A comienzos de julio, un portazo detuvo a la minera canadiense. Gaspar Quintana no quiso recibir los millones que la empresa quería entregar para la construcción de una casa de acogida en Vallenar. “En vista de que los comportamientos de Barrick no han sido los adecuados, por la destrucción en el Valle del Huasco, porque han sido engañadores con la opinión pública, especialmente campesinos, tomé la decisión de que ninguna institución de la iglesia en la zona reciba sus aportes”, afirma la autoridad eclesiástica.
Fuente: El Mostrador
Desde que Pascua-Lama tocó suelo chileno, no sólo organizaciones sociales y vecinos de la Tercera Región se levantaron contra el proyecto minero que consiste en desarrollar una mina a cielo abierto, a más de 4.000 metros de altura en la frontera de Chile con Argentina.
El obispo de Copiapó, Gaspar Quintana, tampoco ha mirado con buenos ojos el proyecto; pero esta vez el portazo de la Iglesia se escuchó fuerte.
La historia es ésta: la Congregación de las Hermanas del Buen Samaritano había aceptado una donación —que según el obispado de Copiapó era de $ 800 millones de pesos— para construir una casa de acogida en Vallenar. Sin embargo, a comienzos de julio, las religiosas debieron echar pie atrás, producto de la molestia del obispo de la región, pero también del obispo de Talca, Horacio Valenzuela, de quien depende jurídicamente el instituto religioso. Las razones eran claras: los resquemores permanentes con la minera por el impacto que este proyecto genera en el Valle del Huasco, según los detractores.
Actualmente la minera tiene dos proyectos en la zona: Cerro Casale, que se encuentra en proceso de evaluación ambiental, que consiste en uno de los depósitos de oro y cobre más grandes del mundo y que en su proceso industrial utilizará más de 900 litros de agua por segundo. También está Pascua-Lama, que está en etapa de construcción y que ha despertado las protestas de la comunidad desde el anuncio del proyecto.
Después que las religiosas resolvieran no recibir la ayuda, en una declaración difundida a nivel local, el obispo señaló a comienzos de julio que no había duda de que la resolución de las “Hermanas del Buen Samaritano es una buena noticia para todos los que tratamos de tener presente que ‘los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural’. Son palabras del Papa Benedicto XVI”, decía la carta.
Barrick God
No sólo la última carta del obispo Quintana ha servido para mostrar lo que piensa del proyecto minero. La autoridad eclesiástica no esconde su rechazo al proyecto ante quien se lo pregunte.
El sacerdote argumenta que el problema nació hace 11 años, cuando él llegó a ser obispo de Copiapó. “Entonces, de común acuerdo con las autoridades y en vista que los comportamientos de Barrick no habían sido los adecuados, por la destrucción en el Valle del Huasco, por los glaciares. En vista de ese comportamiento que no ha sido respetuoso y porque han sido engañadores de la opinión pública, especialmente de campesinos, tomé como decisión que ninguna institución de iglesia podía aceptar ni menos acoger ningún tipo de proyecto que dependiera de la ayuda económica de Barrick”, afirma Quintana.
El obispo cuenta que al comienzo pudo reunirse con altos ejecutivos de la empresa, pero que en ese tiempo quedaron claras cuáles eran las posiciones de cada uno. Según el sacerdote, desde entonces, en relación con el cuidado del medioambiente, no ha visto progresos: “Ha habido control, es cierto, pero no grandes avances. Lo preocupante es el asunto del agua, el hecho de destruir los glaciares, con todo lo que ha significado…. Yo sé que hay mucha plata en juego, es una presa suculenta llevar a plenitud este proyecto, pero cuántos se sacrifican en pos del lucro”, enfatiza Quintana, con palabras que hacen recordar la última Carta Pastoral de la Iglesia, donde se critica el modelo económico y se habla de “usura” y lucro.
Vecinos y dirigentes vecinales apoyan la decisión de Quintana. Rosa Ahumada, presidenta de la unión Comunal de Juntas de vecinos de Copiapó, dice que gran parte del enojo de la comunidad con Barrick sigue siendo con Pascua-Lama y da sus razones: “Es que para todos es como el fin del Valle del Huasco. Los glaciares desaparecen y además no es cierto que el proyecto vaya a favorecer a la comuna porque los empleos no son solamente para las personas de Vallenar. Lo que va a pasar con el agua del sector cuando empiece la explotación es lo complicado, aun más porque este es un sector demasiado dañado por la contaminación”.
Jorge Godoy, del Comité de Defensa del Agua, explica que los principales problemas que existen en la región tiene relación con el recurso hídrico y eso tiene que ver con Barrick, “por haber atravesado los glaciares Toro 1 y Toro 2… al glaciar Esperanza le queda muy poco”, dice Godoy, quien dispara: “Más allá de los lavados de imagen o el marketeo que pretenda hacer Barrick me parece una actitud consecuente de parte del obispado no prestarse para juegos de mercadotecnia”.
La empresa, en cambio, lamenta la decisión que se tomó de no seguir adelante con la donación. “Algunas personas califican como una ‘buena noticia’ que se haya convencido a las hermanas del Hogar de Acogida del Buen Samaritano de que echen marcha atrás sobre nuestro acuerdo para el financiamiento de un hogar en Vallenar. ¿Son estas, de verdad, buenas noticias? Lamentamos, de todo corazón, que esta obra no se lleve adelante. Nuestra disposición a apoyar esta obra es la legítima expresión de un fuerte sentido de compromiso social en cada uno de los trabajadores que integran nuestra compañía y del que todos nos sentimos enormemente orgullosos”, expresó Rodrigo Jiménez Castellanos, vicepresidente de Asuntos Corporativos de Barrick Sudamericana, en una carta pública.