Hace algún tiempo escribí un artículo titulado “¿Más energía o más desperdicio?”, en el cual analizaba que la necesidad de hallar nuevas energías, sobre todo las llamadas “verdes” o “limpias” obedecía, por ese entonces, al imperativo de contar con más fuentes, que permitiendo la continuación de nuestros crecientes requerimientos energéticos basados en aquéllas, fueran, por otro lado, ecoamigables, o sea, redujeran el impacto contaminante y destructivo en el medio ambiente.

Por Adán Salgado Andrade especial para ARGENPRESS.info

16/05/2012. Sin embargo, ahí mismo mostré cómo prácticamente la totalidad de energías limpias tenían un problema y es el que su influencia es tan limitada que cubren un muy reducido porcentaje de los requisitos de la actual sociedad de alto consumo y desperdicio energético. Y no sólo no alcanzan a cubrir cuestiones tales como combustibles o generación eléctrica, sino que el costo, muy por encima de aquél de las energías basadas en combustibles fósiles, las ha hecho en muchos casos poco funcionales, sobre todo para este capitalismo salvaje, que privilegia los bajos costos y las altas ganancias, sin importar las consecuencias que sean.

Otra conclusión a la que llego en el trabajo mencionado, es que tampoco habrá fuentes energéticas que alcancen si se insiste, como se sigue haciendo, en aumentar el consumo de energía, en lugar de reducirlo. Cada año se incrementan considerablemente los consumos industriales, de transportación, de electrificación, agrícolas… en fin, de cuanta actividad emplea alguna fuente energética y no tanto porque sea en proporción directa al crecimiento de dichas actividades, sino que crece también el desperdicio. Por ejemplo, el que se haya impuesto como modelo económico el de la sociedad de hiperconsumo ha ocasionado, entre otras cosas, que los productos adquiridos sean cada vez menos duraderos, así que se deben de cambiar más rápido, algo ideal para el sistema, el que a propósito ha creado esos limitados tiempos de vida útil, con tal de vender más e incrementar las ganancias (ver en este mismo blog mi artículo “La obsolescencia programada, el deliberado acto de diseñar productos defectuosos, de desperdiciar más y de destruir el medio ambiente”, en el que analizo los dramáticos niveles de desperdicio y de basura a los que hemos llegado, sobre todo en la llamada basura electrónica – e-waste -, de la que cada año se producen millones de toneladas).

Por otro lado, la absurda tendencia de hacerlo todo desechable, empaques, botellas, cámaras, anteojos… también incrementa las necesidades energéticas asociadas al desperdicio que esa irracional tendencia implica (y es algo que nos remite a los tiempos de antaño, cuando se debía llevar el envase vacío de refresco, que era retornable, para comprar otro, o la canasta para meter el pan, la bolsa del mandado y otras cosas que no implicaban desechar y tirar a la basura una vez consumido el producto). Súmese a eso que el reciclaje no llega ni al 25% en los países que más lo hacen y el problema de contar cada vez con más y más fuentes energéticas tiende a crecer exponencialmente (además, también el reciclaje requiere de energía y bastante).

Encima, muchas de las energías “limpias”, ni lo fueron, limpias, además de que originaron otros problemas, como los biocombustibles, los que para producirlos emplean cereales, sí, comida, que en un mundo hambriento como este (más de tres millones de niños mueren cada año por desnutrición o falta de alimentos), resulta completamente aberrante. Eso, el emplear maíz o soya, por ejemplo, es la causa de que se hayan agudizado más los problemas de escases de alimentos y hambrunas, además de que al haber combustión, de todos modos son igual de contaminantes que los combustibles obtenidos del petróleo.

Así, las energías limpias más prometedoras resultaron ser la eólica y, sobre todo, la solar y lo serían aún más cuando la infraestructura empleada para fabricar los componentes para producirlas, tales como los generadores movidos por el viento o las celdas solares, fueran también fabricados con tales energías, lo que hasta ahora no ha sucedido así o ha sido mínimamente (el impacto actual del empleo de las energías solar y eólica en el mundo no llega ni al diez por ciento).

Justo en Estados Unidos, en el año 2007, cuando en su búsqueda de nuevas energías que resolvieran el déficit provocado por sus, entonces, declinantes reservas de petróleo – que implicaban depender más de las importaciones, sobre todo de países árabes, muchos de ellos cuestionablemente estables en sus regímenes gubernamentales -, decidió apostar recursos tanto privados (venture capitals), así como públicos, para el desarrollo de energías verdes y renovables. Bush, por ejemplo, estableció como mandato que en el 2015 casi la totalidad de los combustibles empleados en Estados Unidos serían producidos de cereales, pero en ese entonces ignoraba que para producir soya o maíz suficiente se requerirían varias veces la superficie cultivable de Estados Unidos, algo totalmente imposible. Así, las energías más prometedoras resultaron ser la solar y la eólica, como ya dije.

