Con la fuerza de un río bajando de la montaña, la noticia corrió por toda América latina, piedra contra piedra anunciando el asesinato de la líder Bertha Cáceres, una voz fundamental en la denuncia del golpe de Estado que sufrió Honduras en 2009, una voz que potenció la de los pueblos originarios de su tierra, que se enfrentó contra las empresas transnacionales extractivistas que la tenían amenazada. Aunque ahora se intenta cubrir su crimen como un hecho “pasional”, la familia y organizaciones de todo el continente lo relacionan con su oposición al proyecto hidroeléctrico sobre el río Gualcarque que afectaría, sobre todo, a su comunidad, el pueblo Lenca. La pérdida de esta líder que se enfrentaba al mismo tiempo al patriarcado y al capitalismo cruza fronteras tanto como las cruzaba su lucha en contra de las opresiones contra nuestros territorios: el territorio cuerpo de las mujeres, el territorio tierra.
Por Claudia Korol publicado en Página/12
“¡Despertemos¡ ¡Despertemos Humanidad! ¡Ya no hay tiempo! Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de sólo estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal”.
Bertha Cáceres, el 20 de abril del 2015, al recibir en California, el Premio Ambiental Goldman.
“Estamos en las manos del sicariato jurídico y armado. Nuestras vidas penden de un hilo”.
Berta Cáceres para el diario italiano Il Manifesto, publicadas en marzo del 2016
“¡Mataron a Bertha!”. En la madrugada del jueves 3 de marzo, la llamada telefónica de un amigo, confirmó lo que tantas veces temimos. La sentencia de muerte fue ejecutada, y todos los avisos que hizo Bertha en el país y en el mundo, no alcanzaron para detener la mano asesina de los sicarios, que se han multiplicado al amparo del Estado terrorista de Honduras.
Le avisé a Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. “No puede ser”, repetía Norita. Más de una vez viajó a Honduras para respaldar solidariamente la lucha de Bertha Cáceres y del COPINH, frente a la persecución y represión del Estado. Cada vez que Bertha llegaba a la Argentina, donde dos de sus hijos tuvieron que buscar refugio por las amenazas recibidas, acompañaba la ronda de las Madres de la Plaza de Mayo.
“Mataron a Bertha”. “No puede ser”. Toda la solidaridad que intentamos durante estos años fue insuficiente. Se cerró un capítulo maravilloso de nuestra historia reciente, hecho de imaginación, coraje, resistencia, y un espíritu indomable de rebeldía. Bertha Cáceres, dirigente de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras), luchadora del pueblo lenca, una de las líderes fundamentales en la lucha contra el golpe de Estado y en el enfrentamiento a las transnacionales extractivistas del saqueo, el despojo y la destrucción de la naturaleza y de los pueblos ha sido enterrada, entre el dolor de muchas mujeres y pueblos del mundo que la lloran y prometen con rabia continuar la lucha y hacer justicia.
Que tiemble la injusticia cuando lloran / los que no tienen nada que perder.
Silvio Rodríguez
Al día siguiente de su asesinato, cuando Bertha cumpliría 43 años, las embajadas de Honduras en diferentes países eran escenario de actos de repudio. Los pueblos de Nuestra América sabemos que hemos perdido a una de las almas rebeldes de este tiempo.
“Mataron a Bertha”. “No puede ser”. Y aunque es cierto que la lucha sigue, y que de muchos modos Bertha está viva en nuestras resistencias, su asesinato cruel a mano de los malditos sicarios, no puede quedar disuelto en la impunidad.
Bertha era mi hermana. Compartimos luchas acá, allá y más allá. Lo que siento en estos momentos, permítanme decirlo porque lo personal es político, es una furia tremenda, una rabia interminable y un dolor amargo. No quiero, no puedo, no acepto, poetizar el crimen.
