Apenas uno llega a Andalgalá puede encontrarse rápidamente con la tensión que sobrevuela la ciudad. Las miradas se clavan en cualquier silueta foránea, con el peso del recelo y la desconfianza. El bus arribó a la Terminal vieja, que está exactamente frente a la sede de “Agua Rica”, la minera de la Yamana Gold Inc., la minera de la discordia. Los primeros en repartir esas miradas filosas son los policías devenidos guardias, quienes se refugian del sol violento del medio día bajo las sombras verdes de árboles y billetes.
RESISTENCIA RESIDENTE
Andalgalá
Constituye Andalgalá uno de los departamentos de mayor progreso de la provincia, cuya cabecera política se encuentra a 260 km de San Fernando del valle de Catamarca. Cuenta con una superficie de 4497 km², que alberga a una pujante población de 14.031 habitantes. De este modo introduce un manual de geografía catamarqueña, al que cualquiera puede acceder en la Biblioteca Herrera, en San Fernando del Valle. Actualmente, la población debe rondar las 17.000 almas, a 955 metros sobre el nivel del mar, en un valle cálido y seco.
Casi de casualidad, doy con un gran tomo titulado “Elementos de ecología” , allí un párrafo capta mi atención: “El hombre es una parte insoslayable del ambiente. Con su inteligencia puede contribuir a la conservación de los lugares expuestos a peligros, e incluso puede mejorar la productividad de los ambientes naturales. Pero también es capaz ininteligentemente, de acelerar su destrucción”. Hago memoria, recuerdo que para Goethe, el hombre era la primera conversación que la naturaleza mantiene con Dios. No puedo evitar hermanar esas dos palabras: conservación, conversación, conservación+conversación… Así siguen, y así comienzan este viaje a Andalgalá, la perla del oeste.
A prima vista
Apenas uno llega a Andalgalá puede encontrarse rápidamente con la tensión que sobrevuela la ciudad. Las miradas se clavan en cualquier silueta foránea, con el peso del recelo y la desconfianza.
El bus arribó a la Terminal vieja, que está exactamente frente a la sede de “Agua Rica”, la minera de la Yamana Gold Inc., la minera de la discordia. Los primeros en repartir esas miradas filosas son los policías devenidos guardias, quienes se refugian del sol violento del medio día bajo las sombras verdes de árboles y billetes. Doy unos pasos y saco la cámara, aunque no tomo fotos, sus ojos a lo Terminator me llevan a cierta cautela. Seguido a la Terminal se levantan unos puestos de comidas típicas. Todos están cerrados, menos uno, donde una pareja vende tortas fritas, churros y pan. Me acercó y sigo a los Terminators que no dejan de seguirme. La provocación, un gen bien heredado. Compro un par de churros a la pareja y le pregunto por la minera. La mujer se reduce al silencio, encogiendo los hombros y enterrando la mirada en el suelo. El hombre, camuflado bajo un gorro y unas gafas estrambóticas, va y viene, tapa el pan, remueve el fuego, voltea tortas fritas, para finalmente señalar con un ademán ligero en dirección a los cerros. Su mujer se mueve, incomodándose en su propio silencio. El hombre se anima y me cuenta que el cauce del río pasa por donde Agua Rica quiere abrir el vientre al cielo. “Se va a perder todo, los animales, los cultivos, el agua, todito”, agrega retirando una torta. Sólo doy con la voz de su compañera al preguntarle su nombre: “María”, cuando le pregunto al hombre, parece aventajado repentinamente por algún cuidado, y declara: “Pequeño productor” y sin pausa: “Por las mañanas acá somos todos pequeños productores. Se pueden comer empanadas, tamales, de todito…”.