En cuanto a la solar, en el año 2007, con los altos precios que alcanzó el barril de petróleo (de unos 70 dólares), y su reflejo en la producción de electricidad, fue en la que más empeño se puso para su desarrollo. Tuvo también mucho que ver que hubo una especie de generalizada conciencia ecologista, sobre todo en importantes personajes. Al Gore, por ejemplo, provocó una importante reflexión con su documental “Una verdad incómoda” (An inconvenient truth). Inversionistas como el millonario John Doerr, buen amigo de Gore, dio el 8 de marzo del 2007, un conmovedor discurso en el que expuso que su hija adolescente le había planteado que realmente dependía de la generación de Doerr el resolver los graves problemas ambientales que su irresponsabilidad había provocado. Aquél derramó incluso lágrimas y se comprometió a impulsar una empresa que desarrollara una tecnología lo más eficiente posible para aprovechar la luz solar.

Todos esos factores, además de un programa gubernamental que tenía como cometido el apoyo público para el desarrollo de energías limpias, dio como resultado el surgimiento de empresas como Solyndra, que en su momento representó un hito tecnológico de Estados Unidos, que prometía un halagüeño futuro en cuanto al desarrollo y consolidación de celdas solares. El potencial de la energía solar es alto, dado que con una hora de luz solar, de poder capturarse y emplearse, se podría dotar de la energía necesaria a todo el planeta durante un año. El problema es que todavía no existían en ese entonces tecnologías realmente eficientes que pudieran aprovechar la totalidad de la energía solar… y tampoco existen actualmente.

Sin embargo, Solyndra parecía una prometedora empresa que fabricaría revolucionarios paneles solares, más eficientes y, se suponía, más baratos que los diseños existentes hasta entonces. Fundada por el doctor en procesamiento de semiconductores Chris Gronet, que se había desempeñado hasta entonces como gerente general de la empresa Applied Materials, empresa que provee de equipo y software a empresas fabricantes de semiconductores y tecnología solar, aquella compañía de inmediato recibió apoyos tanto de inversionistas privados, así como, lo mejor, del gobierno. Y tocó a la por entonces flamante administración de Barack Obama brindar financiamiento y cuanto estímulo fiscal y administrativo existiera a Solyndra, de la cual, Obama dijo, en una ocasión que visitó sus instalaciones, en mayo del 2010, que la empresa representaba “una máquina de crecimiento económico. El futuro está aquí”. Por desgracia, luego de esa visita, que poco tiempo después resultó ser un fiasco para la imagen de Obama, la empresa enfrentó diversas circunstancias adversas que la hicieron quebrar.

Para empezar, aunque el diseño propuesto por Gronet era más eficiente que las celdas convencionales (éstas, sólo logran transformar en electricidad apenas el 20% de la radiación solar que absorben) y aprovechaba más la energía solar desde cualquier ángulo, estaba hecha de cuatro materiales, sustitutos del sílice, el que por entonces se había encarecido demasiado debido a la inesperada demanda de paneles solares (como dije, era la moda tener conciencia ecológica). Su precio había pasado de $50 dólares por kilogramo en el 2004 a más de $300 en el 2008. Gronet basó su modelo en cobre, indium, galio y selenio o CIGS, como se denominó a la combinación de materiales. Y aunque eran un poco menos eficientes que el sílice, eran más baratos. No contó Solyndra con que al poco tiempo, en el 2010, el sílice volvió a bajar muchísimo de precio, a menos de $30 dólares por kilogramo, lo que hizo de su compuesto algo caro e impráctico.

En segundo lugar, el impulso de la energía solar y de otras energías limpias, se debió no sólo al generalizado espíritu ecologista imperante en Estados Unidos en esos años, sino que el capitalismo salvaje, siempre ávido del siguiente gran hito tecnológico que le permita hacer buenos negocios y obtener jugosas ganancias, vio en las nuevas empresas “verdes” una muy buena oportunidad de inversión. El problema fue que, a diferencia de otro tipo de compañías, como las dedicadas a desarrollar aplicaciones para el Internet, por ejemplo, las empresas como Solyndra, dedicadas a la fabricación, en este caso de paneles solares, que además eran basados en un nuevo modelo, requerían de verdaderas fábricas, con equipo y maquinaria pesada, y no sólo de una habitación rentada con computadoras y conexión a Internet. Además, son inversiones que tardan, al decir de los analistas, por lo menos diez años en recuperar la inversión y dar ganancias. Pero, además, el problema de Solyndra fue que basó su modelo en supuestas ventajas que duraron muy poco tiempo, como el sílice caro y que el costo de la electricidad también era elevado, dada la escases de los combustibles fósiles que poseía Estados Unidos. Así, si las ventajas iniciales se hubieran mantenido, de todos modos la inversión, sobre todo de los capitales privados, hubiera requerido tiempo para recuperarse y dar ganancias.

