Si la usina nuclear japonesa de Tokaimura está rodeada de 300.000 vecinos aterrorizados por un reciente accidente, su equivalente argentina, la central de Pilcaniyeu, en Río Negro, 60 kilómetros al este de Bariloche, tiene la enorme ventaja relativa de estar en el medio de la nada, sin habitantes a la vista en kilómetros a la redonda.

 

 

Fuente: diario La Nación

Pilcaniyeu – 25/10/2010. Pero tiene además una segunda ventaja relativa fundamental: no se produce allí, hoy, uranio enriquecido, aunque las impresionantes instalaciones están construidas para eso y siguen perfectamente preparadas para hacerlo.

Su entorno son cerros de la precordillera patagónica y el idílico río Pichileufú, más caudaloso este año porque hubo buenas nevadas, y que haría las delicias de los pescadores si no fuera porque ésta es una zona estrictamente cerrada al paso de cualquier persona que no sean los 65 técnicos de alto nivel que trabajan allí, alguna vaca errante o un ocasional visitante, como este enviado.

No se permite sacar fotos allí. Sólo se admite una vista desde lejos, cuando se llega a ese valle encerrado -una antigua estancia de 8063 hectáreas comprada por el gobierno militar argentino a un propietario norteamericano en 1979- y aparece ante la vista una imagen digna de una película de James Bond: unos enormes galpones metálicos, que parecen encerrar herméticos secretos.

Uranio enriquecido

Hay nada menos que 26 plantas y laboratorios en total, entre las cuales el corazón de Pilcaniyeu: una compleja instalación para producir el hexafluoruro de uranio (la sustancia que produjo el escape radiactivo en Japón), a partir del cual se extrae el uranio enriquecido, el combustible que permite producir, tras la reacción atómica, mucha más energía que el uranio natural.

Todo está en vida latente, sin embargo. El físico Eduardo D´Amato, titular del Ente Regulador de la Energía Nuclear, y el ingeniero Edgardo Isnardi, jefe de la planta de Pilcaniyeu, nos explican que “si bien se produjo uranio enriquecido en Pilcaniyeu, fue sólo a modo de prueba y para demostrar que la Argentina podía producirlo. Sin embargo, no lo estamos haciendo ahora. Aunque la usina de Atucha utiliza uranio enriquecido, hoy es más barato comprar ese combustible en el mercado internacional”.

Desde los acuerdos nucleares firmados por la Argentina internacionalmente, y, en particular, con el Brasil, una inspección periódica que se hace cada tres meses verifica que la planta de Pilcaniyeu no produce uranio enriquecido y que sólo se trabaja en otros proyectos.

La clásica sospecha sobre la producción del uranio enriquecido es que, por ser un subproducto fácilmente fisionable, es el material utilizado para construir bombas atómicas. Por esa razón, sólo hay diez países en el mundo que tienen capacidad de producir uranio enriquecido -Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra, India, China, Paquistán, Japón, Brasil y la Argentina, de los cuales los siete primeros ( y probablemente Israel) son productores de bombas atómicas.

¿Qué se hace allí?

Lejos del propósito bélico, D´Amato e Isnardi dan una explicación filosófica y coherente para encontrar la conveniencia de disponer de esa alta tecnología: “Si los países productores de uranio enriquecido, que también es útil para el uso pacífico, saben que uno puede producirlo, es mucho más fácil y barato adquirirlo”.

Dado que nada justifica hoy producir uranio enriquecido en la Argentina, la planta de Pilcaniyeu puede parecer otro monumento a las inversiones estatales desmesuradas en las que nuestro país se destaca con brillo propio.

Sin embargo, los físicos e ingenieros que trabajan allí tienen de qué ocuparse. Con un nivel de conocimiento tecnológico que hace de esa área un extraño bolsón del Primer Mundo donde nadie se lo espera, los científicos trabajan en dos proyectos de gran envergadura: El primero es la construcción de un reactor autorreciclable (por lo tanto herméticamente cerrado) capaz de producir con la reacción atómica de su interior la energía equivalente a una gran represa hidroeléctrica (unos cien megavatios) con una dimensión sumamente reducida: un cilindro vertical de unos doce metros de alto por tres de ancho.

El complejo sistema está casi terminado, tal cual lo vimos ingresando en el interior del cilindro donde se efectuará la reacción, y constituirá una novedad mundial.

El segundo es el denominado proyecto Delta, un complejo sistema de control de la energía neutrónica para reducir los años de radiactividad de los residuos nucleares.

Como se sabe, el tratamiento y almacenamiento de los residuos es el mayor dilema que plantea siempre la controvertida energía atómica.

Los dos planes de trabajo apuntan a transformarse en el centro de la investigación nuclear futura en la Argentina.

Examinaron a miles de japoneses por la radiación

Responsabilidad: continúan los cuestionamientos a la empresa que explotaba la planta nuclear; temeroso regreso a los hogares en la zona del accidente.

TOKIO.- Miles de vecinos de la localidad Tokaimura hicieron fila ayer para someterse a pruebas de detección de radiaciones, mientras el gobierno levantaba el cerco alrededor de la planta en la que hace dos días ocurrió el mayor accidente nuclear de Japón.

Paralelamente, una versión de la agencia Kyodo indicó que el gobierno nipón autorizó la instalación de la planta nuclear a pesar de que la empresa a cargo de su explotación (JCO) había asegurado que no había necesidad de tomar precauciones contra un “accidente crítico”.

La “luz verde” para eliminar la orden de acordonamiento de la zona, evacuación y confinamiento dada a los residentes que vivían en un radio de 350 metros de la planta se tomó después de que expertos de la Comisión de Seguridad Nuclear (CSN) estudiaron las últimas muestras en el terreno.

Las autoridades indicaron que tanto los alimentos en los supermercados como los vegetales y animales en huertas y granjas pueden ser consumidos porque no han sido afectados por la radiación.

A pesar de esto, los habitantes se mostraban temerosos de volver a sus hogares. Su aprensión se incrementó al escuchar a algunos miembros de la CSN que seguían advirtiendo que aún era demasiado pronto para desactivar la alarma.

Desconfianza

Por los mismos motivos, en los últimos dos días, miles de vecinos esperaron su turno frente a centros cívicos y hospitales para someterse a pruebas de detección de radiaciones. No se informó sobre ningún caso de contaminación.

Ayer se eliminó la prohibición de salir a la calle a los 310.000 habitantes que vivían en un radio de 10 kilómetros. Pero a los vecinos no les alcanza con las declaraciones oficiales. Temen las consecuencias del que fue el accidente nuclear más grave del Japón, que alcanzó el grado 4 en la escala internacional de 7.

Oficialmente, son 49 las personas afectadas por la radiación, la mayoría trabajadores de la planta, los empleados de una ambulancia, bomberos y una decena de vecinos que vivían en las inmediaciones.

Dos de los tres operarios que al parecer causaron el accidente por una manipulación incorrecta de los materiales nucleares se encuentran en muy grave estado.

El primer ministro Keizo Obuchi dijo que la negligencia fue increíble: “Se dice que los operarios usaron sus propias manos y recipientes de acero inoxidable para procesar los químicos”, expresó.

Según Kyodo, la empresa propietaria de la planta admitió que dos de los trabajadores afectados no contaban con ninguna experiencia en la materia. El accidente del jueves ocurrió cuando los empleados de la planta omitieron uno de los pasos en el procedimiento de elaboración de uranio enriquecido. Inmediatamente después los niveles de radiación en el exterior del edificio fueron 16.000 veces superiores a lo habitual.

Agencias EFE y DPA