Identikit
Después de instalarme en lo del “Maestro” Brizuela salgo al animé de la tarde andalgaleña. La luminosidad del sol lleva a tientas. El día aún no suelta su modorra siestera. Para un citadino, la siesta es un misterio que hace de cualquier plaza teatro de fantasmas y sueños viejos. De a poco empiezan a circular autos, camionetas, motos y más motos, y la mirada de los hombres comienza, otra vez, a seguir con desconfianza. Foráneo, extranjero, todo y nada, en una identidad sin cuidado.
Camino algunas cuadras y en una esquina me encuentro con una llamativa construcción de dos pisos que se anuncia como “Cine Ideal”. Allí mismo, un hombre retacón me saluda, con una extraña amabilidad. Aprieto la mano de Ramos, ex policía, devenido albañil, de mirada calma y tono ameno: “¿De dónde viene? Lo vi sacando fotos; no es de acá”. Me dan ganas de contestarle cantando a lo Cabral para confirmarle también que no soy de allá ni de ningún otro lado, pero me mantengo cortés y me presento. Nos corremos a la sombra y poco tardamos en adentrarnos en la realidad de la minera. Desde el medio de la calle, Ramos me muestra dónde quieren abrir la tierra para extraer, como el aclara, “no sólo oro, todo tipo de minerales, lo que quiera puede encontrar bajo esta tierra”. Sus dedos gruesos, bien curtidos, están empolvados por alguna changa reciente. Su tono es pacífico hasta para las peores razones, “Acá el municipio apoya a Agua Rica, y los comerciantes, muchos también, saben que van a proveer de cosas y vender si la mina funciona…”. Mira al cerro, apoya las manos en la cintura y sigue: “Pero sabe… a uno que es pobre… a ellos no les importa; para nosotros lo más importante es el agua”. Me cuenta que Agua Rica ofreció abrir unos pozos al sur, “pero si es la misma agua… viene de arriba, de la cuesta y va a llegar contaminada si hacen los pozos”. Para Ramos ya debe estar contaminada el agua. Se rasca la cabeza sin perder su calma y agrega “esos cursos sabe, van llegando a Córdoba, a La Rioja…”, levanta las cejas y se calla, dejándole al silencio árido la amplitud de un problema que va más allá de Andalgalá, de Catamarca y de la propia Argentina. Va más allá del origen el problema que es de todos. Según él, también hay vetas que pasan por el pueblo, “mucho mineral hay, ellos primero ofrecieron indemnizaciones para que los que vivimos acá nos vayamos a otros lugares, pero vio, yo ya estoy viejo. Y nadie quiere dejar su lugar”. La idea traumática del desplazamiento, de una Nueva Federación no es tentadora para el ex policía. Mira hacia los cerros y negando con la cabeza afirma: “Sabe que pasa, yo siento que es como cuando a uno lo operan y lo dejan todo abierto y así abierto se infecta…”.
La cuesta de Agua Rica
Lo dejé a Ramos en una tienda de cositas dulces. Vuelvo hasta la plaza. Motos que dan vueltas, adolescentes que zumban pululando como abejas, parejas jóvenes que pasean y viejas parejas que toman el dulce sol de la última tarde. Llego a la oficina de turismo. Allí dos mujeres me reciben, deshaciendo rápido el cuidado embebido. Ya este mal receloso debiera ser suficiente motivo para extirpar a la minera. Dentro del local, donde una de las señoras me da un mapa, un paisaje imponente cuelga de un clavo. Me acerco y la misma mujer del mapa me informa: “Esa es la cuesta de Agua Rica, por ahí baja el río. Es ahí donde quieren poner la mina”. El silencio nos encierra en una indignación estrepitosa. El lugar es un paraíso. La mano del hombre quiere deshacerlo por lo que cree un mejor progreso.
Inca Pie
Me voy temprano para la plaza, es viernes. Desayuno en el Bar Asturias, mientras traigo a cuento la reciente charla con el “Maestro” Brizuela. Me contó que él no se opone radicalmente a la minera, siempre y cuando “se haga bien y sin daños mayores”. Brizuela parece tomar una postura tibia, ni si ni no.
