Una señora “restriega” con enorme esfuerzo un pantalón encima de una piedra; al lado, una joven hace lo mismo, en sus manos se puede ver la espuma que, como guantes, le cubre ambas manos, mientras alrededor de su cintura el río se mueve lentamente, teñido de un color rojizo que manifiesta una contaminación crónica.

 

Fuente: Diario Co Latino

21/11/2010. En sus orillas descansan unas rocas mudas que son bañadas y coloradas por el agua enferma. Este río que agoniza se llama San Sebastián, se encuentra ubicado en el cantón del mismo nombre, en el municipio de Santa Rosa de Lima, La Unión, y es una de las víctimas más antiguas de la minería en El Salvador. La historia de su sufrimiento comienza en 1904, y su victimario se llama Commerce Group, quienes a fuerza de puño cerrado le han causado un daño casi irreversible. Dicha empresa de origen norteamericano vino al país buscando fortuna en la Mina San Sebastián, esta fue calificada como una de las minas más ricas del mundo, y en el informe de minerales de las Naciones Unidas del año 1969, declaró que “el yacimiento de oro de San Sebastián es la joya de la industria minera de El Salvador”, y añade “es una de las minas de oro más prolíficas de América Central”.

Está mina y la ambición que generó fue la causante de la actual y larga angustia del río San Sebastián, el que en sus entrañas guarda un peligro silencioso para los lugareños y la vida acuática, por los altos niveles de metales pesados que se desprendieron de los procesos mineros, y la lluvia que hace que dichos minerales se oxiden (desprendan ácidos) al entrar en contacto con el aire y el agua, complicando aun más la situación y haciendo que la contaminación se expanda.

El Río San Sebastián es utilizado por los pobladores del lugar ya sea para darse un baño, lavar ropa, usar sus aguas o simplemente cruzar a través de él. Foto Diario Co Latino/Eugenio Castro

Cidia Cortez, bióloga y estudiosa de los procedimientos mineros y sus repercusiones, explica que “cuando hay escurrimiento de la cuenca (lluvia) esta trae consigo todo tipo de metales pesados, que es característico de cualquier actividad minera, y estos metales ponen tonalidades rojas, principalmente el hierro, el cual hace reacción química con el calcio, con una piedra que se llama pirita, y al contacto con el agua y con el aire hace oxidación. Durante el invierno o época lluviosa, el afluente es muy caudaloso, lo que hace que los metales pesados que contiene se diluyan.

“Si tomamos una muestra, lo más probable es que no encontremos metales pesados”, sin embargo, el mineral tiene la capacidad de sedimentarse, lo que hace creer a las personas que el agua está limpia, y la ocupen para las actividades propias de la vida rural. En el verano, o período seco, el río se pone más lento a causa de la sequía, y no existe la posibilidad de dilución, y es cuando el agua toma las tonalidades propias del metal pesado. “En la época seca agarra los colores propios del metal: rojo. Para la gente en invierno hay agua buena, pero en el verano ya no la usan porque es agua mala”. La vida se vuelve imposible en las zonas de mayor contaminación, y es por esto que no se puede encontrar peces, ni ningún otro tipo de especie acuática: “Río abajo no tiene peces, no tiene sapos, no tiene nada, pero río arriba se puede ver a la gente nadando, lavando, porque no está contaminada con el mineral”.

No es sólo el agua que está contaminada, sino también el aire, pues en verano, aseguran los habitantes, hay un fuerte olor del metal dañino, lo que afecta grandemente la salud de los habitantes de la zona. Hasta hace algún tiempo los lugareños no asociaban sus dolencias con el drenaje ácido de la mina, ahora con los diferentes estudios que se han realizado en la zona han empezado a darse cuenta de la influencia de este mal.

Otra de las preocupaciones para San Sebastián es la infiltración de este tóxico en el agua subterránea, asunto que ya es una realidad: “Le hicimos pruebas a uno de los pozos, y le encontramos metal pesado, como parte del escurrimiento de cuenca (agua que se filtra en la tierra)”. Esto obliga a los vecinos del lugar a comprar agua potable en otros sitios. Por otra parte, existe en el río un nivel de acidez de cerca de 3.5 ph, con altos niveles de aluminio, zinc, hierro, manganeso, y otros más. “Este nivel de acidez es como si usted metiera las manos en un jugo de limones, le puede salir algo feo”, describe Cortéz.

Los Sulfuros minerales y sus incidencia

Según un estudio realizado por el Centro de Investigación Sobre Inversión y Comercio (CEICOM), durante el invierno se descarga un caudal ácido de tres litros por segundo, mientras que en verano es de dos litros por segundo, con altos contenidos de Aluminio, Hierro, Zinc, Manganeso, Sulfatos y los sólidos totales, y en menor escala el Arsénico y el Níquel. “Concentraciones que se triplican en el verano, rebasando en más de mil por ciento las normas de calidad internacional de la OPS y OMS”, apunta dicho estudio.

