De un modo semejante a lo que ocurrido en 1885 con la Conferencia de Berlín, la República Democrática del Congo (RDC) está en el centro de las grandes ambiciones originadas en potencias económicas mundiales, habida cuenta -entre otros sustantivos recursos naturales- de sus reservas de cobalto.

Por Dr. Juan Francisco Gutiérrez Tellería publicado en Noticias y Protagonistas

13.03.2011Estas reservas representan el 10% de las existencias mundiales relevadas. El gobierno congoleño planea triplicar su producción para 2015, pasando de las más 30.000 toneladas actuales a algo más de 90.000.

Las tres potencias que se disputan el acceso a dicho recurso tienen objetivos muy diferentes. Y también significan opciones económicas de distinto tenor. Por eso la RDC deberá evaluarlas a fin de determinar sus intereses de corto, mediano y largo plazo, en particular en un contexto de año electoral.

Por un lado China, principal productor de metales raros del mundo, se encuentra en la búsqueda permanente de fuentes de abastecimiento seguras y confiables de materias primas orientadas a largo plazo. Algunas cifras para graficar esta situación: el comercio entre África y China se ha multiplicado por siete desde el cambio de siglo, y se espera que la tendencia continúe. Otro dato: según la embajada en Lusaka, capital de Zambia, sólo en ésa ciudad hay registradas unas 300 empresas chinas en minería, construcción y agricultura, con una inversión total de 1.500 millones de dólares.

Al respecto cabe recordar que en fecha relativamente reciente, el gigante asiático suscitó los recelos del mundo occidental luego de la firma de un acuerdo sino-congoleño para el financiamiento de trabajos de infraestructura de base a cambio de la explotación de yacimientos seleccionados inactivos de cobalto, cuya producción comenzaría cuatro años después del lanzamiento del proyecto (22 de abril de 2008). China es el jugador más activo y presente en el terreno, y parte de la infraestructura prometida consiste en la construcción de una línea de fibra óptica de más de 5600 km. por todo el territorio congoleño para facilitar las comunicaciones; además de ferrocarriles (obviamente, con el objetivo principal de extraer los minerales), rutas y hospitales.

Por otro lado, Estados Unidos también considera el cobalto congoleño como un asunto cuya pérdida afectaría significativamente su seguridad, y por ello busca proteger los yacimientos a fin de evitar que “presuntos terroristas” tengan acceso al mismo.

Al mismo tiempo viene de sancionar una ley sobre la trazabilidad de los minerales con la intención de atenerse a normas de extracción de los mismos respetando los Derechos Humanos. Aunque pareciera que su cumplimiento es de difícil contralor, o imposible, ya que los minerales son enviados a terceros países como Ruanda o Malasia y de allí embarcados a los Estados Unidos. Ya varios medios internacionales, como el diario El País de España, han denunciado cómo los minerales, incluso los “nuclearmente sensibles”, transitan sin control desde los países africanos a través de las extendidas redes de corrupción, obviamente financiadas desde los países desarrollados.

En tercer lugar está la Unión Europea. Acaba de publicar una lista de 14 metales raros que considera estratégicos y una iniciativa a fin de evitar su desabastecimiento, con vistas a alentar las inversiones en las minas africanas y asegurar el suministro de productos que la industria europea considera indispensables y críticos, entre ellos el cobalto (del que depende en un 100% del exterior y en un 76% de la RDC). Para ello, la Comisión Europea planea incrementar la cooperación en la investigación geológica y aumentar sus financiamientos en las infraestructuras ligadas al sector minero, a través del Fondo Fiduciario UE-África. También prevé multiplicar los préstamos directos a las empresas mineras y facilitar el otorgamiento de créditos por institución.

Los países desarrollados necesitan asegurar su provisión de metales raros como el cobalto, el tantalio, el selenio, el tungsteno, entre otros, de cara a la fuerte demanda de teléfonos móviles y otros tableros numéricos, de tecnologías verdes, de industrias metalúrgicas para aleaciones complejas y otros mercados en pleno crecimiento que necesitan la utilización de metales difícilmente explotables como éstos. Por supuesto, esta pugna no excluye al viejo y querido “oro negro”, el petróleo, también una deseada presa de los inversores internacionales; al igual que la compra de tierras cultivables, adquiridas con una profunda convicción de estrategia geopolítica y visión de futuro.

Frente al monopolio chino, que reduce sus cuotas de exportación y provoca precios impredecibles, o que simplemente hace subir los precios forzando a la industria mundial a producir en China a cambio de metales a mejor precio, la UE y Estados Unidos buscan nuevas oportunidades. Y África aparece como una zona potencialmente estratégica.

Además de la propia RDC, Sudáfrica, Canadá y Francia realizan estudios de viabilidad para comenzar a producir metales raros. En Gabón, las francesas Mabounié en conjunto con Areva (del mismo origen) también tienen un proyecto concreto con este tipo de metales. Tanzania, Malawi, Madagascar y Kenia son otros países ricos en metales raros, que cuentan cada vez más con presencia canadiense, australiana y otras que luego de estudios de viabilidad proyectan comenzar a producirlos.

Tampoco los “nuevos integrantes de la escena internacional”, los países emergentes como India, Corea del Sur, Malasia, Indonesia, Singapur o nuestro vecino Brasil, quieren quedarse fuera del reparto. En la medida de sus posibilidades -que son muchas, según los volúmenes de reservas acumulados merced a los superávits comerciales de los últimos años- invierten en minería, extracción petrolera, infraestructura, comunicaciones y construcción. Petrobrás, la empresa estatal petrolera de Brasil, ha firmado convenios para la prospección y posterior explotación de las cuencas off-shore en Angola y Mozambique (es decir, en los océanos Atlántico e Índico respectivamente).

Esto supone una importancia estratégica para la región digna de ser tenida en cuenta para el análisis de escenarios futuros y como plataforma de lanzamiento para la relación entre nuestro país y África, tan largamente despreciada. Sobre todo teniendo en cuenta que en los últimos tiempos, y dada el alza internacional del valor de estos recursos, varios países africanos están pugnando por una renegociación de los contratos de explotación minera, actualmente sumamente desventajosos y mucho más acordes con la renta del sector. También en estas inequidades y en los sectores a los que benefician se podría encontrar la respuesta a la pobreza, hasta ahora crónica, de los Estados africanos.