En uno de los matutinos catamarqueños doy con una solicitada pro minera, ocupa toda una página. Entre líneas, proclama que el progreso de un país va de la mano de la explotación minera. Es interesante ver que cuando se habla de “progreso” se lo vincula, casi exclusivamente, con el de índole material. ¿Será posible alguna vez hacer hincapié (o ¡Inca Pie!) en el progreso de conciencia? Ya que no toda evolución industrial, material, tecnológica es sinónimo de progreso. ¿No sería beneficioso para todos detener un poco esa maquinaria voraz, para avanzar y evolucionar en otros ámbitos? ¿Cuánto tiempo más se necesitará perder antes de retornar a la propia naturaleza? Alguna vez, un Nóbel y comunista hormonal, propuso quitar de los diccionarios la “Utopía”, creía que ya no tenía significado ni sentido en este mundo para esta humanidad. Quizás se pudiese hacer un esfuerzo para cuidar y guardar un poco más la “Utopía” y disecar en el acto al “Progreso”, que tan solo a una acepción se ha reducido ya.
Ups, el baile del gallito ciego.
“Secretaría de Agua y Ambiente. Intendencia de Riego de Andalgalá”
Me atiende un ñoqui , muchos habitan en este ámbito (ideas primerizas de un par de ojos atentos). Le comento mis inquietudes y me hace esperar por un responsable. De camisa y corbata ajustada, se presenta un tal Cecenarro. Me atiende directamente desde el mostrador, como quien no quiere perderse la siesta. Sin preámbulos, Cecenarro se explaya a favor de la minera, lo hace con diplomacia, justificando su posición en que la minera sólo haría usufructo de un cauce de agua ácida. Además, agrega que “ELLOS PROPONEN UNA OBTURACIÓN PARA EVITAR LA CONTAMINACIÓN DE LOS CAUCES POTABLES Y LA REALIZACIÓN DE UNA NUBE DE IRRIGACIÓN PARA EVITAR QUE EL POLVO GENERADO POR LAS EXPLOSIONES ENTURBIEN EL AIRE QUE RESPIRAMOS TODOS LOS ¡ANDALGALENSES!” Discursea y los ñoquis circundantes se mueren por aplaudir al Dr.
Me confirma que al momento no hay ningún perjuicio ambiental, y que “para saber que puede pasar tiene que estar la mina funcionando”. Je. Super. Prueba y error y después “Ups”. Según Cecenarro, los estudios encargados para comprobar el impacto ambiental fueron aprobados por la Secretaría de Agua y Ambiente de San Fernando del Valle de Catamarca, “aprobados con recomendaciones” y como quien no quiere más baile, apurando su abrigo me manda a la municipalidad a buscar otra pareja.
Pilciao 16
Futuro brazo extendido de Agua Rica.
Objetivo: Prospección, exploración y explotación minera.
Ubicación: nevados de Aconquija.
Consecuencias: “Progreso”. Contaminación de Andalgalá y reubicación de su pueblo.
En marcha
Después de la marcha de mujeres, amordazadas y maniatadas, un grupo reducido se une frente a la fiscalía con la intención de denunciar a Agua Rica. Lucas, un joven nacido en Andalgalá, comprometido con la causa, toma la posta y se adentra en la fiscalía. Algunas mujeres esperan afuera, comentan cómo un muchacho en moto intentó pasar por donde ellas estaban bloqueando una de las arterias que rodea la plaza principal.
