Se ha puesto en la red un Atlas de Justicia Ambiental (www.ejatlas.org),donde se clasifican los conflictos ambientales por su origen material en las siguientes 10 categorías: energía nuclear; minerales metálicos, industriales y de construcción; residuos; biomasa y tierras; combustibles fósiles y justicia climática; aguas; infraestructuras; turismo; conservación de biodiversidad; industrias y servicios públicos. Y dentro de estas categorías, hay diversos campos. En las fichas se pone también cuáles son los concretos daños respecto al ambiente, la salud y la situación económico-social. Se da la lista de agentes sociales involucrados (agricultores, ciudadanos, grupos ambientalistas, organismos estatales, grupos religiosos, etcétera). Cada ficha contiene 100 campos y se puede filtrar por cualquiera de ellos para hacer análisis.

Por Joan Martínez Alier publicado en La Jornada

El atlas es producto de una investigación coordinada por el ICTA de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es un atlas en construcción. En mayo de 2014, el atlas reúne ya unos mil 100 conflictos, esperando llegar a dos mil para marzo de 2015. Este atlas se realiza con apoyo de organizaciones ambientalistas como OCMAL, GRAIN, Oilwatch, ASUD, grupos universitarios y colaboradores espontáneos. En conjunto, alrededor de 100 personas.

Con los datos disponibles se puede hacer ya estadísticas que muestren, por ejemplo, cuántos proyectos han sido interrumpidos debido a la resistencia popular (entre 15 y 20 por ciento) y en cuántos intervienen diversas empresas canadienses, chinas, estadunidenses o de los países europeos. También podemos averiguar en cuántos de esos conflictos ambientales están involucradas poblaciones indígenas (hasta ahora, tal vez en 35 o 40 por ciento), en cuáles ha habido víctimas mortales, dónde se ha dado una alianza entre organizaciones de conservación de la naturaleza y el ecologismo popular. Podemos también analizar conflictos sobre mercancías concretas, la extracción de uranio o de carbón, de oro o de cobre; conflictos sobre energía eólica que no suceden únicamente en lugares como la Toscana, sino también en la India y en México por la usurpación de tierras. Podemos estudiar los conflictos por el tratamiento de las basuras urbanas (como en Bogotá) y el movimiento internacional GAIA contra su incineración o valorización energética. Podemos, en fin, avanzar en los estudios de ecología política estadística y al mismo tiempo dar mucha más visibilidad social a tantos y tantos conflictos nacidos de injusticias ambientales.

Se puede nombrar y contar las empresas privadas y estatales implicadas en tales conflictos, las formas de movilización social (protestas escritas, bloqueos de carreteras, objeciones a los EIA y tantas otras), podemos tener datos sobre la presencia de mujeres como activistas líderes locales. Aparecen grupos como la articulación internacional de afectados por la Vale, empresa minera brasileña. El aumento del metabolismo social (es decir, los flujos de energía y materiales en la economía) y el creciente comercio internacional de materias primas hacen que los conflictos lleguen a las últimas fronteras. Hay conflictos ya antiguos y otros nuevos. En el sur del globo, los de minería y extracción de petróleo, pero también los de biomasa (palma de aceite, por ejemplo, en Indonesia y Colombia). En el norte y también en el sur (como Patagonia), los nuevos conflictos por el fracking del gas.

Por el momento, los dos países con más casos son la India y Colombia. México estará representado para octubre de 2014 con más de 100 conflictos ambientales. Brasil, China o Indonesia no están todavía bien representados, pero lo estarán. Merecería ser recogida esta iniciativa de recopilación de conflictos ambientales por un consorcio de institutos universitarios políticamente independientes, por activistas como Amigos de la Tierra Internacional, tal vez por organismos internacionales como el PNUMA, para mantener el archivo más allá de 2015, actualizarlo y añadirle nuevos casos, al igual que la OIT publica estadísticas de huelgas en el mundo. No hay que cerrar los ojos a las realidades.

Precisamente el 15 de abril de 2014 se publicó un informe de la organización Global Witness (http://www.globalwitness.org/ deadlyenvironment/), que muestra que en los últimos años crece el número de fallecidos en defensa de la naturaleza. Casi nunca son ambientalistas de la UICN ni del WWF ni de Greenpeace. Son campesinos, pescadores, trabajadores industriales, vecinos, gente pobre, indígenas que defienden la naturaleza porque la necesitan directamente para vivir. Además, su cultura les lleva a valorar a veces a ríos, lagos o cerros sagrados, son defensores de la naturaleza en conflictos mineros y contra el acaparamiento de tierras, en queja contra hidroléctricas u otras infraestructuras.

Los países con más muertos ecologistas son Brasil, México, Colombia y naciones de Asia como Filipinas. Es difícil conseguir exhaustiva información, pero la cifra de Global Witness de 908 muertos (y muertas) ecologistas en los últimos 10 años, con sus nombres y circunstancias de muerte, aunque se quede corta, es impresionante.