Sierra Grande, Río Negro, Argentina – 26/01/09. El desembarco de 80 chinos con una inversión de u$s 100 millones para reactivar la mina de hierro junto a 320 argentinos provocó el choque de dos culturas en Sierra Grande. Ésta es la historia de un millonario negocio que también sirve para tender puentes. O para cerrarlos. La exportación de hierro concentrado lleva un retraso de un año por la falta de agua.Se incluye el artículo ¿A dónde va nuestro hierro? por Cristian Hendrickse.
Fuente: diario Río Negro

El gerente general Han Yongzhi y parte del plantel de trabajadores chinos. Cuando supo que su destino era Sierra Grande, el ingeniero Han Yongzhi escribió Argentina en su computadora y entró a un servidor cargado de información estratégica. Pronto se formó un panorama: era un misión difícil y no podía negarse; eso no se hace si uno tiene un cargo alto en MCC, la empresa estatal china ubicada entre las 500 más importantes del mundo. También llegó a la conclusión de que iba a instalarse en una tierra con tantas posibilidades de inversión en minería como dificultades para llevar adelante los proyectos. Poco a poco supo que la reactivación de la mina se demoraba por falta de agua y energía, pese a las promesas oficiales. Que una protesta por los salarios terminó con cortes de ruta, los neumáticos de varias camionetas pinchados por unos clavos de extraño nombre, una bandera china quemada y el presunto autor de la afrenta despedido. Que 20 hombres de la UOCRA que reclamaban la construcción del acueducto de retorno para su sindicato habían roto vidrios y máquinas y amenazado a sus compatriotas mientras la policía miraba y no intervenía, el detalle que más sorprendió a los asiáticos.

Cinco meses atrás, antes de subir al avión para asumir el cargo de gerente general, Han Yongzhi sabía entonces que en la Argentina las cosas no se hacen como en China, la potencia emergente del matrimonio por conveniencia entre el comunismo y el capitalismo donde los sueldos son bajos, no hay reclamos gremiales, nadie levanta la voz si le toca trabajar los domingos o quedarse después del turno, ni los empleados se juntan a tomar una curiosa infusión llamada mate. “Es para ma-tar el tiempo”, es el chiste que cuentan los chinos sobre la tradición argentina.

Ahora, parado al lado de la laguna negra grande como una cancha de fútbol y seis metros de profundidad donde 150.000 tn de hierro concentrado esperan que por fin llegue el momento de ser llevadas a China en barco, Yongzhi dice: “Teníamos previsto exportar a mediados del 2008, pero hubo demoras surgidas por la combinación de la cultura occidental y la oriental. Por entonces cada tn valía u$s 120. Hoy vale 60”.

Minutos después, en la mesa de reuniones de su despacho, con un mapamundi enmarcado a su derecha y un cuadro de la Muralla China detrás, invita café y agua mineral que la joven Limin sirve con una sonrisa y continúa con la explicación. La traducción es del licenciado Fernando Zhou, su asesor, que lleva 30 años en Sudamérica y adoptó un nombre español.

-Mientras avanzábamos en la reactivación productiva de la mina surgían más y más problemas -afirma Yongzhi-. Nos costó hacer entender al personal argentino nuestra tecnología y nuestros conceptos, que de a poco están aceptando. Muchos, sin conocimiento minero, se capacitan mientras trabajan. En nuestro país hay empresas muy desarrolladas que prestan servicios para tercerizar la extracción. Aquí no hay. En China, muchas de las obras para los proyectos soportes se las encargamos a sólidos contratistas. Aquí es más difícil: son empresas familiares sin capacidad financiera ni tecnológica.

-¿Los contratistas cumplieron con los plazos?
-La dura verdad es que la mayoría se atrasó. Los paros, los problemas financieros… En mi país un gerente general tiene la obligación de pensar en lo importante. Aquí hay que estar en los pormenores de por qué la reparación de las viviendas tardó más de lo previsto, por qué se demoró el acueducto de retorno, cuándo va a estar listo el puerto de Punta Colorada o por qué se escaparon los perforadores.