Unos minutos antes, mientras las mujeres se reunían en la plaza, cruzo algunas palabras con otros tibios del pueblo. “El siberiano” está a cargo del buffet del club, me detiene al adentrarme en el mismo, como si el buffet hubiese estirado un brazo hambriento sobre todas las instalaciones. Le pregunto por las actividades y me responde, con ojos tristes de san bernardo, que por el momento no hay actividades de ningún tipo. Me sorprendo. Afuera, lo espera un viejo caraperro. Les pregunto por la mina, y con los mismos ojos tristes me responde “El siberiano”: “Acá el tema es simple, yo no sé si la mina está bien o no, pero lo que sí sé es que el pueblo está divido y eso no es bueno para nadie”. Hace una pausa, mira a las mujeres que cada vez son más. “Yo tengo hijos, te imaginás que si contamina yo no estoy de acuerdo… Pero si no contamina, es más trabajo y acá no sobra el trabajo”. Le comento que hay más de 30 recomendaciones a los estudios ambientales, que muchas personas ya hablan de contaminación. Con esto el caraperro explota: “Escúcheme. Acá hay que tener cuidado, todos hablan pero nadie sabe nada”. Miro al viejo, sus arrugas no parecen de sabiduría y sí de tristeza. Las mujeres comienzan su marcha y con ellas me voy alejando.
Ley 24.196.
Ley de inversiones mineras.
Gobierno del inefable Carlos Saúl M.
Sin licencia social
En “El Algarrobo” me encuentro con Sergio, el “Checho”. La asamblea permanente “El Algarrobo” existe desde diciembre del 2009. Son pasadas las 4 de la tarde. Checho está solo, de guardia desde la noche anterior. Me muestra un poco el lugar, la resistencia cuelga del cielo y nace de los cimientos: me lleva con orgullo para que vea las bases de la futura radio de “El Algarrobo”. Checho pasó la noche en una reposera bajo muchas frazadas y el manto eterno de las estrellas amantes. Me cuenta un poco cómo se organizan. Siempre hay alguien haciendo guardia. Esta vez, le tocó un tiempo largo, se lo nota cansado, pero al mismo tiempo, lozano y lúcido, con la mirada límpida. Da una vuelta con mi cámara para distraerse un poco, son suyas las mejores postales. No me esfuerzo por preguntarle muchas cosas, opto por el mejor de los silencio, ese de la compañía.
Un poco después llega Porras, el carpintero del pueblo, con un gran sombrero de vaquero. Porras asegura que durante la movilización popular del primero de septiembre (ultimátum dado por el pueblo de Andalgalá a Agua Rica para retirarse) hubiese sido posible tomar la sede de la minera. Checho duda, baja la mirada y busca entre las raíces y sus razones, encuentra una que coincide con la que alguien me dijo frente a la fiscalía.
Se podría haber tomado Agua Rica pero sólo hubiese traído repercusiones negativas para “El Algarrobo”. Las voces se multiplican, al cabo de unos minutos se acercan Aldo y Beba. A Aldo lo arrestaron hace un tiempo, supuestamente por violación de propiedad privada, para después descaratularlo a resistencia a la autoridad. Entre los dos me ponen más al tanto de cómo la policía responde rápida y eficaz a cada denuncia de Agua Rica y como demora todo el tiempo del mundo para tomar declaración a los asambleístas. Todo bajo el aval del Sr. Juez.
Construyendo historias
Día de asamblea en la plaza principal. Pasadas las 2 empiezan a llegar los asambleístas. Cuelgan banderas, montan altares, amasan tortas fritas y ríen. Un borracho con la camisa manchada de vino pasa de largo, le pide fuego a un árbol y también a una banca, hasta que finalmente se deja caer y se duerme bajo la sombra del árbol con el cigarrillo entre los dedos. No se entera de nada.
