Ana María Martínez, religiosa española de la congregación Misioneras de Jesús, María y José, comenzó a protestar contra el proyecto aurífero de Barrick Gold en 2005, pero asegura que el documento de Brasil ayudó a encender los ánimos en el valle del Huasco, donde vive desde hace 35 años. Desde la Pastoral Salvaguarda de la Creación organizada por el obispo Gaspar Quintana organiza la acción de un grupo de fieles para detener lo que considera una amenaza clara para las personas y el medio ambiente. “Tenemos las fuerzas puestas en defender la creación y la vida del valle. Es lo que Dios nos regala, y tenemos que defender la dignidad de los más pobres, de los pequeños campesinos”, dice la mujer, de 60 años, quien asegura que la empresa canadiense ha usado todo su poder para engañar a los pobladores.
El obispo de Aysén, Luis Infanti, conoce con detalle la ruta que une Coyhaique y Puerto Gala: hay un tramo de más de seis horas a bordo de un barco donde la vista panorámica regala agua y bosques a destajo.
El paisaje invade su ánimo de serenidad, pero ese día de invierno de 2006 llegó inquieto a su casa. Se sentó en una vieja silla metálica y en medio del desorden de papeles que adorna su escritorio, donde sólo él puede encontrar lo que busca, empezó a escribir con un lápiz de pasta.
Quince días después se conoció el resultado: una carta que llevaba por título “Aysén: agua y vida”, en la que formuló 15 preguntas a la comunidad, motivando a una reflexión con una visión ética y espiritual del tema del medio ambiente y, sobre todo, del recurso hídrico.
“¿Sabes quiénes son los principales propietarios de los 'derechos de uso de aguas' de nuestra región, cuándo y a qué precio los consiguieron?”, decía una de ellas. “¿Serán compatibles las megarrepresas con el desarrollo sustentable de la región y del país?”, cuestionaba otra.
La repercusión de esa primera carta lo impactó: calcula que a su casa llegaron más de cinco mil respuestas sólo de la región. Según el censo de 2002, Aysén tiene 91 mil habitantes.
La iniciativa del sacerdote no es casual y está lejos de responder a un antojadizo interés personal por figurar como garante ecológico en la zona. La Iglesia se ha trazado como política institucional resguardar el medio ambiente y proteger a la comunidad de eventuales desastres ecológicos que puedan provocar las empresas que explotan los recursos naturales, y así lo dejaron claro los obispos de Latinoamérica y El Caribe en la Quinta Conferencia del Episcopado realizada en Aparecida (Brasil) en mayo del año pasado.
El documento no sólo hizo hincapié en la necesidad del desarrollo sustentable, sino también en la participación activa de la Iglesia. En el episcopado chileno caló hondo el mensaje; tanto, que algunas diócesis han organizado pequeños grupos de trabajo dirigidos a “resguardar el medio ambiente”, o han creado instancias más relevantes: hace dos meses, en Villarrica se levantó la Pastoral para el Medio Ambiente.
Aunque el objetivo de esta nueva cruzada es resguardar derechos generales de la comunidad, en algunas ciudades de Chile, sacerdotes y religiosas trabajan a toda máquina para obstaculizar la instalación de millonarios proyectos específicos, como las represas de Hidroaysén o el proyecto minero Pascua Lama, una maniobra que podría complicar al Gobierno y también a conspicuos empresarios.
Desde que se publicó el texto de Aparecida, la avanzada verde de la Iglesia ha encontrado eco principalmente en las diócesis de Copiapó y Aysén, donde se han organizado seminarios, foros e incluso los religiosos han salido a la calle a protestar. Están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias. Aunque sea en el nombre de Dios.
BARRICK GOD
Ana María Martínez, religiosa española de la congregación Misioneras de Jesús, María y José, comenzó a protestar contra el proyecto aurífero de Barrick Gold en 2005, pero asegura que el documento de Brasil ayudó a encender los ánimos en el valle del Huasco, donde vive desde hace 35 años.
Desde la Pastoral Salvaguarda de la Creación organizada por el obispo Gaspar Quintana organiza la acción de un grupo de fieles para detener lo que considera una amenaza clara para las personas y el medio ambiente.
“Tenemos las fuerzas puestas en defender la creación y la vida del valle. Es lo que Dios nos regala, y tenemos que defender la dignidad de los más pobres, de los pequeños campesinos”, dice la mujer, de 60 años, quien asegura que la empresa canadiense ha usado todo su poder para engañar a los pobladores.
“Pusieron propaganda en todas partes: televisión, diarios, radios, repitiendo que ellos respondían a la minería responsable, ofreciendo más trabajo. ¡Tapaban muros enteros! Con la plata se puede hacer todo”, se queja.
