China, el principal productor de una veintena de elementos como el lantano llamados tierras raras, imprescindibles para la industria tecnológica, ha reducido su exportación aduciendo razones medioambientales. Consecuencia: los precios se han disparado.

 

Foto: El polvo fluorescente, que contienen las bombillas de bajo consumo, ha pasado a cotizarse en Shangai de 32 euros el kilo en enero pasado a 271 en junio.

Fuente: diario El País

29/09/2011. Hasta hace poco casi nadie las conocía, pero ahora están en boca de todos. De la noche a la mañana, las tierras raras han cobrado mayor importancia que el oro, y su control se ha convertido en razón para una guerra comercial sin cuartel que ya ha llegado incluso a la Organización Mundial del Comercio. Los lantánidos verdes se han convertido en los metales más codiciados en el mundo hipertecnológico del siglo XXI. Ser poseedor de materias primas clave siempre ha sido una importante ventaja comparativa, pero en este caso la situación es extraordinaria.

Se utilizan en automoción (vehículos híbridos y eléctricos), producción de aparatos electrónicos y, en sanidad, permiten que las máquinas de resonancia magnética disminuyan su peso a una décima parte

Se trata de una veintena de elementos utilizados en la producción de todo tipo de aparatos electrónicos. Son vitales en la automoción experimental, sobre todo en vehículos híbridos y eléctricos, y la industria militar hace uso de ellos en los sistemas de guiado de misiles, por ejemplo. También ayudan a salvar vidas, ya que permiten que las máquinas de resonancia magnética, las más sofisticadas en la detección de tumores y otras afecciones, reduzcan su peso a una décima parte y sean mucho más fáciles de transportar. En definitiva, las tierras raras sólo tienen un problema: más el 90% de la producción se da en China.

Y el gigante asiático, que hasta hace poco los comercializaba, en palabras de un editorial del diario oficialista Global Times, “a precio de patatas”, ha decidido sacarles mayor provecho. Así, el año pasado redujo casi en un 40% la cuota destinada a la exportación, provocando el pánico de los mercados y la ira de varios gobiernos. A pesar de las palabras conciliatorias de sus dirigentes, el país ha agravado la medida a primeros de este año con una reducción adicional del 11%.

Consecuentemente, como sucede siempre que la demanda -que crece un 5% anual- supera a la oferta, los precios se han disparado. Por ejemplo, el polvo fluorescente, que se utiliza en bombillas de bajo consumo y que contiene tierras raras como el lantano y el cerio, ha pasado de cotizarse en el Mercado de Metales de Shanghai a 300 yuanes (32 euros) el kilo en enero, a los 2.500 yuanes (271 euros) que se pagaban en junio. Así que, según el diario China Daily, muchos productores de bombillas han decidido frenar la producción a la espera de que la materia prima se deprecie. Otros minerales, como el óxido de cerio, cuestan fuera del Gran Dragón más de 78.000 euros por tonelada métrica, cuatro veces el precio que tiene en sus dominios.

Todo apunta a que los productores de bombillas van a tener que esperar. Porque hace dos años China aprobó la ‘Hoja de ruta de la industria de Tierras Raras 2009-2015’, un documento que pasó desapercibido pero que ahora se comienza a apreciar en su justa importancia. El texto incluye la necesidad de disminuir la producción para elevar los precios, un efecto que se acentúa por el incremento en los aranceles que gravan estos minerales -hasta superar el 40%-, algo que terminará repercutiendo directamente en los consumidores del todo el mundo. Es una vertiente más de la exportación de inflación que ha comenzado China.

No obstante, el Partido Comunista asegura que la razón de las restricciones a la exportación -el año pasado produjo en torno a 120.000 toneladas, de las que 30.258 acabaron fuera de sus fronteras- es medioambiental. La extracción de las tierras raras es muy contaminante, y, dicen los dirigentes, China busca un desarrollo sostenible. Pero las empresas tienen una visión muy diferente del problema. Algunos ejecutivos nombrados por el diario The New York Timesaseguran que lo que busca el gigante asiático es impedir la expansión de industrias clave fuera de China, un país que consume el 60% de la producción total mundial de tierras raras. Para evitar los impuestos que gravan su exportación, algunas compañías ya han hecho las maletas y se han establecido en la tierra de Mao a pesar de que temen la transferencia tecnológica y el robo de la propiedad intelectual.

Sin duda, este es un monopolio extraño, porque el gigante asiático sólo cuenta con un 36% de las reservas mundiales de estos elementos. Algunos países, como Japón, ya buscan proveedores alternativos, pero construir la infraestructura necesaria para extraer las tierras raras lleva su tiempo. Y, efectivamente, esta minería es altamente contaminante, razón por la que hace ya tiempo que los países más desarrollados abandonaron su producción. Al fin y al cabo, como sucedía con muchas otras cosas, China las estaba vendiendo a precio de patatas.