-¿Qué pasó?
-En enero del 2008 firmamos un contrato con una empresa para que el 10 de marzo del año pasado empezara con las tareas de 28.870 metros de perforación que debía terminar en febrero del 2009. El objetivo es detectar la calidad y cantidad de nuevos yacimientos, lo que podría generar la apertura de nuevas bocaminas, nada menos. En noviembre del 2008 habían perforado poco más de 13.000 metros. Era imposible que en sólo tres meses cumplieran con lo pactado. Y empezaron los pretextos: que había que modificar el contrato y elevar el precio, algo imposible. Ya habían cobrado 3 de los u$s 6 millones. Una noche se llevaron sus máquinas y se escaparon -dice el gerente general mientras extiende los brazos con las palmas de las manos hacia arriba, levanta un poco la cabeza y arquea las cejas, un gesto universal cuya traducción más leve por estos pagos sería “dejate de joder”.

Aquí desembarcaron 80 chinos. Suficiente cantidad como para revolucionar el pueblo, sobre todo porque vinieron a volver a poner en marcha la mina que le dio sentido a Sierra Grande y casi se lo hace perder cuando cerró en 1992. Ya pusieron u$s 55 millones y todavía no recuperaron ni uno, aunque nadie podría decir que hicieron un mal negocio: el contrato de concesión les otorga las instalaciones y la riqueza del subsuelo por 99 años o hasta que se acabe el mineral a cambio de seis millones de dólares y el 2% de la producción bruta en conceptos de regalías. Hay reservas detectadas para extraer hierro durante al menos 50 años, una cantidad que el Estado argentino le garantizó al chino. El objetivo es sacar durante el 2009 un millón de tn de mineral crudo, que luego se convierten en 450.000 tn de concentrado. A la cotización actual, esto equivale a u$s 27 millones.

Sierra Grande está surcada por la Ruta 3 que conecta Ushuaia con Buenos Aires. Allí, en el kilómetro 1.250, empieza la nafta más barata y por eso muchos calculan cómo llegar con el tanque vacío. Ese territorio habitado por los mapuches debe su nombre que alude al entorno a los pobladores originarios: Vuta Mahuida (Sierra Grande), puro desierto patagónico con su paisaje eterno de jarillas sacudidas por el viento, el polvo y un sol de infierno. Desde fines del siglo XIX se transformó en una colonia rural que llegó a tener 600 pobladores hasta que, en 1972, la mina cambió su destino y la convirtió en un pueblo de 12.700 habitantes.

Con el cierre de 1992 vino la diáspora cuando 1.500 trabajadores se quedaron sin empleo y 800 familias debieron dejar las casas que les daba Hipasam a riesgo de ser desalojados por la Gendarmería. Algunos se reciclaron en pescadores en Madryn, otros optaron por ganarse la vida a 32 km en Playas Doradas, otros eligieron el turismo minero y descendían por los socavones para mostrar a los visitantes el lugar donde antes extraían el mineral. Otros 700 se quedaron con un Plan Trabajar de $ 200 al mes.

-En el 2003 teníamos 7.000 habitantes y 50% de desocupación- dice el intendente Nelson Iribarren. En el 2005 la empresa privada china A Grade Trading obtuvo la concesión. En el 2007 vendió a MCC el 70% de las acciones. Durante el acto de traspaso alguien se llevó de recuerdo los símbolos de prosperidad chinos.

-Hoy viven aquí 11.000 personas y hay un 15% de desempleo -agrega el jefe comunal. En su despacho exhibe los regalos chinos: un plato bañado en oro, una caja de té, una moneda de oro y un fósil de mil años de antigüedad “que sólo se confiere a autoridades máximas”, aclara.

En abril pasado Iribarren fue testigo de las discusiones entre los sindicalistas y los representantes de la empresa, cuando el sueldo promedio de los operarios era de unos $ 1.100 y MCC amenazó con irse por los miguelitos, las máquinas rotas y la policía inmóvil.
-Los argentinos pedían un 45% de aumento y mejor trato. Los chinos querían otorgar el incremento salarial recién cuando empezaran a producir. Pero para ellos producir era equivalente a exportar y costaba sacarlos de esa idea. Y no entendían por qué negociaban con gente que no veían en la empresa: desconocían el sistema gremial. Pero hubo acuerdo y a partir de entonces hay un mejor clima y sueldos promedio de $ 1.400. El gremio entendió que no se puede hablar de persecución si MCC echa a alguien que presenta un certificado de enfermo y después lo encuentran pescando. Y la empresa aprendió a flexibilizar criterios.