La primera manifestación en contra de Pascua Lama convocada por el grupo que integra Ana María fue el lunes santo de 2005, en Vallenar. Llegaron sólo 500 personas, lo que fue considerado toda una hazaña. Repitieron el éxito el 4 de junio de ese mismo año, pero aquella vez reunieron tres mil manifestantes.
Desde entonces ha habido protestas más pequeñas, porque “la Barrick fue comprando conciencias después de la marcha”, asegura la religiosa, que hoy trabaja con 15 personas en la capilla Virgen Inmaculada de Villa Concepción, en Vallenar.
Las aprensiones de la hermana Ana María, como es conocida en la zona, no sólo son contra la empresa, sino también contra el Gobierno. “El pueblo se tiene que levantar entero, porque si el pueblo elige a sus gobernantes, el Gobierno no puede vender Chile, y tiene la cordillera vendida. Esto es un proyecto que las autoridades han aprobado y eso no se puede desconocer. Barrick había destruido hasta el 70% de tres glaciares antes de empezar a trabajar, era para decirles que se fueran”, reclama.
Ana María dice que la próxima protesta será en junio, esta vez contra las mineras que han secado el río en Copiapó.
Los reproches del padre Guido Castagna van en el mismo sentido: “Barrick ha comprado apoyo, ofreció 60 millones de dólares a la gente, pero no les dice que ellos van a ganar 11 mil millones de dólares”, dice el párroco de la Inmaculada Concepción de Vallenar. El sacerdote italiano, que lleva siete años en Chile y seis en la diócesis de Copiapó, explica que la Iglesia tiene el deber de ayudar a estas comunidades.
“Más que contra Pascua Lama, subrayamos el valor de la vida. Hay un tema muy delicado con los glaciares y la falta de agua, hay proyectos de la megaminería que han causado esto y debemos proteger a la comunidad. Lo luchamos desde las enseñanzas de Jesucristo”, dice.
PECADO Y REDENCIÓN
Villarrica es quizás el lugar de Chile donde las conclusiones de la reunión de obispos en Brasil dio un golpe más fuerte. Guiados por el documento de Aparecida, el obispo de esa diócesis, Sixto Parzinger, ordenó la creación de la Pastoral del Medio Ambiente. “La primera en Chile”, comentan en el Arzobispado de Santiago.
Este organismo se ha convertido en el intento más concreto de la Iglesia por extender la teoría del desarrollo sustentable y la explotación responsable como si fuera una lección del Evangelio. Hace dos meses constituyeron este equipo con seis personas entre fieles y laicos.
El primer objetivo es lograr que influyentes actores de la zona comprendan el nivel de los conflictos ambientales como la escasez de agua y luego compartir este debate. De hecho, los cerca de 40 sacerdotes de Villarrica se van a reunir el 7 de mayo en el Obispado de esa ciudad.
Sin embargo, lo que más preocupa a la zona actualmente es lograr impedir los proyectos hidroeléctricos que SN Power, Endesa y Colbún quieren llevar a cabo en Panguipulli, Reyehueico, Pellaifa y Liquiñe.
Álex Martínez, párroco de Malalhue y asesor de la pastoral, dice que la Iglesia acompañará en todo momento las protestas contra estos proyectos porque las consecuencias que traería son nefastas. “Habrá inundaciones en extensos territorios y se va a dañar la diversidad única en el mundo.
Lo otro malo es que el caudal de los ríos se verá disminuido hasta en un 70%, van a peligrar las fuentes termales y habrá una pérdida de lugares de carácter cultural como cementerios o altares donde se hace el nguillatún. Se va a ver perjudicado el turismo. El desarrollo de la comunidad tiene que ser sustentable”, reclama el sacerdote.
A 26 kilómetros de Villarrica, el Obispado de Temuco trabaja el tema medioambiental a través del Departamento de Acción Social (DAS). Su foco de acción en terreno es el mundo rural, que poco o nada sabe defenderse de los monstruos industriales. Así han visto desaparecer los territorios cordilleranos que colonos e indígenas disponían para el pastoreo de los animales , disminuir el bosque nativo y menos agua bajo el puente.
Rony Pantoja trabaja en el DAS del Obispado de Temuco y encabeza el Consejo de Certificación de Leña. Es laico, pero labora en nombre de Dios, y entre sus mandamientos está entregar capacidades a los actores sociales para dialogar en forma más informada con las autoridades y las empresas. Evitar, en otras palabras, que los pasen a llevar.
“No queremos que la población asuma los costos ambientales de los grandes negocios”, cuenta Pantoja. La cruz de Temuco es la industria de celulosa. “Genera mucha riqueza, pero no se refleja en ningún entorno local. Esa es su tremenda deuda”, apunta, ya que para él, básicamente deja los costos ambientales.