Extrañamente, mis piernas me trajeron a la plaza desde temprano, sin dejarme opción a desvíos o distracciones. Tenía que llegar para ver todo desde el comienzo. Me siento en los escalones de la iglesia. El viento sopla, una pluma combativa de otras latitudes llega y se hace eco en mi memoria, su fe afirma “Hay un tiempo para vivir y un tiempo para testimoniar la vida. Hay también un tiempo para crear, lo que es menos natural (…) “. Aquí, esos tiempos parecen fundirse en un abrazo atemporal, donde la propia vida es testimonio fiel de su mejor creación, de su máxima osadía: la resistencia, la voluntad de un pueblo a no desaparecer. Andalgalá, Catamarca, la Argentina y el mundo deben saber que la victoria hace rato es de este pueblo, parte de su naturaleza y cimiento de su historia. Y no puede ser comprada, ni por todo el oro de Agua Rica. En Andalgalá se respira ese sentimiento, bien calchaquí , que no sabe ni desea aprender sobre entregas y renuncias.
Me acerco a la ronda de mate y me ceban el primero después de muchos días. Pasan los mates y los trozos de torta frita. El sol empieza a caer, las horas se perdieron con el viento.
Sigo el movimiento en la plaza, cada vez hay más gente. Son más de las 8 y no hubo ni marcha ni la asamblea programada para las 6. La ronda de mate y torta frita se sucede. Una arquitecta de sonrisa amplia se acerca, cuando me saluda olvido su nombre pero no el título que sin querer me regala. Tiene razón, necesitamos construir historias, tejer una madeja grande que haga de la realidad de Andalgalá abrigo de todos. No es posible quedarse sin piel, así tampoco para la madre tierra.
El porteño es receloso por naturaleza, acá además se embebe de la tensión de sitio. Entonces, con cada uno que me encuentro –o con casi todos, muchos ni siquiera somos “porteños” –se establece cierta distancia, pero sólo con el nuevo desconocido, entre ellos, los porteños residentes, flota una afectuosa y cordial camaradería. Hay cierta distinción, realmente estamos lejos de los aires de Bs. As.
El viento aflora con más fuerza, agita hojas, estrellas, fantasmas de cuentos y epopeyas. No alcanza el tiempo, increíblemente deja de existir cuando llego. De pronto, redoblan tambores, se lanza el llamado a unos y otros olvidados. La puntualidad sigue de siesta, son las 21.15 hs. y retumba otrora el estrépito de viejos parches calchaquíes. Empieza la asamblea y seguidamente se extiende una larga bandera argentina. “No son todos los que están pero están todos los que son”, canta una voz rebelde en otra orilla. El justiciero que acabó con el duende verde me acompaña, juega con las palabras relatándome sus mejores proezas. No es de ningún lado, pero recuerda, orgulloso, al cerro alto que lo ha engendrado.
El pueblo de Andalgalá asume su compromiso más crucial, el de abrazar la vida, asumiendo la sabiduría de sus propias raíces. Porque, ¿qué se puede comprar cuando todo esté muerto? Sólo más muerte. Andalgalá sabe eso. Muchos necesitamos pasar por aquí para aprender de esta tierra, de su gente, que día a día continúa su lucha, la vive, la testimonia y la crea, al mismo tiempo y en cada latido feliz y compartido.
8 de octubre de 2010.
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1 George L. Clarke. Ediciones Omega. 1974.
2 Facundo Cabral. Cantautor y compositor argentino.
3 Ciudad de la provincia de Entre Ríos construida para reemplazar a “Federación”, antigua localidad que fue inundada voluntariamente como consecuencia de la construcción del complejo hidroeléctrico de Salto Grande. La construcción de la nueva ciudad comenzó en el año 1977. La re-localización se llevo a cabo en un sitio ubicado a 5 kilómetros del pueblo demolido e inundado.
4 Argentinismo despectivo utilizado para señalar a empleados públicos que sólo asisten al lugar de trabajo para ocupar su asiento o en fechas de cobro.
5 Albert Camus. Bodas. 1970 Editorial Sur. Buenos Aires.
6 Denominación dada a grupos originarios de las etnias diaguitas o paziocas, las cuales habitaron el Noroeste argentino. Su población rondaba los 450.000 habitantes, resistiendo por un siglo a los embates colonizadores de España.