Pero al terminar esas ventajas competitivas, la empresa no pudo más y se declaró en bancarrota, perdiéndose las inversiones privadas y públicas, lo que desanimó a otros inversionistas privados a seguir metiendo dinero en empresas dedicadas a producir elementos para las energías limpias. Fue cuando, repentinamente, ese “espíritu ecologista” se esfumó. Como ven, así de convenenciero y voluble es el capitalismo salvaje.

En tercer lugar, dado que la tecnología para producir electricidad a partir de las celdas solares es conocida desde hace tiempo (ya en 1954, los Bell Laboratories inventaron una muy eficiente celda solar), con los años no sólo se fue perfeccionando, sino facilitando su fabricación, de tal forma que actualmente son tan relativamente fáciles de producir que incluso empresas que nada tienen que ver con la industria eléctrica las pueden fabricar. Por ejemplo, por ese entonces, Arno Harris, gerente de la empresa eléctrica Recurrent Energy fue contactado justamente por una empresa china fabricante de textiles, para ver si tenía interés en los paneles solares que tal empresa estaba por comenzar a fabricar. Así que si una textilera china podía fabricar paneles solares, el sofisticado y costoso equipo montado por Solyndra, que encareció aún más las celdas que producía, no podía competir más. En efecto, la fabricación de paneles solares en la actualidad se ha simplificado mucho, de tal forma que incluso se ofrecen tutoriales en Youtube que indican cómo hacerlos.

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Esa facilidad constructiva ha ocasionado que actualmente China produzca más de la mitad de los módulos solares que se usan en el mundo, además de que sus modelos son 20% más económicos que los estadounidenses, debido a su mano de obra barata, así como sus materias primas también baratas (claro que a un gran costo ecológico, pues China actualmente es uno de los países más contaminados del orbe. Ver en este mismo blog mi artículo: “El sobrevalorado y anárquico crecimiento económico chino”).

Aún así, sigue siendo caro electrificar una casa, por ejemplo, con paneles solares, debido, por un lado, a la baja eficiencia de dicha tecnología, ya que cada celda transforma sólo un 20% de la radiación solar que recibe, lo que se traduce en apenas 0.5 voltios de electricidad. Por eso es que se requieren arreglos de varios paneles solares colocados en los techos de la viviendas que se electrifican así y eso es costoso (aquí, por ejemplo, he consultado con personas que se dedican al negocio de la energía solar y costaría alrededor de entre 150 y 200 mil pesos electrificar a un hogar con necesidades digamos que normales de electricidad). Por ello, en Estados Unidos la “solución” ha sido rentar paneles solares. Allí, electrificar una casa de unos 280 metros cuadrados de área cuesta actualmente alrededor de $20,000 dólares ($260,000 pesos), lo cual no es barato y en medio de la brutal crisis actual, tampoco resultaría atractivo. Sin embargo, algunas empresas, como SolarCity o Sungevity, apoyadas por estímulos fiscales, rentan por menos de $119 dólares mensuales paneles solares que, en aquel país, resultaría digamos que “económico” (son más de $1500 pesos, que en México, con millones de personas pagando 200 o 300 pesos por mes de luz, tampoco sería algo costeable). Y con ese esquema de renta, ha subido algo la demanda de electrificación solar, aunque, como dije, es gracias a los subsidios gubernamentales, lo que quiere decir que para ser “verde”, el gobierno debe de financiar, con el dinero de los impuestos, una buena parte de la ganancia de las empresas que se dedican a eso. Y se vuelve al esquema de que es la sociedad la que debe de ayudar al capitalismo salvaje a hacer sus negocios o a “rescatarlo” cuando le salen mal (Solyndra, por ejemplo, se declaró en bancarrota y el dinero que el gobierno le había “prestado” se perdió y pasó a ser “deuda pública”). O sea, a fin de cuentas, como señalo antes, el capitalismo no actúa en el negocio que haga por una cuestión filantrópica, sino por una situación de lucro. Si invertir en las energías limpias es negocio, allí estarán las empresas, de lo contrario, no lo harán o lo harán marginalmente.

En cuarto lugar, y es lo que terminó de sepultar, prácticamente, la efervescencia “verde”, fue el descubrimiento de los enormes depósitos de esquisto con que cuenta Estados Unidos, de los que comenzó a extraerse gas natural, con un contaminante método (fracking) que si en principio resultó costoso, con los años ya se ha abaratado bastante, para ser ahora la muy prometedora energía del futuro, no sólo para Estados Unidos sino, por desgracia, para todo el mundo… sobre todo de los países que posean depósitos de esquisto.