-¿Cómo van a solucionar la provisión de agua y energía?
-Lo de la energía ya se resolvió. MCC necesita 22 megavatios y se acordó un valor plus, diez veces superior, para otorgárselos. Lo del agua es más complejo. Si le damos toda la que piden nos quedamos sin nada para la gente. Queremos resolverlo con la empresa israelí Mekorot, que desaliniza agua de mar y proveería a la mina a un costo de u$s 10 millones.

“Secret” abrió con la esperanza de llenarse de chinos, pero ya cerró. Y casi no aparecen por “Mariposa”, “Reina de la noche” o “Venus”, las whiskerías de la Ruta 3. Y cuando van no pagan ni una copa a las chicas, el peor de los pecados en ese mundo.

-Es que no son chinos de guita. Son unos ratones como nosotros -dice “El Escamoso”, un taxista de pelo largo que conoce de cerca ese mundo-. Al principio estaban duritos, pero ahora se están integrando -agrega-. Apenas vinieron subió uno y cuando le di el vuelto con un billete de dos pesos medio roto no me lo aceptó. Movía la cabeza para los dos lados y no se bajaba. Bajé yo, le abrí la puerta, pero igual no se movió. “Fiera, si tenés problema para pasarlo me lo das de nuevo a mí”, le dije. Al final se fue. Ahora ninguno tiene drama con los billetes. Van entendiendo…

Tampoco el hipermercado del Sur tuvo éxito con la góndola con productos asiáticos. Pero desde la llegada de los chinos se abrieron unos 100 comercios en locales hasta entonces vacíos y sin vidrieras, entre ellos cinco tiendas de bolivianos en la misma manzana. Cerraron apenas cuatro. El desembarco no trajo el boom con el que se esperanzó la mayoría ni el fiasco que anunciaron los más escépticos, acaso enojados por ver la mina en manos extranjeras.

De a poco, la barrera del idioma empieza a ceder. Y es más difícil hacer bromas con palabras con doble sentido porque ya las aprendieron. Walter Galván, dueño del hotel El Jarillal, organizó clases de chino para el personal: “Es fácil porque hablan en infinitivo. ´Yo querer comer´, dicen por ejemplo. Y cuentan hasta 10. Después dicen ´2 10´, ´3 100´…” Como en otros casos, las cosas cambiaron para él: “Ahora tengo el hotel abierto todo el año por el movimiento que hay”.

Las casas que habitan los chinos también estaban vacías: son las que dejaron los empleados de Hipasam hace 15 años, ideadas con un concepto militar: las comodidades bajaban a medida que bajaban las jerarquías. Ahora fueron recicladas y pintadas de blanco. Viven todos en el mismo barrio y eso no favorece la integración. Hay unos pocos argentinos y sus viviendas son fáciles de reconocer: los jardines no relucen como los de los orientales.

Al caer el sol algunos chinos caminan por el pueblo en grupos de tres o cuatro, toman algo en “Las Marías” y vuelven rápido. La empresa no alienta las salidas. “Es que al principio nos parecía un pueblo muy raro. Decían que salíamos solos, que íbamos a molestar a las mujeres. Con el tiempo las cosas se fueron acomodando”, cuenta Fernando Zhou. “Y sí, yo iba a tomar algo con un algún compañero chino y lo miraban como si fuera un ET. Y son como vos. Ahora eso ya no pasa”, dice Yerko Bronzovic, de Río Gallegos, subgerente de compras. Suele jugar al fútbol con ellos. “Corren mucho. Acá no ves una panza”, cuenta.

Los chinos cenan a las 18:30 en el salón de usos múltiples que construyeron al lado de la cancha de básquet y la de fútbol. Adentro hay tres pantallas planas de 42 pulgadas sintonizadas en el canal de la tevé central de su país que bajan por satélite, cuatro cabinas telefónicas y dos mesas de ping pong. Li Huiyan, el chef, apura las opciones del día: sopa de pescado, carne, verduras, ensalada verde, de apio y maní, arroz. Acompañan con un sabroso pan al vapor.
-A veces los argentinos nos piden para hacerse un choripán. Acá lo primero que se acaba es la verdura -cuenta Zhou y sonríe. Luego su mirada vuelve a perderse en la pantalla donde bailan dos esbeltas compatriotas.

