Probablemente la empresa dirá que ocho de los nueve trabajadores/as muertos eran de empresas contratistas, y así como se externaliza el servicio, se externaliza también la responsabilidad sobre las vidas y los derechos laborales de sus operarios.

 

Por Lucio Cuenca Berger, director OLCA. Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales

El sábado 6 de septiembre a las 2:15 am, Elena Ávila Zepeda murió al perder el control del camión tolva de 100 Toneladas que manejaba. Elena tenía 25 años, era oriunda de Cuncumén, localidad vecina a la minera, y hacía un año que estaba como aprendiz en la faena, siendo contratada hace solo dos meses, a plazo fijo de un año, trabajando doble turno.

Esta joven, mamá de una niña de 6 años, es al menos la novena víctima fatal de Minera Los Pelambres, desde el año 2009 a la fecha, según registros de prensa, o sea, la cifra puede ser mayor. Esto supone un promedio de dos trabajadores muertos al año en la minera de la familia Luksic.

Jaime Godoy, Cristian Quezada y Osvaldo Cortés mueren el 3 de Febrero del año 2009, Reynaldo Sanhueza muere el 1 de Septiembre del 2009, René Arancibia muere el 20 de Agosto del 2010, Esteban Maldonado muere el 31 de Noviembre de 2010, Víctor Vargas muere el 5 de Septiembre de 2012, Uvidio Gómez muere el 20 de Marzo del 2013 y Elena Ávila el 6 de Septiembre del 2014.

No obstante esto, Minera Los Pelambres consigna descaradamente en su web que “la compañía ha reducido a cero sus accidentes fatales durante 2001–2012″. Cuestión respaldada por la Fundación ProHumana, dedicada a promover la “Responsabilidad Social Sustentable”, que en su web informa que Minera Los Pelambres recibió siete premios a la “Excelencia en Prevención de Riesgos 2011″ otorgados por el Consejo Nacional de Seguridad (Corporación privada, sin fines de lucro, creada en 1953 cuyo objetivo principal es fomentar la prevención de riesgos). ¿Cómo se explica esta conducta mafiosa?

Probablemente la empresa dirá que ocho (8) de los nueve (9) trabajadores/as muertos eran de empresas contratistas, y así como se externaliza el servicio, se externaliza también la responsabilidad sobre las vidas y los derechos laborales de sus operarios, mirada que resulta aterradora, más aún conociendo la incidencia que estos actores tienen en las decisiones país. Otro dato relevante es que siete (7) de las muertes ocurren a altas horas de la noche o en la madrugada, dando cuenta no solo de la velocidad vertiginosa con la que extraen nuestras riquezas, pues las operaciones están activas las 24 horas del día, sino que desdeñando lo que esto significa en términos de seguridad y de sanidad de los y las trabajadoras.

Por eso resulta tan aberrante que la Ministra Aurora Williams salga en la prensa señalando: “Este accidente sin duda es un hito triste en la historia del país, porque es la primera vez que muere una mujer en actividades propias de una faena minera. Es un hecho que va a ser recordado y necesariamente debe servir para aprender y mejorar los estándares de seguridad”. Pues claramente no hay voluntad de aprendizaje… las muertes suman y siguen en la alta cordillera y aún no hay ley que regule la minería en altura, no hay normas que prohíban trabajar de noche para garantizar la seguridad del/la trabajador/a antes que la tasa de ganancia de la transnacional de turno… en fin no hay ninguna señal que dé cuenta de voluntad de aprendizaje, casi como si se asumiera que en los “jugosos” sueldos de los trabajadores fuera incorporado el riesgo y el deterioro a la salud que estos empleos, promovidos insistentemente por las políticas estatales, traen consigo.