Sin embargo, ese energético provocará muchos más problemas en el futuro, que las supuestas ventajas que actualmente se le adjudican, como veremos.

El esquisto es una piedra sedimentaria compuesta de barro arcilloso y pequeños fragmentos de otros minerales, como cuarzo o calcita. Y recientes exploraciones han localizado en Estados Unidos y en muchos países, abundantes depósitos de esquisto en el subsuelo, que por las grandes presiones y otras circunstancias geoquímicas, contienen gas natural atrapado entre sus capas. Tales depósitos están a grandes profundidades, de más de dos mil metros y por lo mismo, el método para extraer el gas natural es complicado y, sobre todo, muy contaminante, como veremos.

Se requiere, primero, de perforar el suelo más de 2000 metros hasta llegar al depósito de esquisto, luego de lo cual se instala una tubería de acero que se refuerza con una capa de cemento, rodeándola. Luego, se inicia la perforación horizontal, de tal manera que se vayan abarcando extensiones del depósito de esquisto. Una vez terminada la perforación e instalada toda la tubería y recubierta con cemento, en la parte en que está horizontal, mediante cargas eléctricas y explosivas, se hacen decenas de pequeños agujeros a lo largo de su cuerpo, a través de los cuales se bombeará el líquido que fluirá por dichos agujeros, romperá las capas de esquisto y liberará la salida del gas natural, el que saldrá a presión por la tubería.

Video en donde se puede ver el proceso

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A ese procedimiento se le llama fracturación hidráulica (hydraulic fracturing), mejor conocido en la jerga industrial como fracking.

Y todo parecería muy limpio, como si se tratara de una perforación para extraer petróleo. Sin embargo, el problema es el líquido que se inyecta para liberar al gas. Consiste en una mezcla, la mayor parte de la cual es agua, combinada con arena y, enfatizan las perforadoras, apenas un 1% de químicos que, también insisten en aclarar, se hallan en productos domésticos que usamos a diario, tales como detergentes, limpiadores y así, lo cual es falso, como más adelante señalo. Justo el problema son los químicos que se añaden al agua, los cuales distan bastante de ser “inofensivos”, como insisten en decir las empresas dedicadas a la explotación de esa energía “no convencional”. Precisamente porque no es convencional ese energético, los problemas que genera su extracción tampoco lo son. Y aunque se ha insistido mucho en que es una “fuente segura y limpia, no contaminante, de energía”, varios estudios están demostrando lo contrario, incluso, que con el tiempo, el aumento de los pozos extractivos agudizará los problemas que comienzan ya a presentarse.

En el siguiente video se ven, justo, los problemas ocasionados por el empleo del fracking: {youtube}dEB_Wwe-uBM{/youtube}

Producido por la organización no gubernamental linktv.org, muestra un reciente estudio coordinado por Earth Focus y la Ecologist Film Unit de Inglaterra, realizado en Estados Unidos, en el depósito de esquisto conocido como Marcellus Shale, el cual abarca parte de los estados de Pensilvania, Virginia Occidental, Ohio, Nueva York e incluso algo del lago Erie.

Ese depósito ya tiene algunos años explotándose (Halliburton es la empresa pionera que comenzó a aplicar el fracking allí) y se calcula que podría proveer de gas natural a todas las necesidades energéticas que lo emplean en Estados Unidos durante alrededor de catorce años… claro que a un costo ambiental y para la salud humana muy alto, como se explica en dicho documental.

Una de las escenas iniciales muestra a un hombre que está a un lado de un envase plástico. Dentro y fuera del envase circula agua. Del tope del envase sobresale un tubo. De dicho tubo sale una flama azulosa. Más adelante, el hombre, un granjero, explica que esa agua sale de un pozo y es supuestamente “potable”, pero que ya ha sufrido contaminación de metano, entre otras cosas, debido a que cerca hay un pozo extrayendo gas natural de un depósito de esquisto. O sea, que es agua inflamable. Por supuesto que ha dejado de ser potable. La investigación, realizada en el condado de Bradford, en el noreste de Pensilvania, también ofrece el testimonio de otras familias cuyos problemas con la contaminación del agua entubada, “potable”, que usan, comenzaron desde que se establecieron pozos que explotan gas natural. Una mujer comenta que el agua huele a gas, como el que se emplea para cocinar. Otra mujer dice que su calidad de vida está totalmente arruinada, pues el agua potable no es una mercancía, sino una necesidad. “

