Esta semana un grupo de cuatro vecinos de Esquel, todos víctimas en la causa de espionaje a vecinos del NO a la Mina, viajó a Comodoro Rivadavia donde se hicieron tres audiencias en la Cámara Federal de Apelaciones. Todas fueron por distintas apelaciones presentadas por los abogados del agente de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia), actualmente procesado en esta causa presuntamente por haber desarrollado tareas de inteligencia de manera ilegal, contra vecinos de Esquel integrantes del movimiento del No a la Mina, Pueblos Originarios, organizaciones sociales, políticos y periodistas de Esquel y la Comarca Andina.

Por Federico Ovidi publicado en Páginas de Esquel y FM Kalewche

En Esquel como en casi cualquier lugar del planeta donde las multinacionales posan sus ambiciones, siempre hubo falsos reporteros gráficos, falsos militantes de casi cualquier causa, vecinos impostados.

El espionaje dejado en evidencia por un supuesto traspapeleo de los fiscales, mostró la connivencia entre miembros de la fuerza policial, agentes de inteligencia y funcionarios judiciales y abrió una rendija de esperanza.

Esta semana un grupo de cuatro vecinos de Esquel, todos víctimas en la causa de espionaje a vecinos del NO a la Mina, viajó a Comodoro Rivadavia donde se hicieron tres audiencias en la Cámara Federal de Apelaciones.

Todas fueron por distintas apelaciones presentadas por los abogados del agente de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia), actualmente procesado en esta causa presuntamente por haber desarrollado tareas de inteligencia de manera ilegal, contra vecinos de Esquel integrantes del movimiento del No a la Mina, Pueblos Originarios, organizaciones sociales, políticos y periodistas de Esquel y la Comarca Andina.

Se espera que el espía -cuya identidad no se puede revelar por la ley de inteligencia- explique por qué y para quien, espió vecinos de la comunidad cordillerana durante casi un año con el acompañamiento de funcionarios judiciales y miembros de la policía provincial.

Escuchá la entrevista a Federcico Ovidi (13:08)

Más solo que un espía ilegal

Como en los más taquilleros films de espionaje, el agente secreto parece haber quedado a merced de su suerte. Nadie se hace cargo de la tarea de inteligencia que llevó a cabo durante casi un año, tiempo en el que se dedicó a buscar información, tomar fotografías, almacenó datos y elucubró sobre la vida y obra de una veintena de vecinos de Esquel y la Comarca Andina, en su mayoría militantes del No a la Mina.

Desde la Agencia Federal de Inteligencia ya el año pasado Oscar Parrilli negó cualquier directiva en ese sentido y reconoció (a los concejales de la ciudad cordillerana que lo fueron a consultar) que la ley de inteligencia prohíbe expresamente el seguimiento de ciudadanos argentinos por su pensamiento político; dijo que no se había impartido una orden judicial ni dado la necesaria autorización de las más altas esferas de la Agencia. Quien por ese entonces se desempeñaba como jefe de los espías confirmó que era un espía de la delegación provincial de Trelew de la AFI pero le soltó la mano y dijo desconocer que intereses podían estar detrás del espionaje.

Repudio

Durante el 2015 todo el arco político salió a repudiar el espionaje. Fue unánime la solidaridad con las víctimas y el reclamo de llegar hasta las últimas consecuencias, responsabilizando siempre al espía. Pero los regaños nos hicieron mella y comenzó a defender su hombría de bien desde los estamentos judiciales del fuero federal. Es que incluso llegó a ser denunciado por los fiscales generales de Esquel, los mismos que lo habían recibido meses antes para hacerse con el cúmulo de “fichas” de las personas que sufrieron el espionaje, entre quienes se encuentra este cronista.

Falso vecino

La imposibilidad de revelar su identidad, por el secreto que impone la ley de inteligencia, no hizo más que aumentar el interés por su persona. Y desde aquella audiencia del 28 de agosto, donde la defensa pública denunció el espionaje en el marco de una audiencia donde se ventilaba el conflicto entre Mapuche y el grupo Benetton por tierras de Vuelta del Río, la pregunta es a quién le pagábamos por husmear la vida de los otros. Sobran conjeturas, anécdotas compartidas, todo tipo de historias del hombre que sabía demasiado. Es que en Esquel, como en casi cualquier lugar del planeta donde las multinacionales posan sus ambiciones, siempre hubo falsos reporteros gráficos, falsos militantes de casi cualquier causa, vecinos impostados.

El hecho de que el espionaje fuera dejado en evidencia por un supuesto traspapeleo de los fiscales, mostrando la connivencia entre miembros de la fuerza policial, agentes de inteligencia y funcionarios judiciales, abrió una rendija de esperanza: algo tan grave que de tan burdo no podía quedar en la nada.