Unas 20 mil personas marcharon en contra de la ley de desmonte, horas después de que la oposición ceda a la presión ciudadana y deje a Unión por Córdoba sin consenso para aprobar la norma.

 

Por Lucía Maina Waisman para La Tinta

Pájaros carpinteros, algarrobos, apicultores, hormigas, campesinas, caballos y mariposas recorrieron el centro de la ciudad de Córdoba durante el atardecer de este primero de marzo de 2017. Miles de personas de distintos rincones de la provincia trajeron al monte y sus habitantes al pleno asfalto de Colón y Cañada para oponerse al proyecto de ley que el gobierno provincial viene intentando imponer en los últimos meses. Desde hace ya algunos días, si uno miraba hacia el cielo se podía vislumbrar a lo lejos la bandada de pájaros que avanzaba hacia la Legislatura: el rechazo creciente de la población a una norma que avanzaría sobre el 3% del monte nativo que queda en territorio cordobés anunciaba una marcha masiva para este miércoles. Ante este paisaje, varixs legisladores decidieron oponerse públicamente al proyecto de Unión por Córdoba horas antes de que el monte ganara las calles.

Un gran árbol con hojas de friselina verdes y amarillas encabeza la marcha. En la cima tiene un atrapa sueños, de donde caen las ramas sostenidas por niños y niñas. Un nene se pasea entre ellas con un plumero de tiras verdes y una hoja blanca colgada en el pecho que dice “Soy Quebracho”. Detrás de la intervención se encuentran las primeras banderas, la de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo y la del Movimiento Campesino de Córdoba, y entre ambas un cartel con una ecuación matemática: +monte = +alimentos sanos. Mientras tanto, sobre la vereda en la esquina de Jujuy y Colón, un árbol de goma espuma, hilos y cañas —que ocultan al ser humano que debe estar muriéndose de calor debajo del disfraz— espera que la gente empiece a avanzar.

Un poco mas atrás, un sol dibujado en papel madera sobrevuela algunas cabezas y logra anteponerse al cemento perfectamente liso y rectilíneo de los edificios, sostenido a lo alto por un hombre de barba larga y negra. En la misma zona, un grupo de unas veinte o treinta chicas y chicos buscan camuflar su aspecto humano; se pintan hojas y ramas en cachetes, narices y frentes, se toman de las manos formando filas y empiezan a hacer una coreografía dibujando curvas que disimulen la dureza racional y calculada de sus cuerpos. Otros, en cambio, eligen adornar sus cabezas con plumas, sombreros de paja, picos de pájaros o coronas de ramas. Tres chicas deciden ir más allá de los clichés y se pasean con unas botellas de champagne sostenidas por un turbante blanco con una palabra en cada una de ellas, para formar, las tres juntas y en hilera, la frase: “Equilibrio por favor”.

Decenas de mujeres y hombres marchan cargando seres con unos pocos meses de vida en los brazos; los que mas abundan son algarrobos, vestidos en su maceta inicial de bolsas plásticas color negro. Así avanzan los árboles sobre el asfalto, entre medio de las banderas con las consignas que se vienen repitiendo entre vecinas y asambleas que se oponen al desmonte: “Sin bosques nos inundamos” “No a la minería”, “No a la especulación inmobiliaria”. Gran parte de estas organizaciones forman parte de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo, un espacio surgido a fines del año pasado que ya suma a más de ochenta organizaciones y nuclea a coordinadoras regionales en Punilla Norte, Centro y Sur, Sierras Chicas, Sureste, Noroeste y Noreste de la provincia de Córdoba, además de la ciudad capital.

— Como colectivo hemos ido creciendo cada vez más, es impresionante como nos reciben en cada una de las localidades con el accionar de la coordinadora —dice Joaquín Deon, licenciado en Geografía e integrante de la Coordinadora regional de Sierras Chicas—. Y no porque sea algo idílico sino porque es algo palpable: sentimos en nuestras comunidades que nos falta el monte cuando nos inundamos, cuando hay sequía, cuando hay un incendio y todas las especies mueren o animales se retiran a otros lugares, y eso se está expresando cada vez más porque el bosque se está perdiendo cada vez más.

— En realidad en el Sur ya está todo desmontado —cuenta Celeste Rumie, de Río Cuarto e integrante de la Coordinadora Sureste, de donde también llegaron distintas personas para participar de la manifestación—, ya lo que tenemos directamente es un proceso de sojización y siembra de maíz transgénico. Es fuerte la diferencia que hay entre aquella zona del sur y las sierras donde hay presencia de monte, que si bien también sufren el desmonte, la gente tiene una identidad y una cultura que se preserva y se defiende mucho más. Allá estamos experimentando esta sensación de que la pérdida del bosque nos ha hecho perder nuestra cultura y nuestra identidad.

Por las calles de Córdoba avanzan también las banderas de asambleas que recuerdan otros de los tantos conflictos socio-ambientales de la provincia, como Malvinas Lucha por la Vida que se opuso a la instalación de Monsanto, los vecinos y vecinas de barrio San Antonio que exigen la erradicación de la fábrica Porta Hnos. o los vecinos de Parque Santa Ana que se oponen a la instalación del basural.