Es mi vida, sin agua, no es posible vivir. Estoy muy, pero muy enfadada por el grave problema que esas personas han ocasionado, que atenta contra nuestras vidas. Cuando lavamos los trastes, en el fondo quedan aceitosos, así, como si fuera diesel. Me tengo que poner loción en las manos cada que uso el agua. No sirve para nada así!”. Una granjera orgánica también ofrece su testimonio, mientras se muestran imágenes de un par de caballos, en los que pueden verse los daños ocasionados en el pelaje de su cuello por el agua contaminada que beben. “¡No es posible que el gobierno les permita hacer eso, que mezclen el agua con químicos que no pueden estar en la tierra, que pueden dañar a mi familia y a la gente que me rodea, eso debería de prohibirse. Muchos granjeros mejor están vendiendo sus tierras, pues no pueden con los problemas que nos traen esas empresas y prefieren obtener dinero a cambio. Pero eso está ocasionando que muy pronto desaparezcan los pocos granjeros que aún quedan y eso va a ser muy grave!”.

También el documental inicia sosteniendo que el agua desechada que está contaminando los acuíferos, además de los químicos empleados, contiene sustancias radioactivas, como el radio 226 (radium 226).

Se ofrece el testimonio del profesor Tony Ingraffea, académico de ingeniería en la universidad de Cornell, pionero y experto en el estudio del método del fracking y sus consecuencias. “El problema es que la explotación de gas natural en Pensilvania apenas lleva tres años, de un plan que pretende durar treinta. Hay alrededor de dos mil pozos por ahora, pero cada día tres o cuatro se incorporan. Y la industria energética planea construir tres o cuatro mil pozos cada año durante los próximos treinta y si pueden hacerlo, también lo harán así en Nueva York”, comenta el profesor, refiriéndose a que, por ahora, Nueva York ha prohibido la perforación de pozos en su territorio, aunque, por otro lado, irónicamente deja que el agua desechada se almacene en los sitos de desecho que tiene para ello.

Justo el hecho de que los pozos extractivos se deben establecer cerca de fuentes de agua, puesto que el fracking es un método de empleo intensivo de ese vital recurso, ha ocasionado que no sólo se sobreexplote el agua, sino, como ya he comentado, se contamine grave e irreversiblemente. Lou Allstadt, ex vicepresidente de la empresa Mobil, comenta que es realmente una locura haber permitido que tales pozos puedan estar a 45 metros de ríos o fuetes de agua potable. “¡Eso es verdaderamente irracional!”, comenta consternado.

Otro experto, el señor James Northrup, ex inversionista en empresas energéticas (quizá por ello haya dejado de serlo, ¿no?), también ofrece su testimonio. “Ninguno de los agentes químicos que se emplean son potables, metanol, glicol… alrededor del uno por ciento de la mezcla que se emplea para extraer el gas son varios químicos, pero haga las cuentas, eso significa ¡cinco mil galones (19,000 litros) por pozo! Así que si hubiera cerca ocho pozos, eso serían cuarenta mil galones (152,000 litros) de sustancias químicas tóxicas!”.

En efecto, el problema es que esa agua ya contaminada, realmente no puede tratarse, no al menos para otros usos que no sean en la extracción del gas, además de que es empleada intensivamente, pues cada pozo utiliza al año ¡tres millones ochocientos mil litros! Como la proporción de agua gastada es mayor que la que puede procesarse para que pueda usarse nuevamente, se están destinando masivos depósitos para almacenarla, pero como en Pensilvania, en donde se concentra la mayor producción, no se cuenta con suficientes pozos de desecho – los que también representan un muy grave problema en gestación, como menciono más adelante -, se deben de buscar nuevos sitios para almacenarla, como en Nueva York, estado que ya comenté que no ha permitido aún que se perforen pozos, pero sí deja, irresponsablemente, que se deseche en su territorio el agua contaminada.

Por otro lado, el transporte de los crecientes volúmenes de gas natural, así como del agua contaminada, ha incrementado muchísimo el tráfico de tráileres-pipa, los que han hecho de antaño tranquilos poblados, como Bradford, ruidosos lugares en donde esos transportes pesados circulan las 24 horas del día, sin parar, como se queja uno de los habitantes, que señala que antes podían ponerse a platicar en el pórtico de sus casas y ahora eso ya no es posible.

Además, señala James Northrup, el ex inversionista, un muy grave problema adicional que podría presentarse, en caso de que un camión que transportara agua contaminada se accidentara cerca de un río y su contenido se vaciara en las aguas de aquél, sería terrible, se produciría un serio problema ambiental. Ahora, imaginen que a diario circulan miles de tales vehículos, pues las probabilidades de ocurrencia se incrementan cada día. Y, como ejemplo, se ofrece el testimonio de un hombre cuyo sueño al retirarse era vivir tranquilo, en medio del bosque. Y nada más fue que llegó una empresa extractora a establecerse muy cerca de su hogar, que los problemas comenzaron. En una ocasión, por un accidente, hubo una fuga de agua contaminada, que resbaló hacia las tierras aledañas, las que contaminó, pero además llegó a un pequeño lago, ubicado a un lado de la casa del hombre, al que también contaminó. “Antes, lo único que usted escuchaba aquí en las noches era el latido de su corazón. Ahora, todo está completamente devastado. Las tierras están contaminadas y también el estanque… ya no hay peces, ni ranas, ni tortugas. Tenemos problemas de salud, el agua de la llave está contaminada con plomo y nos han recomendado no beberla. ¡Lo que antes era el cielo, ahora es el infierno!”.

