Los habitantes de la aldea de Zurawlow, en el sudoriental distrito polaco de Grabowiec, ocupan desde el 3 de junio un predio en el que la empresa estadounidense Chevron planea realizar perforaciones en busca de gas de esquisto.

 

Foto: Habitantes de Zurawlow protestan en Varsovia. La pancarta dice: “Gas de esquisto = muerte de la agricultura”.

Fuente: Inter Press Service IPS

La resistencia de estos productores rurales es apenas el último golpe a quienes promueven este combustible en el país.

Chevron, una de las cinco principales compañías gasíferas del mundo, posee cuatro de las 108 concesiones para exploración de gas no convencional que actualmente extiende Polonia, según datos del 1 de julio.

En los últimos años se percibió a Polonia como uno de los países más promisorios de Europa para la exploración de gas de esquisto. La Administración de Información de Energía de Estados Unidos estimó hace dos años que el país albergaba 187 billones de pies cúbicos de gas de esquisto, 44 billones de los cuales se encontraban en la cuenca del Lubin, donde está Zurawlow.

Este año, el organismo revisó estas estimaciones y, tras aplicar una metodología más estricta, concluyó que las reservas de Polonia son de 148 billones de pies cúbicos, y las específicas de la región de Lubin son de nueve billones.

Dado el consumo anual de gas en Polonia (actualmente de unos 600.000 pies cúbicos), la estimación original de la Administración de Información de Energía implica que los recursos de esquisto alcanzarían para satisfacer las necesidades del país por 300 años, cifra que a menudo citan los medios de comunicación y los políticos.

El gobierno de centroderecha liderado por el primer ministro Donald Tusk propone al gas de esquisto tanto para reducir la dependencia de las compras a Rusia (que cubren dos tercios de la demanda polaca de ese combustible) como para hacer una transición que le permita apartarse del sucio carbón, que a la fecha satisface 60 por ciento de la demanda energética en el país.

Más allá de la retórica política, los hechos en el terreno son menos color de rosa. Pese a que desde 2010 se perforaron 40 pozos en el país (incluido el de Halliburton contratado por la empresa estatal polaca PGNiG S.A.), hasta ahora ninguna compañía anunció que pueda extraer gas con fines comerciales.

Durante el año pasado, ExxonMobil, Marathon Oil y Talisman anunciaron que se retirarían de Polonia, por dudar de las ganancias que pudieran obtener de quedarse. El gobierno parece tener como prioridad el control de los daños, al decir a los medios internacionales que Exxon todavía mantiene una de cada seis concesiones y que Marathon todavía no presentó una solicitud oficial para retirarse.

El equipo de Tusk también trabaja en cambios legislativos para facilitarles las cosas a las empresas: además de exoneraciones impositivas hasta 2020, las firmas tendrán la posibilidad de convertir automáticamente las licencias de exploración en licencias de producción, así como de aumentar la profundidad de las perforaciones sin permisos extra.

Pero el lobby del gas de esquisto considera que los cambios no van suficientemente lejos.

Según la Organización Polaca de la Industria de la Exploración y la Producción (OPPPW), se requiere una redacción más clara para garantizar que quienes exploran puedan explotar automáticamente (sin que los yacimientos se sometan a licitación en caso de que se descubra gas).

También se necesitan permisos de exploración por más tiempo, y se vislumbra un rol demasiado grande para una empresa estatal que Polonia planea participe en todas las explotaciones.

“Todos los miembros de la OPPPW desean que sus proyectos en Polonia progresen”, dijo Marcin Zieba, director ejecutivo de la entidad, a IPS.

“Pero, como demostraron ExxonMobil, Talisman y Marathon al detener sus operaciones, pueden cambiar de idea”, agregó, señalando que “esta actividad es de alto riesgo, sin garantía de éxito”.

Mientras, surgen obstáculos importantes e inesperados a raíz de la oposición local al “fracking” o fractura hidráulica, que consiste en inyectar agua y productos químicos en el subsuelo a fin de liberar el gas atrapado en las rocas.

Ya en 2012, Chevron tuvo que detener sus operaciones en Zurawlow porque los habitantes del lugar argumentaron con éxito ante tribunales que las actividades de la empresa violaban la directiva de la Unión Europea sobre la conservación de las aves silvestres.

Este año, la ocupación empezó cuando la compañía renovó sus intentos de comenzar a trabajar, intentando vallar un área. Según los manifestantes, Chevron trata la concesión como una propiedad privada, mientras que la misma “se concedió con fines públicos –la búsqueda de hidrocarburos- y las actividades en el área deben realizarse con el conocimiento y la aceptación de la sociedad”.

En una controversia que puede resultar ilustrativa de la opacidad del marco legislativo polaco, los habitantes del lugar sostienen que, aunque Chevron tiene la concesión, no recibió aprobaciones complementarias de las autoridades locales para hacer nada más que pruebas sísmicas en la región. Chevron retruca que sí cuenta con todas las aprobaciones necesarias.

En respuesta a los manifestantes, el Ministerio de Ambiente dice que el derecho a construir (y que incluye los pozos) en tierras que son objeto de concesión debe ser mejor regulado por las autoridades estatales y no se derivan automáticamente de la concesión.

Sin embargo, la batalla legal es apenas una faceta del conflicto fundamental que existe entre los lugareños y Chevron. En el área predominantemente agrícola de Zurawlow, la gente teme que el “fracking” destruya para siempre sus tierras y sus recursos hídricos, poniendo en peligro sus medios de sustento.

“Si continúan perforando a miles de metros de profundidad, nuestra agua se verá afectada y no habrá más vida en nuestros campos”, dijo a IPS el lugareño Stefan Jablonski durante una protesta realizada la semana pasada en Varsovia.

“Eso sin mencionar que podemos terminar quedándonos sin gas y sin agua también”, agregó.

Quienes viven en la zona se quejan de que no se realizó ninguna evaluación de impacto ambiental para la exploración de gas de esquisto en Zurawlow. Según la legislación polaca, las autoridades estatales pueden decidir caso por caso si se requiere un estudio de esas características.

Cuando en una conferencia de prensa realizada el 15 de este mes IPS le pidió al ministro de Ambiente, Marcin Korolec, que respondiera a los reclamos de los manifestantes, este dijo: “El gas de esquisto constituye una enorme oportunidad para Polonia. La mayoría de los asuntos ambientales son extremadamente sensibles, como vemos con la población de Zurawlow, pero tenemos que mantener nuestra ruta y concretar nuestra política”.

Agnieszka Grzybek, del Partido Verde polaco, dijo a IPS: “Lamentablemente, nuestro Ministerio de Ambiente se está comportando como si fuera un representante de las empresas”.

“En el paquete legislativo que se discute en este momento hay una propuesta que dice que las nuevas organizaciones no gubernamentales no pueden enviar comentarios y participar en el debate a menos que tengan más de un año de existencia. Esto excluye a grupos como los agricultores de Zurawlow”, que no pueden tener injerencia en las decisiones sobre el gas de esquisto, añadió.