Con el auspicio oficial, la explotación del gas no convencional (shale gas) está utilizando en nuestro país la controvertida metodología de la fractura hidráulica, causante de contaminación de aguas y activación de fallas geológicas que originan movimientos sísmicos. Es preciso advertirlo.
Por Maristella Svampa* Y Enrique Viale**
A ningún observador podrá escapársele que la cuestión socioambiental es un punto ciego del gobierno kirchnerista.
Más allá del sorprendente “ambientalismo selectivo” -según la acertada expresión del periodista Darío Aranda-, que Cristina Fernández e intelectuales oficialistas expresaran en estos días, en nombre de los árboles arrancados de modo ilegal por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el caso es que el kirchnerismo nunca se interesó en incorporar a la agenda política dicha discusión.
Antes bien, de modo sistemático el gobierno nacional pretende obturar el debate negando las graves consecuencias ligadas, por ejemplo, a la expansión del agronegocio y de la megaminería.
No hay más que evocar las eternas dificultades para una aplicación real y efectiva de las Leyes de Bosques y de Glaciares, logros vinculados a las luchas del movimiento socioambiental.
Por si esto fuera poco, bajo el influjo de una necia visión “eldoradista” se avanza ciega e imprudentemente -de la mano de la nueva YPF- en la explotación del gas no convencional (shale gas), con la controvertida metodología de la fractura hidráulica o Fracking, técnica que consiste en inyectar grandes cantidades de agua, sustancias químicas tóxicas y arena, a elevada presión, a fin de producir micro-fracturas en la roca madre que almacena los hidrocarburos.
Las consecuencias ambientales son de corto plazo: contaminación de aguas subterráneas y superficiales y activación de fallas geológicas que originan movimientos sísmicos.
En función de la controversia que rodea esta técnica experimental, el Fracking ya fue prohibido en Francia y Bulgaria, así como en Vermont (Estados Unidos) y Quebec (Canadá), mientras que en Nueva York y otras regiones de Europa se han aprobado moratorias (suspensión).
El tema es de tal gravedad que en el país del norte se creó un movimiento cultural antifracking, con Yoko Ono, Robert de Niro y Salman Rusdhie entre sus firmantes.
Incluso Hollywood registró el impacto, como lo muestra la película todavía no estrenada en Argentina, Promise Land, protagonizada por Matt Damon.
Pero si se buscan detalles de lo que produce el Fracking, hay que ver el documental de Josh Fox, Gasland (Tierra del Gas) y tomar nota de lo que el director encontró en cuatro estados de Estados Unidos: contaminación del agua, riesgo de explosión de casas, impacto en la salud de las personas y animales, sentimiento de la población de haber sido estafados, dificultades de acceso a la información, en fin, imposibilidad de vivir una vida normal.
En Argentina son cuatro las cuencas de gas no convencional, varias las provincias amenazadas e incontables los problemas ambientales que irán a sumarse a los ya existentes.
Neuquén es la pionera del Fracking, de la mano de una compañía privada (Apache), que hoy opera cerca de Zapala, sin el consentimiento de la comunidad mapuche Gelay-Ko, a quienes pertenecen esas tierras.
Hace unos días, la Presidenta inauguró la exploración de gas no convencional, cerca de Comodoro Rivadavia, donde tampoco se consultó a la población.
Por otro lado, el oficialismo dejó en claro que no tolerará ningún “mal antecedente”.
Cinco Saltos, ciudad rionegrina que a fines de 2012 aprobó una ordenanza prohibiendo el Fracking, sintió todo el peso de la admonición: hace unos días la intendenta la vetó, debido a las presiones del senador Miguel Ángel Pichetto y del gobernador Alberto Wereltinek.
Mientras esto sucede, en Río Gallegos, se anunciaron tres pozos de exploración.
El vertiginoso corrimiento de las fronteras del extractivismo amenaza incluso lugares como Entre Ríos, que se asienta sobre el acuífero guaraní, la reserva de agua dulce más grande de Sudamérica, a lo cual se agrega el riesgo sísmico y la cercanía con la central nuclear de Atucha.
Recientemente, la ministra francesa de Ambiente, Delphine Batho, invocó el principio precautorio y ratificó la prohibición del Fracking en dicho país, asegurando que “en ninguna parte del mundo se demostró que esta explotación pueda hacerse sin daños considerables para el entorno y para la salud humana”.
Es esta inversión de la carga de la prueba la que nos obliga -y así lo proponemos- a la inmediata declaración de una moratoria de esta modalidad de explotación en todo el territorio argentino.
En una de sus iluminaciones proféticas, el filósofo Walter Benjamin escribió “Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia.
Pero tal vez las cosas sean diferentes.
Quizá las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia”.
Con un gobierno que no debate y un Estado que no consulta ni controla, la llegada del Fracking nos advierte que es hora de accionar el freno de emergencia.
*Socióloga, investigadora del Conicet
**Abogado ambientalista
Ambos son miembros de Plataforma 2012