La más cruda de las exclusiones impera en Catamarca, provincia en la que se extraen minerales y metales “preciosos” valuados en millones de dólares. Los ranchos, las enfermedades de la pobreza, el desempleo, los caminos destruidos, la falta de infraestructura, de servicios mínimos y de oportunidades son una imagen repetida en una zona de la que se extraen metales preciosos por valor de miles de millones de dólares, que acaban engalanando vidrieras o alimentando tesoros bancarios en destinos remotos. ¿Por qué no hay pueblos mineros ricos en la Argentina?

 

Fuente: diario La Voz

17/07/2011. Andalgalá, su controvertida situación y su intendente electo, Alejandro Páez, no son una casualidad. Todo ocurre en la primera provincia argentina en donde se produjo el desembarco de los megaproyectos de la minería a cielo abierto, que hoy también se instalaron o planean instalarse en las zonas montañosas de distritos como San Juan, Salta y La Rioja.

Sin pueblos ricos. Una frase común de quienes critican la actual situación en que se desenvuelve la megaminería en Argentina dice que en el país no hay pueblos mineros ricos. Esto es verdad al menos en el caso de Catamarca, provincia que demoró años en dar un ordenamiento de distribución de regalías, favoreciendo así que continúe la desigualdad entre sus diferentes regiones.

Los dos más grandes emprendimientos mineros catamarqueños, la mina de oro y cobre La Alumbrera, en funciones desde la década pasada, y la mina de cobre, molibdeno y oro Agua Rica, que todavía no comenzó a producir, están ubicados en dos de los departamentos más pobres de la provincia.

Los ranchos, las enfermedades de la pobreza, el desempleo, los caminos destruidos, la falta de infraestructura, de servicios mínimos y de oportunidades son una imagen repetida en una zona de la que se extraen metales preciosos por valor de miles de millones de dólares, que acaban engalanando vidrieras o alimentando tesoros bancarios en destinos remotos.

La injusticia es muy evidente para pasar inadvertida. Y la sufren más los habitantes de los pueblos argentinos cercanos a estos grandes emprendimientos, que no tienen un marco legal ni político que los favorezca y que les reconozca algo que merecen: una devolución especial a sus distritos, ya que son los que poseen el recurso natural y serán los afectados por el agotamiento del recurso y sus consecuencias ambientales.

La cena de la megaminería quedó servida de esta manera y las reacciones de los grupos ambientalistas o directamente antimineros, aunque más de una vez destempladas y exageradas, han sido una consecuencia lógica de la manera en que el país desarrolló su nuevo marco minero durante la administración del presidente Carlos Menem.

Hoy, la megaminería a cielo abierto es una política de Estado para la Argentina. Política que comparte con el resto de las naciones sudamericanas, con las que recientemente firmó un acuerdo favorable a este tipo de explotación. Se trata de una política ampliamente criticada por ser muy favorable desde lo económico para las grandes compañías mineras internacionales (Argentina no tiene ninguna empresa que pueda desarrollar un emprendimiento de estas dimensiones) y por dejar dividendos directos casi inexistentes para el país.

Las autoridades nacionales que recalcan los enormes beneficios que dejaría la actividad (miles de empleos directos e indirectos, alto nivel de sueldos, creación de redes de proveedores en cada provincia, tecnologización, etcétera) deben lidiar de manera permanente con los cuestionamientos al marco legal actual y no han respondido la pregunta que se hacen Andalgalá y otros distritos mineros: si la megaminería genera riqueza, ¿por qué Argentina no tiene pueblos mineros ricos?

Negociación cerrada. Las grandes compañías, que obtuvieron un marco legal acorde a sus expectativas gananciales, realizan sus acuerdos primarios en Buenos Aires y luego no prestan más que una atención subsidiaria a las realidades locales donde deben efectuar su actividad extractiva.

En algunos casos, acaban actuando como modestas organizaciones de caridad, donando dineros para un club deportivo local, apoyando iglesias o institutos educativos. Las expectativas de los pueblos mineros hacia ellas son desproporcionadas respecto de lo que finalmente obtienen.

Para Agua Rica, uno de los emprendimientos que genera la división popular en Andalgalá, se suscribió un convenio de cooperación con el municipio en 2006, con el objetivo de “comprometerse con el desarrollo de la comunidad andalgalense y por extensión de toda la provincia a través de distintos programas relacionados con el ambiente, la seguridad social, los proyectos productivos, la capacitación y los proveedores locales”.