Aunque Mitt Romney lleve en campaña presidencial desde 2006, resulta curioso lo poco que se sabe acerca de los rasgos esenciales de sus negocios. Pero nada los explica mejor que sus estrechos lazos con Monsanto, cuya sucia historia habla de escándalos relacionados con los PCB (policlorobifenilos), el Agente Naranja, las hormonas de crecimiento para el ganado bovino, el aspartamo, los cultivos modificados genéticamente, los herbicidas, lo cual se remonta a los años 1970 y 80.
Por Wayne Barret
Este artículo ha sido elaborado en colaboración con el Fondo de Investigación del Instituto de las Naciones, donde Barret participa en este tipo de informes.
Aunque Mitt Romney lleve en campaña presidencial desde 2006, resulta curioso lo poco que se sabe acerca de los rasgos esenciales de sus negocios. Pero nada los explica mejor que sus estrechos lazos con Monsanto, cuya sucia historia habla de escándalos relacionados con los PCB (policlorobifenilos), el Agente Naranja, las hormonas de crecimiento para el ganado bovino, el aspartamo, los cultivos modificados genéticamente, los herbicidas, lo cual se remonta a los años 1970 y 80. Fue por aquella época cuando Monsanto era el mayor cliente de la empresa de consultoría Romney, Bain & Company, la época en que Romney ayudó a Monsanto en una serie de controversias ambientales.
No sólo tiene importancia que estas cosas salgan a la luz, los negocios de Romney, sino que también se descubren los objetivos corporativos de Monsanto que chocan con los problemas a escala planetaria. Si Romney sale elegido, esta bestia negra del ecologismo tendrá a un amigo situado en un muy buen lugar.
El romance entre Romney y Monsanto comenzó en 1977, cuando recién graduado en la Harvard Law y Business School se unió a Bain, una firma de consultoría que se puso en marcha en Boston en 1973, el mismo año en que Monsanto se convirtió en uno de sus primeros clientes. Uno de los socios fundadores de Bain, Ralph Willard, describió en el Boston Globe en 2007: “Romney ha aprendido los aspectos técnicos del negocio químico tan a fondo que pareciera haber asistido a una escuela de ingeniería en lugar de a una escuela de negocios”, y los ejecutivos de Monsanto pronto comenzaron a acudir directamente a Romney.
John W. Hanley, Director General de Monsanto en ese momento, dijo que estaba impresionado con aquel Mitt de 30 años. Hanley mantenía tal contacto con Romney que el jefe de Romney, Bill Bain, decidió crear Bain Capital como una forma de mantener a Romney dentro del redil: a menos que a Romney se le dejase explotar esta empresa de capital riesgo, Hanley y Bain temían que dejase la empresa. Hanley contribuyó con un millón de dólares como primera inversión de Romney en Bain Capital. Hanley es de hecho el único ejecutivo de Monsanto que ha mantenido lazos con ambas empresas, Bain & Company y Bain Capital, que dan cuenta de todo menos de los dos años de experiencia de Romney en un negocio tan cacareado. Bain y Romney estuvieron en estrecho contracto con Monsanto hasta 1985, cuando del sucesor de Hanley, Richard Mahoney, dice que “los disparó” y Romney asumió un papel más importante en Bain Capital.
Un año antes de que Romney comenzase a trabajar con Monsanto, el Congreso aprobó una ley en 1976 que prohibía los PCB, un monopolio en manos de Monsanto, y que mantuvo a la compañía en una larga serie de litigios durante su relación con Bain. Monsanto también estaba siendo asediado de las acusaciones por el uso durante la guerra de Vietnam de un defoliante en cuya composición entraba el Agente Naranja contaminado con dioxinas. Es lo que un ecologista de Yale calificó como “la operación de guerra química jamás llevada a cabo” en la historia humana, que contaminó a 10 millones de vietnamitas y estadounidenses. Finalmente se llegó a un acuerdo para el pago de 180 millones de dólares como indemnización a 52.000 soldados, en 1984.
El Dr. Earl Beaver, que fue el director de residuos de Monsanto durante el período Bain, dice que Bain era consciente del peligro de los PCB y del escándalo de las dioxinas, porque “percibieron una reacción pública negativa que estaba costando dinero a la compañía”. Así Bain recomendaba “centrarse en los negocios que no habían creado aquellas percepciones”, recuerda Beaver, “comenzando por los productos de las ciencias de la vida basados en la biología”, incluyendo los cultivos modificados genéticamente, así como Roundup, un herbicida muy rentable. “Estos son los productos a los que Bain dio el visto bueno”, afirma Beaver, señalando que Romney era una pieza clave para “la revisión de los datos recogidos por otras personas y desarrollando alternativas”, dirigidas sobre a los “más vanidosos”.