En un comunicado realizado por la mamá de Bertha y sus hijas e hijo, decían: “No se puede distorsionar la verdad acerca del crimen que terminó con su vida. Sabemos con certera claridad que los motivos de su vil asesinato fueron su resistencia en contra de la explotación de los bienes comunes de la naturaleza, y en defensa del pueblo lenca. Su asesinato es un intento de acabar con la lucha del pueblo lenca, en contra de toda forma de explotación y despojo. Un intento por cortar la construcción de un nuevo mundo. Las circunstancias de su muerte se dan en medio de la lucha en contra de la instalación del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca en el río Gualcarque, por parte del pueblo Lenca. Pedimos que se esclarezcan las responsabilidades de la empresa DESA que desarrolla el proyecto. Responsabilizamos a la empresa DESA, y a los organismos financieros internacionales que respaldan el proyecto Banco Holandés FMO, Finn Fund, BCIE, Ficohsa, y las empresas comprometidas CASTOR, grupo empresarial ATALA, de la persecución, la criminalización, la estigmatización, las constantes amenzas de muerte en contra de su persona y de la nuestra, y del COPINH. Responsabilizamos al Estado hondureño de haber obstaculizado en gran medida la protección de nuestra Bertha, y haber propiciado la persecución, criminalización, y asesinato; al haber optado por proteger los intereses de la empresa por encima de las decisiones y mandatos de las comunidades”.
Las voces del río
“¿Cómo podrán sostener un enfrentamiento tan desigual contra las transnacionales, Bertha?” Se lo pregunté varias veces. Bertha participaba de una cosmovisión en la que dialogaban las voces de la historia revolucionaria, las voces de sus ancestras lencas, y las voces del río, de la tierra, de los territorios que habitó: “Lo vamos a lograr. Me lo dijo el río”.
Todas esas voces y esos aprendizajes, eran necesarios para enfrentarse con coraje, a enemigos poderosos. El golpe de estado en Honduras abrió el camino para la entrega del país a las corporaciones transnacionales, y para su integración en el Proyecto Mesoamérica (antes Plan Puebla Panamá), que se planteaba entre otros objetivos la concesión a empresas privadas de una gran parte de los ríos de la región, para crear más de 500 represas. En julio del 2012, el Congreso golpista aprobó entre 24 proyectos hidroeléctricos, el proyecto Agua Zarca, que le fue concedido a DESA, propiedad de Fredy Nazar, uno de los hombres más ricos de Honduras. DESA a su vez contrató a la transnacional china SINOHYDRO para desarrollarlo (empresa que fue expulsada de Ecuador por violación a los derechos de los trabajadores, y que enfrentó juicios también en Venezuela por violaciones a los derechos de los trabajadores). SINOHYDRO terminó saliendo de Río Blanco, y el pueblo lenca logró frenar el proyecto. Pero en esa lucha por la defensa del río fue muerto a balazos Tomás García, líder de la comunidad de Río Blanco, y fue herido su hijo Allan. En septiembre del 2013 Bertha y dos compañeros fueron judicializados, en una clara maniobra de desprestigio de ella y del COPINH. En esa oportunidad, en un diálogo sostenido junto a Liliana Daunes en el programa Espejos Todavía nos decía: “En mi caso particular, les molesta el hecho de ser mujer, coordinadora general de COPINH, pero además defensora de una causa indígena. Esa combinación para ellos es inaceptable. Nos están acusando de sabotaje, de obstrucción a la inversión privada, de ataques armados a las instalaciones de la empresa. Están aplicando la ley antiterrorista, la ley de inteligencia, la ley de intervención de la comunicación público-privada, copiada de Colombia. Tenemos intervenidas nuestras comunicaciones. Hay un ensañamiento por el hecho que soy mujer. Pero también a esa carga, desde el poder patriarcal, militar, judicial, económico, político, se añade el racismo, porque es una campaña racista”.
La construcción de la represa fue frenada, pero el 22 de febrero de este año, Bertha alertó: “El gobierno de Honduras sigue siendo cómplice de la violación de derechos humanos del pueblo lenca de Río Blanco y del norte de Intibucá, al respaldar el segundo intento de DESA para construir el proyecto hidroeléctrico ‘Agua Zarca’, sobre el mismo Río Gualcarque, patrimonio natural, cultural, económico y hábitat funcional del pueblo lenca.” Denunciaba que “este proyecto, así como el de 2013, continúa manteniendo ahora, con mucho más apoyo, una estructura militar y paramilitar, enmasacarada con guardias de seguridad, la disposición total de la Policía Nacional, sobre todo la ubicada en la Operación Libertad comandada desde Tegucigalpa, para la cual han asignado fondos públicos, logística, comunicación, personal policial, Policía Militar, y Tigres estructurados, financiados y entrenados por los Estados Unidos”. En el mismo comunicado, Bertha denunciaba a la USAID, como uno de los factores responsables de estas iniciativas.