Señala el profesor Ingraffea que la estimación del Departamento de Preservación Ambiental de Pensilvania es de un serio accidente que dañara severamente al ecosistema por cada cincuenta pozos. Al parecer, sería un riesgo mínimo. Pero como aclara el profesor, eso es acumulativo y se debe tener en cuenta que cada vez habrá miles y miles de pozos más, unos 400 mil, lo que creará un efecto acumulativo de potenciales daños al ambiente. “Por eso usted no puede ver los problemas ahorita – le dice al entrevistador -, pero regrese en diez años y verá lo que sucederá”.

Como muestra, se ofrece el testimonio de un ex empleado de un pozo extractivo que se ríe de que el gobierno diga que sí están “bien regulados”. “Sí, uno o dos, pero el resto, el 95%, no lo están. Yo he visto lo terrible que son esas fugas. ¡Allí, en la montaña, eran cientos de galones y galones de un líquido rojizo, corrosivo, que salían, se regaban en la cima, y luego resbalaban por las laderas! Mentira que estén reguladas”.

Pero, como señalé antes, no sólo la preocupación de los ambientalistas y los científicos que estudian el problema son los químicos, sino que además el agua desechada está contaminada también con sustancias radioactivas, como el radio 226, el cual se ha comprobado que existe en grandes cantidades en los depósitos de esquisto. Al respecto, Northrup señala que “el radio es una sustancia radioactiva, mortal, cancerígena, y el nivel que existe en Marcellus es 267 veces mayor al que el ser humano puede tolerar, o sea, que lo puede matar. También existe evidencia de que esos depósitos son ricos en uranio y otros compuestos radioactivos. Como dije, el radio es carcinógeno, así que todos esos materiales se están llevando a la superficie cuando hay derrames y eso va a ocasionar terribles consecuencias, pues se está contaminando el medio ambiente con sustancias que antes no existían allí”.

Sin embargo, a pesar de todas la evidencias en contra de la explotación del gas natural de esquisto, los políticos, así como las empresas dedicadas a eso, han realizado una intensa campaña a favor de esa energía, señalando que es “una panacea para Estados Unidos, la cual ofrece un combustible que es tanto más limpio, así como más seguro que depender de fuentes externas de energía”. Y, en efecto, Obama está enfatizando mucho que el gas natural de esquisto es el futuro de Estados Unidos y que las reservas con que el país cuenta durarán más de un siglo. Además, en sus discursos agrega que así Estados Unidos ya no dependerá de inestables países, como los árabes, para proveerse de energéticos. Este factor, sobre todo, la baja o nula dependencia del petróleo importado, es el que ha alimentado más el factor nacionalista que está impulsando que casi todos los estadounidenses estén de acuerdo en la explotación de dicho gas, ignorando o minimizando los graves daños y riesgos que se están gestando o ya existen. Incluso, muchos sectores industriales han llegado más lejos, al afirmar que Estados Unidos va a convertirse de importador a exportador de energéticos. Y en medio de la actual crisis económica, la posibilidad de recibir ingresos extras que la mitiguen, de generar empleos, pues es otra sobrevalorada y exagerada razón para darle con todo a la explotación del gas de esquisto.

Sin embargo, a pesar de tanta alharaca, el profesor Ingraffea no está de acuerdo. “Hablando de los usos, el petróleo y el gas natural no son intercambiables. El petróleo se usa mayoritariamente para el transporte, en tanto que el gas natural se emplea para la industria, la calefacción y las estufas. Mientras no se demuestre que existe un plan energético nacional, que ya tenga contemplado cómo se va a convertir todo nuestro sistema de transportación para que emplee gas natural, ese argumento es vacío” (en México, se emplea al gas LP, en efecto, como combustible para los autos, pero no el gas natural, pues aquél tiene más contenido energético y calórico que el natural. Eso se hizo porque antes era más barato el gas LP que la gasolina, pero el fuerte incremento que ha sufrido su costo desde entonces, ya no lo hace tan atractivo).