A cien metros de allí el gerente general Yongzhi riega su jardín, su pequeño paraíso de 66 metros cuadrados con berenjenas, tomates y otras verduras. “China tiene tres veces el territorio argentino, pero 30 veces más de población. Eso quiere decir que un chino tiene la décima parte de tierra que un argentino. Ahora, sólo el 10% de nuestro territorio es cultivable. Por eso tenemos tan bien nuestros jardines en Sierra Grande”, dice. Y agrega: “Es muy importante que esta experiencia piloto salga bien, porque el gobierno chino tiene grandes intenciones de colaborar para el desarrollo de la industria minera argentina”.

-¿Va a salir bien?
-Yo creo que sí. Pero a veces pienso que el personal argentino no conoce el significado profundo de esta inversión.

-Hubo quejas por el trato…
-Hay que ver qué tipo de quejas. Algunas son normales. Acá también influye lo cultural. En los contratos chinos se establece que los trabajadores pagan una multa simbólica si dañan los equipos de la empresa. Y acá tenemos máquinas que valen u$s 800.000. Tal vez un supervisor grite si ve que no son cuidadas al máximo. Otra diferencia: en China se puede probar a alguien para un cargo jerárquico por dos o tres meses aumentándole el sueldo y, si no resulta apto, vuelve a su puesto y salario anterior. Acá se puede subir el sueldo pero no bajarlo. Nuestra ley también permite que si las tareas de un sector están paradas el personal haga otra cosa. Acá no: se quedan esperando sin hacer nada.

-¿Alguna diferencia más?
-Sí. El chino trabaja mucho más rápido, pero el argentino con mucha más calidad. Si pusieran más ahínco…

JAVIER AVENA
MIGUEL VELÁZQUEZ
______________________________________________________________________________________

¿A dónde va nuestro hierro?
Por Cristian Hendrickse

La República Popular China se hizo de nuestro hierro cuando adquirió la mina de hierro más grande de Sudamerica ubicada en Sierra Grande, Provincia de Río Negro.

Su punta de lanza fue la empresa A Grading Trade, subsidiaria del grupo chino Ling Chen Mining Limited. Su gerente en argentina es el mexicano Jaime Brown que en realidad recibe instrucciones directas de altos funcionarios del Partido Comunista Chino.

A Grade Trading luego compartió la mina con el Grupo MCC Metallurgical Construction Corporation. Jaime Brown continúa gerenciando en Sierra Grande, donde el 40 % de los trabajadores son de origen chino

En la ingeniería jurídica para estas privatizaciones y adquisisiciones operó el importante estudio jurídico Brons y Salas. El mismo que asesora en Argentina a Barrick Gold Corporation y otras compañías mineras.

El hierro de la que fuera HIPASAM se destina exclusivamente a China.

El mismo grupo chino A Grade Trading constituyó una compañía (Emprendimientos Mineros S.A.) que se hizo de una mina de cobre en Campana Mahuida, Neuquén, sin licitación pública. Entre los años 2012 y 2030 pretenden facturar mas de u$s 1.700 millones y pagaron por la mina tan solo u$s 1 millón. Pero en realidad no venderan el cobre, sino que como con el hierro de Sierra Grande lo destinaran directamente a China.

Pero que harán los chinos con tanto hierro y tanto cobre ?

Pensábamos que solo se trataba de sostener el crecimiento chino de más del 10 % anual en los ultimos años. Pero mas abajo hallamos otra respuesta.

Hasta cuando los argentinos dejaremos que nuestros gobernantes entreguen nuestros recursos ?

Ya es hora de que nos pongamos de pie.

Cristian Hendrickse
Asesor Legal de
A.V.A.L. Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Loncopue
A.V.A.Ca.M. Asamblea de Vecinos Autoocnvocados de Campana Mahuida Neuquén – Patagonia Argentina