No vamos a descubrir ahora la doble moral del gobierno norteamericano, cuyo embajador en Honduras, James Nealon, se llegó al velatorio de Bertha en La Esperanza. Pero quisiera recordar en estas notas el debate que realizó Bertha con los gobiernos del continente, cuando en junio del 2011 decidieron el reingreso de Honduras a la OEA. El COPINH se movilizó entonces hasta El Salvador, donde se reunía la Asamblea General. Advertía al respecto, en una entrevista que le hicimos: “Nosotros recordamos a todo el mundo que lo que pasó aquí en Honduras es un golpe de estado criminal y asesino. Estamos manifestando que nadie que se considere abanderado de la democracia puede y debe reconocer a un régimen que surgió de elecciones espurias, en las que la mayoría del pueblo hondureño no participó, y que se dio bajo una represión brutal, y una militarización tremenda”. Casi nadie escuchó esta exigencia.
Una mujer libre
Muchas veces Bertha insistió en la complicidad existente entre el colonialismo, el capitalismo transnacionalizado, y el patriarcado. “No soportan que sea mujer”, repetía una y otra vez. Y tanto no lo soportan, que algunos de los grandes medios de comunicación intentaron presentar su asesinato como un “crimen pasional”, pretendiendo así distraer la atención de los verdaderos responsables materiales e intelectuales.
El ambientalista mexicano Gustavo Castro, quien se encontraba con Bertha en el momento del crimen y resultó herido también por los sicarios, está sufriendo el maltrato por parte del estado hondureño. Como testigo clave del femicidio, ha declarado lo que vio y vivió en esa nefasta jornada. A la hora de regresar a México, fue retenido por las autoridades hondureñas quienes le dijeron que por treinta días no puede salir del país. Las organizaciones de derechos humanos del continente temen por su seguridad y por su vida. A través de una carta pública, Gustavo Castro denuncia que “los sicarios que han asesinado a Bertha y que intentaron asesinarme, siguen en la impunidad, mientras el gobierno pretende socavar la memoria de Bertha, el honor y la lucha magnífica que el COPINH ha hecho por tantos años en la defensa de la vida, los territorios, y los derechos humanos. Vi morir a Bertha en mis brazos, pero también vi su corazón sembrado en cada lucha que el COPINH ha realizado, en tantísima gente que la conocimos”.
Ante las nuevas agresiones COPINH replicó con firmeza. En un comunicado del 7 de marzo señalan: “Reafirmamos la posición antipatriarcal, antimperialista, anticapitalista, antirracista, que marcó la vida de nuestra compañera, y de la organización a la que pertenece. No queremos que esta muerte sea un número más en las estadísticas. Fue un feminicidio por causas políticas, por la defensa del territorio… Exigimos la cancelación inmediata y definitiva de las concesiones y operación de los proyectos hidroeléctricos, mineros y extractivistas de despojo en territorio lenca, en especial el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca en Río Blanco”.
Territorio libre de violencias contra las mujeres
En este 8 de marzo la imagen de Bertha se multiplica en diferentes movilizaciones feministas en el mundo. Porque Bertha era una feminista indígena, popular, que abrió nuevas posibilidades a la lucha antipatriarcal.
Cuando la conocí, pocos meses después del golpe de estado, en una actividad promovida por el COPINH, junto a diversos movimientos populares que se dieron a pensar la refundación de Honduras, Bertha hizo colocar en las paredes de la escuela donde se realizaba el encuentro carteles que decían: “Territorio libre de violencias contra las mujeres”.
Entre las muchas iniciativas que promovió para que ésa no fuera sólo una consigna, estuvo la Corte Popular de Mujeres, donde las mujeres indígenas, víctimas de distintas formas de violencia patriarcal llegaban a dar sus testimonios, que eran transmitidos en directo por las radios del COPINH a las comunidades, promoviendo una sanción social a los victimarios.
