Cuando se suponía que desde hace años no existían los terratenientes clásicos en el Perú, este grupo social hoy se reedita, por ejemplo, en el nada difundido sinuoso accionar de la gigantesca minera norteamericana Newmont, socia del grupo Buenaventura dentro de la minera Yanacocha (Cajamarca), además de mayor productor mundial de oro, en Ipane, Puno.

Por Raúl Chacón Pagán

Lima – 14/03/2010. Ello en virtud de que, por ejemplo, la minera ofreció empleo y una campaña escolar para conquistar la voluntad de los pobladores de Ipane y ganar la licencia social, al estilo de los viejos terratenientes, que a través de dádivas establecían relaciones de clientelismo con sus “vasallos”. Algo en lo cual son expertos todos los equipos de Relaciones comunitarias de las grandes empresas extractivas, en costa, sierra y selva, aunque no siempre tengan éxito, como ya se ha visto en los casos de Islay, Arequipa, y Huancabamba, Piura.

La minera Newmont, que ocupa el lugar 16 entre las 100 empresas más responsables ambiental, social, económica, climática y laboralmente, según la revista Responsabilidad corporativa, ver http://www.gatoencerrado.com.pe/noticias.php?fn_mode=fullnews&fn_id=1459 , también pretende operar en Ticaco, Tacna, generando en las últimas semanas la preocupación de sus habitantes por la posible contaminación resultante.

Lo cierto es que, como parte de Yanacocha, Newmont está dejando un discutible legado ambiental, climático, laboral, económico y social en Cajamarca. Algo que han expuesto públicamente en los últimos años activistas ambientales como el ingeniero de origen alemán Reinhard Seifert, ex presidente del Frente Único en Defensa de la Vida, del Medio Ambiente y de los Intereses de Cajamarca (lo cual le costó la quiebra comercial y casi una decena de sospechosos procesos judiciales), además de la ONG GRUFIDES, fundada por el sacerdote y sociólogo Marco Arana (al cual se le montó en el 2006 toda una operación de espionaje y seguimiento desde una empresa de seguridad vinculada a Yanacocha), y ECOVIDA.

Pero los impactos socioambientales de las gigantescas operaciones (cada día mueve un millón de toneladas de tierra y rocas, aunque oficialmente sólo use 1% del agua dulce) recién se sopesarán mejor años más tarde, cuando la minera ya esté lejos, con sus arcas bien llenas, habiendo dejado algunas sobras en las arcas del Estado. Sobras que de lejos servirán para mitigar los impactos generados, fruto de la radical perturbación del delicado ecosistema de puna. No por gusto la minería aurífera a tajo abierto se prohibió en Costa Rica en el año 2002, algo que está tratando de revertir el actual gobierno liberal de Oscar Arias, con un decreto declarando la mina de oro “de utilidad pública e interés nacional”.

Pero también se prohibió en Turquía (1997); Estado de Montana, Estados Unidos (1998); República Checa, Nueva Gales del Sur, Australia, y Cotacachi, Ecuador (2000); Gunnison, Colorado, Estados Unidos (2001); Costilla, Colorado, Estados Unidos, y Alemania (2002), Chubut, Argentina (2003); y Summit, Colorado, Estados Unidos (2004). Por algo será, mientras que aquí estamos a años luz de hacer lo mismo, siendo un tema nada discutido.

Finalmente, hace cinco años, en Ghana una serie de organizaciones sociales, como la Asociación Wassa de comunidades de Ghana afectadas por la minería (Wassa Association of Communities Affected by Mining -WACAM), le reclamó a Newmont que mejore sus prácticas ambientales y con relación a los derechos humanos, en sus actividades mundiales; y la cancelación definitiva de sus planes de abrir nuevas minas a cielo abierto en tierras de cultivo densamente pobladas de las reservas de bosque de Ghana, Rumania y el cerro Quilish, Cajamarca. Esto último se consiguió, hasta la fecha, gracias a la masiva movilizacion del pueblo cajamarquino, en setiembre del 2004, en defensa de un recurso natural que se torno emblematico de la identidad regional. Algo que Yanacocha, o sea Newmont, nunca aceptó. Y es que pueden ser muy penta responsables a nivel mundial, pero a nivel local-regional lo que más cuentan son los negocios, que desde la época de Fujimori ya sabemos mejor cómo se hacen.

Raúl Chacón Pagán