Los metales pesados y su ingesta a través del aire o del agua están asociados a una serie de padecimientos, pero, sobre todo, del sistema nervioso central y de insuficiencia renal, aunque actualmente no existe un estudio objetivo de los trastornos a la salud que pueden causar los metales pesados. Se estima que las enfermedades más frecuentes en el cantón son: insuficiencia renal y cáncer, pero pueden existir otros factores causales. Por otro lado, puede suceder que las generaciones expuestas a la contaminación no desarrollen una enfermedad, sino que el agente portador trascienda de una generación a otra, y se manifieste hasta la tercera generación, siendo su portador genuino el abolengo más próximo.

Los cultivos que se dan en la zona de San Sebastián extraen el agua que necesitan del mismo río, y a la vez, extraen los metales pesados que pasan a las cosechas. Foto Diario Co Latino/Eugenio Castro

El testimonio de Luis Blanco

Luis Alonso Blanco es uno de los obreros que trabajaron para la Commerce Group, extrayendo oro y otros metales de valor económico. Fue ayudante de barretero (sostenía una barra mientras otro golpeaba con un cincel), él cuenta que las extenuantes jornadas eran de aproximadamente siete horas, con horarios rotativos.

Al preguntarle si en esos tiempos las personas padecían las enfermedades antes citadas, declara que: “Sólo padecíamos de gripe y de dolor de espalda, por el trabajo y quizá por el polvillo de la mina”. Blanco afirma que la contaminación del río afecta a toda la comunidad, ya que no tiene vida, en algunas partes no se puede ni lavar la ropa, y en verano es muchísimo peor.

“En la estación seca se ve puro achiote, mancha la ropa y el agua si usted la agarra es gruesa y pegajosa, a los animales no se les puede dar porque no les gusta; no se la toman”, agrega. Asimismo, confirma que el agua de los pozos está contaminada, pues deja una sustancia carburosa en los recipientes que la contiene y no es apta para el consumo humano. “Del pozo sale una nata que deja como ceniza de carburo, si la deja en un traste y la ve día siguiente, tiene una costra bien pegada, como si tuviera muchos días así”.

Los pobladores están conscientes de la contaminación, pues no dejan que los niños se acerquen a jugar, ni menos que la tomen; asimismo, comentan que “sí se pone un zapato en el agua y se deja un par de semanas, el cuero se deshace”.

Los restos de actividad minera pueden ser apreciados en la cima del cerro donde se instaló la compañía extranjera que hoy demanda al país por varios millones de dólares.

La concesión, posterior revocación y la demanda contra el Estado

La empresa estadounidense inició la explotación minera en 1904, sin embargo, se retiró en 1978 a causa de los crecientes conflictos sociales del país, pero regresó en 1985 permaneciendo en actividad hasta el 2001. En el 2003, el entonces Ministro de economía, Miguel Lacayo, concedió permiso de exploración por 20 años, ampliada a tres décadas por el gobierno de Francisco Flores. Durante la administración Saca, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) revocó la concesión a la transnacional después de una evaluación sobre el impacto ambiental que acarrearía la explotación minera en San Sebastián, y con la presión que ejerció y aun ejerce el movimiento social contra la minería de metales en el país.

Luego de está resolución, por parte del Estado Salvadoreño, la Commerce Group realizó una demanda contra este en agosto de 2009, ante el Centro Internacional para la Resolución de Disputas sobre Inversiones (CIADI), institución dependiente del Banco Mundial, y exige a los salvadoreños 100 millones de dólares en compensaciones por pérdidas.

Rafael Cartagena, geofísico e investigador del Instituto de Vulcanología de la Universidad de El Salvador, manifiesta la necesidad que tienen los pobladores de entender los procesos de la minería y sus consecuencias en la vida. “Las compañías mineras, lo que hacen es perforar la corteza terrestre para sacar materiales que hayan estado en equilibrio con su ambiente, estos materiales pertenecen al subsuelo, cuando estos salen a la superficie, al igual que la lava del volcán, trae sustancias que son tóxicas para las personas”.

Cartagena recomienda que el Estado prohiba definitivamente cualquier actividad de minería en el territorio: “Nuestro país es muy pequeño y cualquier acumulación de materiales de la extracción minera causará daño, debido a que nuestra densidad poblacional es muy alta”.

Después de la explotación minera, de llevarse nuestros metales preciosos, contaminar ríos, enfermar a la población, derribar árboles, crear un paisaje árido y una zona de riesgo durante el invierno, cínicamente la empresa exige un pago por hacerle daño a nuestro país, por lo tanto, es mejor preguntarse quien es la víctima, si los salvadoreños o la empresa que se ha enriquecido a costa de nuestro sufrimiento.

Depende de las autoridades velar por la salud de la población de San Sebastián, y al Estado compete la prohibición de estos proyectos que destruyen ecosistemas enteros y que son tan perjudiciales para la vida humana. Foto Diario Co Latino/Eugenio Castro.