El superlativo quizás suene exagerado, pero de algún modo hay que llamarlos.. Los modelos de minería que se están practicando en Perú y Chile, y que ahora amenazan Argentina, están llevando los métodos extractivos a niveles exponenciales, desconocidos hasta el presente en la cultura humana. Las amenazas actuales son de magnitud insospechada, por ejemplo, el desalojo de la ciudad de Andalgalá para extraer los minerales que yacen en su subsuelo. O la demolición completa de los Cerros del Aconquija. Total, como les dijo un ex gobernador de Catamarca a los habitantes de Andalgalá “…No pasa nada, todo queda igual, sólo se trata de desarmar los cerros y armarlos en otro lado.”
Por Fundavida publicado en Diario El Argentino
La amenaza para nuestro país se transparentó luego de la reciente reunión mantenida entre autoridades nacionales y representantes provinciales de Mendoza del sector minero, empresarios nucleados en la Cámara de Empresarios Mineros (CAMEN) que eufóricos, luego del encuentro, declararon “fue lo más importante de los últimos años y un impacto gigantesco en el tema minero” (Telam -11/02/17).
Los países que controlan la minería en nuestro continente, EEUU y Canadá, a pesar de ser poseedores de enormes reservas de minerales, se cuidan muy bien de mantener en sus territorios modelos restringidos de extracción, por razones estratégicas y ambientales. Por el contrario, los modos aplicados en Sudamérica se caracterizan por una falta absoluta de respeto por la naturaleza y la vida, en especial la humana, las permisionarias presionan y obtienen ventajas inauditas de gobiernos de la región frágiles a las coimas multimillonarias que pagan las mineras a los funcionarios responsables de autorizarlas y controlarlas.
En Perú las empresas mineras son dueñas y señoras de los territorios que les interesan, expulsan a sus pobladores originarios a los bordes de las carreteras, sin ninguna clase de compensación, constituyéndose en un espectáculo dantesco de miseria extrema donde pueden verse a los costados de la carretera conocida como Panamericana Sur, que une Tacna con Lima, miles de cubículos de dimensiones mínimas: 2,40 × 2,40 por 2 metros de alto donde se hacinan familias expulsadas de sus sitios ancestrales sin ninguna clase de infraestructura ni servicios.
La magnitud de los volúmenes extractivos son inéditas, directamente destruyen cerros y cadenas montañosas para luego depositar en cualquier parte el material triturado que no les interesa. Solamente Chuquicamata, en Chile, ha generado una gigantesca montaña artificial de residuos contaminados de más de quince kilómetros de largo, trescientos metros en la base y doscientos de altura, en promedio. Además las compañías mineras arrojan al ambiente millones de litros de substancias peligrosas como el ácido sulfúrico, utilizadas en sus procesos.
Esta es la amenaza a nuestro país en la actualidad. El camino lo habilitó la Ley Nº 24.196, conocida como la Ley de Minería sancionada en la última década del siglo pasado.
Dicho instrumento legal concedió a los inversores mineros las mismas facilidades que les son otorgadas en Chile y Perú, exenciones impositivas totales, energía a precio subsidiado, facilidad de importar equipos sin gravámenes, etc., etc.
El actual gobierno ratificó las políticas diseñadas por sus predecesores y se ha lanzado a una campaña para instalar la Ultra-Mega Minería en nuestro país.
Las amenazas actuales son de magnitud insospechada, por ejemplo, el desalojo total de la ciudad de Andalgalá para extraer los minerales que yacen en su subsuelo. O la demolición completa de la cadena de Cerros del Aconquija, que divide Catamarca de Tucumán, que también está en los planes de las compañías mineras. Total, como les dijo un ex gobernador de Catamarca a los habitantes de Andalgalá “…No pasa nada, todo queda igual, sólo se trata de desarmar los cerros y armarlos en otro lado.”