como un chiste de mal gusto a Virginia City, cuyo centro turístico pretende reconstruir los años 1850-1860, cuando el descubrimiento de enormes depósitos de plata y oro desató una fiebre minera. Manadas de turistas recorren la calle principal entre carteles de Welcome to Silver City o There’s gold in them thar hills (Hay oro en aquellos montes) y compran recuerdos en la tienda de Gold Strike. Las máquinas tragaperras de los casinos se agrupan entorno a la llamada mesa suicida, donde los mineros decimonónicos perdieron sus ganancias en partidas de póquer. Más arriba, en Millionaires’ Row aún quedan dos o tres de las mansiones que albergaban a los millonarios de la fiebre de plata, los llamados reyes de la bonanza, como John Mackay y James Flood. “En 1849 , la fiebre de oro en California ya perdía fuerza y, de repente, miles de mineros vinieron aquí”, dice Larry Wahrenbrock.
La población se disparó en cuestión de meses desde decenas a 30.000 habitantes. “Esto era el lugar más rico del mundo con 27 millonarios hechos a sí mismos”, añade Wahrenbock, vestido como los mineros de antaño.
Pero la herencia de los años de plata no sólo reside en las mansiones y viejas minas y molinos de extracción de plata y oro que Tammy Davis pretende conservar. Virginia City se encuentra justo en medio de la llamada región novena del sistema Superfund de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), creada para calificar zonas gravemente contaminadas.
Durante la era minera de 1850 a 1890, unas 7.500 toneladas de mercurio, usado en la separación de los metales de la roca, se descargaron en el río Carson , según la agencia. El mercurio es un metal tóxico que no es biodegradable. “No hay problema con el mercurio siempre que no se remueva en el subsuelo”, dice Daan Eggenberger, residente de Virginia City que encabeza las protestas de los vecinos contra las nuevas minas de Comstock Mining. “No han hecho estudios de impacto medioambiental que tengan en cuenta lo que dice la EPA –dice–. Siguen una estrategia de pedir perdón tras el hecho consumado en vez de pedir permiso”.
No es el único ejemplo de la fiebre de oro en un estado que produce ya el 80% de este metal en Estados Unidos. La megamultinacional Barrick Gold –de cuyo consejo asesor forma parte el ex presidente José María Aznar– acaba de anunciar que abrirá dos nuevas minas cerca de sus operaciones en Cortez Hill, en el desierto a medio camino desde Reno a Salt Lake City. Ha levantado ampollas en la comunidad indígena shoshone ya que la montaña minada, Mount Tenabo, se considera sagrada. “Hay una serie de mitos de creación de los shoshone relacionados con la montaña”, dice John Hadder, director del Great Basin Resource Watch, que vigila la actividad minera en Nevada.
Nevada siempre se ha diferenciado de su vecino California por su escasa regulación medioambiental. Es más, sigue vigente en EE.UU. la ley de 1872 sobre derechos mineros en suelo público que permite a empresas mineras comprar tierra en la que quiere minar pagando al Estado federal sólo 2,5 dólares por 4.500 metros cuadrados. “Es una ley absurda que data de los tiempos en los que se quería dar incentivos para colonizar el oeste”, dice Hadder.
La contrapartida es que el Estado federal exige a las empresas mineras rigurosos estudios de impacto medioambiental. Pero Comcast Minian se ha hecho con concesiones en fincas con requisitos de protección medioambiental mucho menores. Las autoridades locales, por su parte, ven una posible salida a su crisis presupuestaria. “Están frotándose las manos en Virginia City; creen que ingresarán un millón de dólares al año en impuestos”, dice Miller.
Como siempre, las empresas mineras cuidan mucho sus relaciones públicas. Grandes vallas publicitarias elogiando la minería sostenible bordean las carretas de Nevada. Pero, “los medios de comunicación de aquí no han investigado lo que pasa con Comstock”, se lamenta Eggenberger. Es una ausencia triste en la ciudad en la que Mark Twain irrumpió como reportero estrella del periódico Territorial Enterprise, donde documentaba “la fábrica terrorífica de matanzas, mutilación y destrucción general” que era Virginia City durante la primera fiebre metálica.