Bertha hizo suya la consigna de las Feministas en Resistencia de Honduras, que después del golpe salieron a las calles a gritar: “Ni golpe de estado, ni golpe a las mujeres”.
En un encuentro realizado en Buenos Aires con diferentes colectivas del feminismo popular, ella nos decía que le resultaba más duro en la vida cotidiana enfrentar al patriarcado y a sus modos violentos de control e intervención de los cuerpos de las mujeres, su homofobia, lesbofobia, transfobia, que pararse frente a las empresas transnacionales y a sus ejércitos, paramilitares y policías.
Ese encuentro nos marcó profundamente. Hablamos largamente de la necesidad de luchar simultáneamente contra todas las opresiones y violencias que se ejercen contra nuestros territorios: el territorio cuerpo de las mujeres, y el territorio tierra. Hablamos de la necesidad de defender nuestra libertad, nuestra autonomía, y nuestro deseo, tanto como la libertad del río, o la libertad de nuestro pueblo.
Yo tuve una hermana, que iba por los montes cuando yo dormía
Como parte de su experiencia internacionalista, Bertha fue combatiente del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en la guerra revolucionaria de El Salvador. Cuando terminó la guerra, y se inició el proceso de paz, Bertha volvió a su tierra, en La Esperanza, limítrofe con El Salvador, y se encontró con sus raíces, con la experiencia ancestral del pueblo lenca, con su espiritualidad guerrera. Por eso era muy común verla salir a la visita de las comunidades, con Pascualita, líder espiritual del pueblo lenca.
Sin embargo ella no tenía fronteras. Cuando fue el golpe de estado en Honduras, los “copines” y “copinas”, ocuparon por más de un mes la embajada de Venezuela en Honduras, para impedir que los militares invadieran el territorio bolivariano. También en esos días se movilizaron a la embajada de Chile para reclamar por los presos mapuche. Bertha impulsó las redes contra la militarización, la lucha por la paz con justicia para Colombia, las movilizaciones continentales contra los tratados de libre comercio, por la creación de articulaciones continentales con capacidad de acciones solidaridad concretas y no puras declaraciones. Nos acompañó en el Encuentro Nacional de Mujeres en Bariloche. Fue parte del Tribunal Popular promovido por Pañuelos en Rebeldía y otras organizaciones populares, que realizó en Argentina en el año 2011 un Juicio Ético popular contra las Transnacionales. Pero cuando la buscábamos para una consulta, era común que nos dijeran que estaba sin señal de celular, porque andaba en las comunidades, compartiendo reflexiones, procesos pedagógicos, o realizando ejercicios de reordenamiento territorial.
“Mataron a Bertha”. “No puede ser”. La rabia y la desolación que nos deja su ausencia, no se consuela con palabras. Bertha sabía hacer magia con las palabras, pero más magia con los actos. Termina el comunicado de sus hijas, hijo y su mamá: “Queremos que se respete la integridad de su figura de resistencia. Ella es una eterna luchadora en contra del racismo, del patriarcado y el sistema capitalista opresor y asesino. Su lucha está atravesada por un fuerte antiimperialismo, corroborado constantemente en sus prácticas internacionales y su total rechazo al golpe de Estado financiado y apoyado por los Estados Unidos, que fue el inicio de la entrega del territorio nacional a las empresas transnacionales en detrimento de los derechos del pueblo Lenca y de la población hondureña. Exigimos de manera inmediata y definitiva que se cancele la concesión de DESA sobre el Río Gualcarque y que corra libre el río Gualcarque. Si el gobierno realmente quiere hacer justicia exigimos que se cancelen todas las concesiones mineras, de represas, de bosques y todos aquellos proyectos que atentan contra la soberanía nacional”.
“Mataron a Bertha”. “No puede ser”. Duele. Indigna. Es una sensacion devastadora. Pero intento que esta hondureña tristeza no nos invada todos los centímetros de nuestra piel. La magia de la chamana guerrera nos pide que no aflojemos. Ella no quiere ser bandera. Quiere que hagamos las revoluciones que faltan, para que no muera el río, para que no muera el bosque, para que no haya más femicidios, para que el racismo no siga cobrando su cuota de muertes. Ella sigue repitiendo, ahora desde la urgencia del grito negado: “Despertemos, humanidad”.