Increíble revelación en una entrevista del prominero Diario de Cuyo. La doctora en Geociencia egresada de la Universidad de Arizona, Patricia Alvarado, es investigadora del Departamento de Geofísica y Astronomía de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), e investigadora del Conicet. ¿Decir que la Cordillera de Los Andes gana altura en San Juan implica que hay posibilidad de encontrar más minerales de interés minero? “Totalmente”, contestó Alvarado, tajante. Que eleve su altura, en términos geofísicos, implica la existencia necesaria de minerales de valor para la minería, como oro, plata y cobre.

Fuente: Diario de Cuyo (transcripción textual)
San Juan – 18/06/09.

La cordillera crece y, con ella, las chances de más oro y plata

El dato surge de una serie de investigaciones de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNSJ. El cordón montañoso se eleva un milímetro promedio al año.

La noticia circuló la semana pasada: la Cordillera de Los Andes sigue creciendo en San Juan, mientras se hunde en Mendoza y Neuquén. Que eleve su altura, en términos geofísicos, implica la existencia necesaria de minerales de valor para la minería, como oro, plata y cobre.

Así lo dijo a CUYO MINERO la doctora en Geociencia egresada de la Universidad de Arizona, Patricia Alvarado, investigadora del Departamento de Geofísica y Astronomía de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), e investigadora del Conicet. Según los registros locales, el cordón montañoso se eleva alrededor de un milímetro al año.

Paradójicamente, la noticia vino desde la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), no desde los claustros académicos asentados en la montaña. Sin embargo, la conclusión de los geólogos porteños fue alcanzada a partir de datos salidos de la UNSJ.

¿Decir que la Cordillera de Los Andes gana altura en San Juan implica que hay posibilidad de encontrar más minerales de interés minero? “Totalmente”, contestó Alvarado, tajante. La respuesta mereció una explicación geofísica, que la doctora desarrolló con sencillez: “Tenemos una placa oceánica que viene por debajo del Pacífico y se choca con la placa Sudamericana, que es continental y tiene una composición muy diferente. Al encontrarse las dos, la placa oceánica, que es más pesada y más densa, se mete por debajo de la placa Sudamericana. Eso, porque están en compresión. ¿Y cómo sabemos que están en compresión? Porque vemos la cordillera. Al chocar las dos placas, se levanta la cordillera”.

Este cordón montañoso es la manifestación superficial del encuentro y la tensión entre ambas placas. Ahora bien, ¿cómo saber de qué manera se produce este choque en la profundidad?

“A la placa que se mete por debajo, somos capaces de mapearla con los sismos que genera. Hemos visto que los sismos se ubican en la parte superior de la placa que está por debajo de Sudamérica. Y vemos que debajo de San Juan no se inclina mucho. Está horizontal. Se transmite horizontalmente hasta más allá de la Sierra de Valle Fértil, hasta que luego se va cayendo. En cambio hay otras zonas como por ejemplo el sur de Mendoza, donde vemos que esa placa que se mete por debajo de Sudamérica, inclina con un ángulo de 30 grados. ¿Qué pasa cuando se inclina la placa? Deja un espacio para un material profundo del manto, que está más caliente y se funde. Eso lo sabemos porque hay una cadena de volcanes activos que empieza con el volcán Tupungato hacia el sur, en Mendoza. Eso no lo tenemos acá en San Juan. Antes la placa estuvo inclinada igual que en Mendoza, pero estos volcanes –es decir, toda la cordillera que vemos acá- no están activos, están apagados. Entonces sabemos que la placa de Nazca, la que está por debajo, al horizontalizarse, hizo que se apagaran estos volcanes que tenemos acá y que mineralizaran con estos yacimientos de interés en la cordillera”, explicó Alvarado.

La junta entre las dos placas, la oceánica y la continental, se llama “cuña tenosférica”, y se encuentra a una profundidad de entre 100 y 125 kilómetros de profundidad. Si alguien cavara esa extensión, llegaría al sitio. Sin embargo, hoy es imposible. Sólo se ha llegado a perforar hasta 12 kilómetros para abajo, según dijo Alvarado. “Entonces necesitamos la observación indirecta de la geofísica. Lo único que podemos hacer es tratar de medir, con las ondas sísmicas y otros métodos, las respuestas que tienen estas rocas y a partir de ahí poder inferir cómo es esta zona profunda. Y hacer una conexión con las rocas que tenemos en superficie. Ahí sí nos comunicamos muy bien con los geólogos”, agregó la investigadora.

“Ahora la vedette es tratar de relacionar todos los depósitos que se han encontrado en la cordillera, como Farallón Negro, El Teniente, El Indio, con algún cambio en el ángulo de la placa que subduce”, confirmó.