Pero Beaver, quien dejó Monsanto para convertirse en Presidente del Instituto para la Sostenibilidad de Nueva York, dijo que el equipo Monsanto/Bain “no puso el énfasis adecuado en los factores esotéricos o sociales” porque estaban “centrados en los datos financieros del año siguiente”. “Las personas que tienen unos objetivos más amplios”, concluye Beaver, “tienen en cuenta diferentes factores distintos a lo que se cuenta en las secciones de los periódicos”.
El primer producto biotecnológico de Monsanto fue una hormona de crecimiento bovino, que se convirtió en un dolor de cabeza para la empresa, con las vacas paralizadas, los padres preocupados por los efectos en la salud de sus hijos, con el rechazo de los países desarrollados, y finalmente fue prohibido por los minoristas estadounidenses, desde Starbucks a Walmart. Monsanto anunció la invención de la hormona en 1981, en mitad del período Bain, pero no recibió la aprobación por parte de la FDA hasta 1993. En 2008 la empresa abandonó por completo este negocio, vendiéndolo, aparentemente, por mucho menos dinero de lo que invirtió en tecnología.
Y las estrellas de la compañía, el maíz transgénico, la soja, la alfalfa y otras semillas, diseñadas para resistir al herbicida Roundup y aumentar el rendimiento, con los cuales Monsanto está inundando el planeta de conflictos. Recientemente ha perdido dos: uno de ellos en Brasil, donde ha tenido que indemnizar con 2 mil millones de Euros por una demanda de los productores de soja. Monsanto obliga a los agricultores a comprometerse a no guardar semillas para la próxima cosecha, siendo una costumbre agrícola la reventa, cuestión con la que está obsesionada Monsanto, llegando a contratar a un ejército de policías para controlar las semillas.
Mientras que Monsanto puede sacar a relucir su propia experiencia y con la FDA respaldando sus alegaciones de seguridad de sus semillas, hay estudios independientes que vinculan a los alimentos transgénicos con daño en órganos, obesidad, diabetes y alergias. Las ganancias de la Compañía se desplomaron en 2010, y es que las cosechas no rinden según lo prometido por Monsanto. La resistencia por parte de los consumidores ya ha obligado a retirar la patata modificada genéticamente, el tomate, el arroz, el lino y los cultivos biofarmacéuticos. Perú ha prohibido recientemente los productos modificados genéticamente durante diez años y Hungría destruyó todo su maíz transgénico, uniéndose a los noventa países que controlan, restringen o prohíben los cultivos transgénicos, o las importaciones, según el Centro de Seguridad Alimentaria.
La Unión de Científicos Preocupados ha criticado la falta de investigaciones Independientes y a largo plazo sobre la seguridad de los transgénicos, mientras se expande una tecnología por la que estamos apostando sin un examen detenido. El Director de Comunicaciones de Monsanto se encogió de hombros cuando se le expuso este tipo de preocupaciones, y dijo en el New York Times: “Monsanto no debe preocuparse por la seguridad de los alimentos transgénicos. Nuestro interés se centra en el mayor número de ventas posibles. Garantizar la seguridad es cosa de la FDA”. De hecho Monsanto presionó a la Administración Reagan, ya en los años de Bain, para desarrollar un marco normativo propicio y adecuado que sirviese como sello de aprobación.
El cambio fundamental sobre las “ciencias de la vida” se inició en 1979, cuando Monsanto instaló a un biólogo en la Universidad de California, Howard Schneiderman, como Director de investigación y se comenzaron a invertir cientos de millones en biotecnología hormonal y semillas. Los Informes de Monsanto señalan que en torno al año 1981, cuando Bain estaba involucrada en la determinar la dirección estratégica de la empresa, es cuando se estableció el objetivo estratégico de investigación de Monsanto.
Las semillas Roundup Ready están íntimamente ligadas al éxito y seguridad de Roundup. Pero están apareciendo supermalezas que desarrollan tolerancia a Roundup, lo que requiere que se empleen cada vez mayores cantidades de herbicidas, lo que ecológicamente y económicamente es perjudicial para los agricultores. Desarrollado en los años de Bain, Roundup es “supuestamente” biodegradable y no tóxico, pero ya ha habido reclamaciones sobre falsa publicidad en Francia y ha intervenido el Fiscal General de Nueva York. Los estudios también han empezado a vincular a Roundup con cáncer y defectos de nacimiento, lo que parece señalar en la dirección de Lasso, otro herbicida de Monsanto aprobado en la época Bain que tuvo que dejar de comercializarse por riesgos en la salud.
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Fuente: http://www.gmwatch.org/latest-listing/51-2012/14191-mitt-romney-monsanto-man