Y también apunta el profesor que aunque la combustión del gas natural es más limpia que otros combustibles, no es más limpio considerando su ciclo de vida. “Se están realizando estudios que demostrarán que ese gas, en términos de producción de bióxido de carbono y metanol, es tan o más contaminante que el mismo carbón”. Eso lo señala el profesor porque Estados Unidos sigue dependiendo bastante del contaminante carbón para producir electricidad, pues más de la mitad de aquélla la obtiene de viejas plantas carboeléctricas. Y eso seguramente se obtiene al incluir en la ecuación todo lo que se requiere para extraer el gas natural de esquisto, desde la energía necesaria para perforar un pozo, para inyectarle agua contaminada, para extraerla, los cientos de miles de tráileres que lo transportarán o los gasoductos que se vayan a construir. Sumado todo eso, afirma el profesor Ingraffea, el gas natural de esquisto es más contaminante que el carbón.

Y también le preocupa que ya se esté generalizando la explotación de los mantos de esquisto por todo el mundo, pues, como señalé, estudios muestran que hay grandes yacimientos en muchos lados. “Me preocupa que ya se esté empleando esta tecnología demasiado rápido, sin tomar en cuenta todos los problemas que ocasionará al medio ambiente y a la salud humana”, declara, consternado.

Pero, claro, como ya señalé, la propaganda política destinada a convalidar la explotación de dicho gas es enorme y es de esperarse que logre justificar que se haga en Europa, en Asia, en India… en todos lados (en México, por ejemplo, se tienen evidencias de grandes yacimientos en el norte del país, pero las limitaciones en ese caso serían por la poca agua con que se cuenta, además que las frecuentes sequías la vuelven mucho más escasa, así que sería, pienso, impráctico explotarlo, claro, a menos que Estados Unidos quisiera “colaborar” para hacerlo, y entonces, sí, quizá hasta desalinizar agua de mar se les ocurriría, con tal de hacerlo).

Además, las compañías energéticas han sido muy obstinadas en proporcionar la información sobre cómo se desecharán todos los compuestos químicos que se emplean tan sólo en un solo pozo, más de 285,000 litros, así como 19 millones de litros de agua que se contamina irreversiblemente. Tales empresas se escudan en el Acta de Política Energética, aprobada durante la administración de George Bush, muy buen amigo de las corporaciones, que no las obligaba a hacerlo. Sin embargo, en septiembre del 2010, ocho empresas tuvieron que revelar qué químicos se emplean para el fracking, a petición expresa de la EPA (Environmental Protection Agency). Fueron las compañías BJ Services, Complete Production Services, Key Energy Services, Patterson-UTI, RPC, Inc., Schlumberger, Superior Well Services, Weatherford y la nefasta Halliburton (sí, la que tiene fuertes intereses petroleros por todo el mundo, sobre todo en el invadido Irak). Halliburton, la empresa que comenzó con ese contaminante sistema, señaló que se emplean los siguientes muy tóxicos químicos: 2-butoxietanol, etilhexanol, formaldehido, glutaraldehido, ácido bórico, glicol de etileno, metanol, monoetanolamina, dazomet, anhídrido acético, isopropanol, alcohol propargílico, 5-cloro-2-metil-4-isotiazotina-3-uno, diesel y bicarbonato de sodio, a lo que hay que agregar las aún más tóxicas y fatales sustancias radioactivas, mencionadas antes, tales como el radio 226 y el uranio, que salen junto con los químicos descritos en el agua desechada.

Esos químicos y sustancias radioactivas ocasionan enfermedades tales como cáncer de huesos, hígado y mama, males circulatorios, respiratorios y gastrointestinales, así como desórdenes en el desarrollo del sistema nervioso y cerebral, entre otros.

Y dígase lo que se diga, a pesar del “bonito panorama” que se ha tratado de presentar en relación a la explotación de ese energético, esas sustancias terminan contaminando las fuentes de agua limpia, así como el aire. Como se señaló, puesto que se emplea más agua que la que puede procesarse, la desechada se almacena en depósitos hechos en terrenos, antes agrícolas, que están por todas partes, desde Pensilvania, Nueva York, Virginia Occidental y Ohio, como se muestra en el documental. Se insiste en lo irónico que resulta que Nueva York, estado que se opone al fracking, respondiendo quizá a obscuros intereses de las empresas energéticas, permita que en su territorio se deseche el agua contaminada, mucha con altos niveles de radiación y que ni siquiera ordene que se analice antes de ser vaciada a los depósitos que tiene para tal fin o que de allí se lleve a los sitios en donde se le da “tratamiento” (pero esa agua, aunque sea tratada, no sirve ya para el consumo humano, como dije antes, sólo se vuelve a emplear en el fracking). Además, considérese que el empleo intensivo de agua en un mundo cada vez más sediento y necesitado de ella es verdaderamente aberrante, pues además es agua que ya no servirá para el consumo humano (ver en este mismo blog mi artículo “El agua dulce: cada vez más demanda y cada vez más escasa”, en donde analizo ese grave problema de un mundo cada vez más sediento).