“Donde se instalan las industrias hay niveles altos de contaminación y se generan déficit hídricos, hay impactos locales, como el uso de caminos y de sectores que antes eran de los campesinos e indígenas y ahora no pueden ingresar”.
La redención de las empresas apenas alcanza para mitigar los impactos negativos y aplicar políticas de buen vecino. “Les pedimos mucho más: que generen capacidades, se inserten en el desarrollo local y que no basen su discurso en que el pago de impuestos basta”.
Entre las firmas, Pantoja nombra a dos que están en el reino de las papeleras: el grupo Arauco y la CMPC. “No somos activistas ni contestatarios: los invitamos a negociar y a adoptar modelos de desarrollo distintos. Ese es nuestro rol como Iglesia. No podemos exigirles que se vayan; eso es una utopía”.
LA PATAGONIA VENDIDA
Luis Infanti nuevamente pasa las horas sentado en su escritorio. Ahora hay más papeles que hace dos años; si la primera carta tenía dos hojas, la que prepara para este año suma casi un centenar y un rosario de sentencias inmisericordes: “En los últimos años la Patagonia ha sido vendida”, dice uno de los manifiestos que dan el punto de inicio a esta nueva misiva. “Estas grandes inversiones que afectan a la Patagonia dejan bien poco a la gente de la zona.
La política económica actual de Chile posibilita que quien tiene plata invierta fácilmente donde quiera, como quiera y cuando quiera. No hay límites. Hay una política económica neoliberal que facilita que la riqueza natural de la Patagonia sea comprada con mucha facilidad, y en otros países no existe esa facilidad para explotar las riquezas naturales a precio de huevo”.
El obispo insistirá en el agua, ese elemento que en las iglesias es recurso purificador y fuera de ellas es más que eso. “Si es un elemento indispensable para la vida, no puede ser motivo para negocio ni propiedad privada de unas pocas empresas. Menos aún puede ser un monopolio, que es lo que está ocurriendo en Chile, infringiendo la Ley Antimonopolio. Se puede convertir en una nueva forma de esclavitud”.
La cavilación de Infanti pretende alcanzar el cielo y lograr lo imposible: una reflexión en la comunidad que lleve a un cambio en la Constitución. En su carta dirá que la biblia de los laicos ha orientado al país hacia un neoliberalismo brutal, que las autoridades del país no pueden hacer nada frente a los dueños del capital y que, por el contrario, bailan al ritmo de la misma Carta Magna.
“La Constitución que nos rige fue hecha en una dictadura y su base refleja una política de esos tiempos. El liberalismo económico es también una manera dictatorial de esclavizar pueblos y la naturaleza”.
Infanti llegó por primera vez a la región en los años sesenta como seminarista. En 1996 fue la última vez que desempacó las maletas. En el aire que respira en Coyhaique el obispo huele algo de rabia y desamparo. La bendición que algunas autoridades del Gobierno el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, fue el último en comulgar con esa causa entregaron al proyecto de cinco represas que planea la sociedad HidroAysén de la española Endesa y la eléctrica Colbún, del clan Matte, fueron como latigazos para los habitantes de la zona. El religioso condena esa trasgresión.
“Este proyecto es para producir energía y Chile no tiene una política energética”, apunta. “Las autoridades del Gobierno han manifestado su apoyo al proyecto de manera irresponsable… y digo irresponsable para ser respetuoso. La gente lo sintió ofensivo porque las autoridades no escuchan los planteamientos de los que tienen una postura distinta y que van más allá de intereses grupales o personales. Estamos hablando de la protección a la naturaleza, y echarla a perder afecta especialmente a los más pobres. Es un tema ético”.
No hay milagros energéticos. Infanti sabe que existen alternativas menos contaminantes y sustentables, pero que requieren un esfuerzo mayor para desarrollarlas. El pecado es según él que ese interés y ese don se esconden bajo tierra. “Chile tiene un potencial enorme; por ejemplo, energía solar o mareomotriz. Sin embargo, el Estado no hace estudios sobre eso y sí crea comisiones para estudiar la energía nuclear, lo que es grave… Es inconcebible que siquiera se pueda pensar en esa energía, más si Chile es un país sísmico”.
Infanti no condena a HidroAysén. Asegura que la carta que prepara con tanto entusiasmo no va en contra de nadie en particular, sino que entrega elementos de juicio “para que la comunidad haga su proceso de reflexión y tome sus propias decisiones”. Como si fuera obra de Dios, el obispo ha coincidido en algunas oportunidades con el gerente general de HidroAysén, Hernán Salazar, y han intercambiado algunas palabras. “Él sabe que estoy haciendo esta carta y que el tema del agua me preocupa. ¿Qué me dijo? Que les parecía bien”.