Durante la caminata, los insectos se cuelan entre consignas y pancartas. Unas abejas gigantes de cartapesta vuelan sostenidas por caños de plástico; un apicultor con su traje blanco que camina por la zona se acerca a una de ellas y se ríe mientras simula ahuyentarla con su ahumador. Unos metros más allá, un enjambre de palomas, benteveos, picaflores dibujados en hojas blancas avanzan sobre la multitud.

— Esta intervención es una forma de hacer al monte presente; como no puede venir, de alguna manera decidimos traer una pequeña parte, por eso acá lo que tenemos representado son cincuenta especies del monte nativo con sus nombres en los carteles, porque con esta ley perderíamos la biodiversidad —explica Sandra Gordillo, bióloga de Sierras Chicas que se encuentra debajo del enjambre haciendo volar una mariposa sobre su cabeza—. A veces las personas que vivimos en lugares donde hay monte lo vivimos de otra manera, no como en la ciudad donde no se ve y mucha gente por ahí no se da cuenta que esto no es algo de ambientalistas, esto es algo de todos, porque es el patrimonio natural de todos los cordobeses y no podemos permitir que desaparezca para el negocio de unos pocos.

Las estrategias para disfrazar el paisaje de la ciudad ya abarcan unas ocho cuadras del centro de la capital cordobesa. Eso sí, el paisaje sonoro está muy lejos de invocar el andar silencioso del monte, con sus sutiles cantos de pájaro o algún que otro crujido de ramas, y la multitud se desparrama entre batucadas, tambores de cambombe, sikus, trompetas y flautas traversas, gritos, murmullos y cánticos.

Cuando la marcha ya avanza por la avenida General Paz, un grupo de organizadores empieza a abrirse paso por el medio de la multitud para arrinconar a la gente hacia los costados. Después de mucho esfuerzo logran que el centro de la calle quede despejado, y todxs se asoman hacia atrás con mirada curiosa como en un desfile de carnaval, esperando entender qué o quién va a pasar. Unos minutos después, unos doce caballos montados por sus jinetes con aspecto gauchesco avanzan sobre el asfalto ante gritos y aplausos. Son integrantes de la comunidad índigena Balata, en La Cumbre, que cabalgaron durante casi dos días para participar de esta manfiestación.

— Venimos acá a Córdoba en representación del monte, en defensa del monte —cuenta Franco González, miembro de la comunidad—. O sea, el monte y nosotros somos uno, es lo que tienen que aprender los de las ciudades: la tierra está haciendo un llamado y ninguno lo está escuchando y hasta que no haya un sacudón fuerte no van a entender.

Franco cuenta que en su zona ha quedado muy poco monte, por incendios, por un loteo, y también porque la gente del pueblo terminó de desmontar buscando leña para ellos, sin fijarse si cortaban árboles verdes o secos. “Recién ahora -dice- está volviendo todo: están los renovales, mucho chañar, espinillo… pocos algarrobos, pero algunos vienen”.

Los caballos doblan en 27 de Abril y se pierden de vista. La multitud avanza a paso humano detrás de ellos y ya con el sol escondiéndose en el horizonte llega a la plaza San Martín. Son las ocho de la noche y las campanadas de la catedral se mezclan con el grito de guerra indio que empieza a propagarse entre las columnas de la marcha y con un aplauso continuado que termina silenciándose en las manos que se levantan para sacudir los dedos en el aire.

Un aire de festejo y alegría se respira en el asfalto de la plaza. Aunque no hay certezas absolutas de lo que pueda pasar entre las paredes de cemento que separan la Legislatura del ecosistema de los bosques que hoy ha ocupado el centro de la ciudad, lo que pasó hace unas horas en una reunión de comisión de la Unicameral señala un panorama optimista para frenar la ley que permitiría avanzar con el desmonte.

— Nos parece que hoy se puso un punto límite en la reunión de comisión —dice el legislador Martín Fresneda, del bloque Córdoba Podemos—, planteando desde nuestro bloque pero también desde todo el arco de la oposición que ya no íbamos a seguir participando de la discusión de la ley, porque ya nace nula desde el momento en que no nace abierta a la comunidad. De acuerdo a lo que dijo el gobernador Schiaretti la ley no va a salir si no tiene consenso y hoy se echó por tierra ese consenso.

— Se logró un quiebre muy grande por parte de los sectores político-partidarios que apoyaban esto —dice, por su parte, Joaquín Deon de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo—. El bloque de Cambiemos, por ejemplo, dice que ellos ya no van a aprobar este proyecto y lo comunican de manera pública. Unión Por Córdoba ha quedado completamente sola con este proyecto, y esto ha sido un trabajo y un proceso muy fuerte desde la comisión de política y desde toda la coordinadora con cada una de las movilizaciones. Me atrevería a decir que ya no van a aprobar la ley en este contexto.

En el escenario montado frente al Cabildo, Doña Jovita inaugura el festival por donde irán desfilando gran parte de los artistas que durante este verano han protagonizado también, junto a vecinas y vecinos, asambleas, científicos, profesionales, campesinas, el rechazo a la ley bautizada como Ley del Ecocidio, o Ley del Desmonte. Mientras los músicos van subiendo uno a uno para cantarle a los pájaros, los yuyos y la tierra y el público canta y baila sin parar, un grupo pinta un mural en vivo en el telón de fondo del escenario y con sus trazos va formando un monte de gente que alza sus brazos como ramas hacia el cielo.

*Por Lucía Maina Waisman para La Tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.