Un problema adicional, que no se menciona en el documental, es que mucha del agua desechada, al ser imposible tratarla o almacenarla en depósitos superficiales, a alguien se le ocurrió, desde hace algún tiempo, reinyectarla en profundos depósitos subterráneos. Esa absurda, irresponsable forma de deshacerse de ella, ocasiona dos graves problemas. Por un lado, dicha agua contaminada va lentamente trasminándose entre las capas rocosas y sedimentarias que la contienen, hasta llegar al mar, al que contamina, más de lo que ya está de contaminado, pero con químicos mucho más peligrosos o con las mencionadas sustancias radioactivas. Es un método, la reinyección, usado en muchos lados, en efecto, pero que está ocasionando cada vez más problemas de contaminación marina, dañando irreversiblemente muchos importantes ecosistemas, como los arrecifes de coral, vitales para la cadena alimenticia. Hay que señalar que más de la mitad de nuestros alimentos, provienen del mar.

En el siguiente video se puede ver el problema que la reinyección de aguas negras, menos dañinas, ocasiona en Hawái:

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Por otro lado, el U. S. Geological Survey (USGS), ha realizado estudios recientes que correlacionan tanto al fracking, así como a la reinyección de agua contaminada ¡a la ocurrencia de temblores de magnitud media, de alrededor de 4! Por ejemplo, se registraron varios temblores, debidos a la acción del hombre, en el condado de Youngstown, en el estado de Ohio, lugar que se encuentra cercano a los cientos de pozos que actualmente están explotando el depósito Marcellus. La respuesta que dio el USGS ante la inquietud de habitantes del lugar es que “Existe una creíble conexión entre las actividades requeridas para la reinyección del agua de desecho y los recientes temblores, incluyendo el de magnitud 4, que ocurrieron en la noche del año nuevo del 2011. La conexión se basa en la cercanía de los temblores al pozo de reinyección y que además aquéllos tuvieron lugar justo después de los procedimientos de reinyección”. Y es que el mismo USGS ha declarado que el método de fracking tiende a debilitar las capas geológicas al justamente fracturar piedras y sedimentos, lo que lleva a un debilitamiento de las capas superiores y a movimientos de las mismas. Como “consuelo”, señala que la misma tendencia se observa en el mundo con respecto a la explotación de los mantos petroleros, pues la extracción hasta la última gota, digamos, de crudo, deja oquedades en el subsuelo que ceden a las tensiones de las capas geológicas que lo contenían, dando lugar a movimientos y subsecuentes temblores (quizá eso explique por qué últimamente en todo el mundo ha habido temblores de distinta magnitud. Probablemente algunos de ellos, como declara el USGS, se deban a la nefasta acción del hombre).

Así pues, esos son los inconvenientes ocasionados por esa peligrosa y contaminante explotación del gas natural de los depósitos de esquisto… y los que aún irán surgiendo con el tiempo.

A pesar de ello, Estados Unidos seguirá con sus planes de autosuficiencia energética, sobre todo porque el precio del gas natural de esquisto ha bajado bastante y que el precio del petróleo está subiendo demasiado, debido a que se están agotando muchos yacimientos (como el de Cantarell, en México). Por ejemplo, en el 2008, mil pies cúbicos de gas natural costaban $13 dólares. Hace una década, que comenzó a explotarse el gas de esquisto, éste contribuía con menos del 2% de los requerimientos estadounidenses de gas natural. En la actualidad, constituye casi un tercio. Como la cuarta parte de las plantas generadoras de electricidad en Estados Unidos lo hacen con gas natural, su abundancia y baratura, por ahora, han logrado que la electricidad también sea barata (en costo, claro, pero no en impacto ambiental). Así, en la actualidad, cuesta sólo diez centavos de dólar producir un kilowatt-hora (considerando que un hogar estadounidense emplea, en promedio, 10000 kilowatt-hora al año, eso reduce su cuenta eléctrica a 1000 dólares, unos 83 dólares mensuales, por lo que sería una razón más para que la gente en Estados Unidos esté feliz y no proteste por los problemas ambientales y de contaminación provocados por ese energético. Recuérdense las airadas protestas que en el año 2000 tuvieron lugar cuando la ya extinta empresa productora y distribuidora de electricidad, Enron, provocó fuertes escándalos por los altísimos cobros de energía eléctrica que de repente comenzó a facturar tanto a empresas, así como a los hogares y que si no pagaban, les suspendía el servicio).

Por tanto, a pesar de tantas desventajas, las que rebasan a las ventajas, Estados Unidos y el resto del mundo están decididos a disfrutar nuevamente de energía muy barata, pero muy contaminante y a seguir destruyendo lo que nos queda del deteriorado medio ambiente de este muy seriamente devastado planeta.