En realidad, no estamos en una transición energética sino en una expansión energética porque el consumo de electricidad se acelera más rápido de lo que pueden abastecerlo las renovables. Y por eso, el mundo sigue recurriendo al más contaminante de los combustibles fósiles, el carbón.
Fuente: Javier Blas (*)
En lo que debería ser uno de los acontecimientos menos sorprendentes, la demanda mundial de electricidad se está disparando en todas partes a medida que el mundo avanza hacia la electrificación de todo. Fuera coches de gasolina, dentro vehículos eléctricos; fuera calderas de gas, dentro bombas de calor; y así sucesivamente. Es la transición energética.
Pero hay un problema. A medida que la demanda de energía aumenta más deprisa de lo que pueden suministrar las energías renovables, el mundo recurre a una fuente de eficacia probada para producirla: el carbón.
El resultado es doble. En primer lugar, el año en que se espera que la demanda de carbón alcance su punto máximo se retrasa. En segundo lugar, lo que sigue al pico ahora se parece más a una meseta elevada que va subiendo más y más cada año. Y si la historia sirve de guía, cabe esperar nuevas revisiones.
Se prevé que el consumo mundial de carbón supere las previsiones de hace tan sólo un año, debido a la aceleración del consumo de electricidad.
Apenas se oye hablar de ello en las brillantes descripciones de la transición energética. El carbón sólo se menciona cuando algún país cierra su última central eléctrica de carbón. Ese fue el mensaje recientemente en el Reino Unido, que puso fin a 142 años de energía generada con carbón cuando cerró su última central de carbón a finales de septiembre en Ratcliffe-on-Soar, a unos 160 kilómetros al norte de Londres. Mientras tanto, Asia ha estado muy ocupada abriendo nuevas centrales.
La realidad para el más contaminante de todos los combustibles fósiles es un consumo récord y una demanda más fuerte de lo previsto en el futuro. Es un signo de la naturaleza desigual de la transición energética: la generación récord de energía solar y la demanda récord de carbón pueden coexistir.
La semana pasada, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publicó su informe anual Perspectivas de la Energía en el Mundo, una revisión exhaustiva de las posibles trayectorias de la oferta y la demanda de combustibles fósiles y fuentes de energía renovables hasta 2050.
El informe de 398 páginas contenía una advertencia: «Las perspectivas del carbón se han revisado al alza sobre todo para la próxima década, principalmente como consecuencia de la actualización de las previsiones de demanda de electricidad, en particular de China y la India».
No era una revisión menor: se calcula que el consumo de carbón en 2030 será un 6% mayor que hace un año. Puede parecer poco, pero equivale a añadir el equivalente al consumo de Japón, el cuarto mayor quemador de carbón del mundo. Para 2030, la AIE cree ahora que el consumo de carbón seguirá siendo superior al de 2010.
Se trata de un cambio importante en un informe por lo demás optimista. La eólica y la solar siguen creciendo más rápido de lo que muchos pensaban, incluida la AIE. Como resultado, su cuota de mercado crece cada vez más. «En la historia de la energía, hemos asistido a la Era del Carbón y a la Era del Petróleo», declaró Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE. «Ahora avanzamos a toda velocidad hacia la Era de la Electricidad».
Birol, un economista que ha pasado de animar a la industria de los combustibles fósiles a rebautizarse como defensor de la ecología, no se equivoca. Sin embargo, se deja muchas cosas sin explicar sobre esa nueva era de la electricidad. En todo el mundo, más de un tercio de esos electrones proceden de la combustión de carbón. En China, el 60%; en la India, casi el 75%.
El carbón es considerado necesario para dar respuesta al aumento de la demanda porque el consumo eléctrico se acelera más de lo que pueden proporcionar las fuentes renovables.
Se elige, más allá del daño ambiental que produce, porque: no depende de las condiciones meteorológicas, como la hidráulica, la eólica y la solar. Aparte del carbón, sólo las centrales nucleares y las de gas pueden suministrar electricidad las 24 horas del día. Quizá algún día la energía solar y eólica puedan hacerlo en combinación con baterías. Pero por ahora, el almacenamiento en baterías es efímero y minúsculo si se compara con las necesidades energéticas incluso de ciudades de tamaño medio.
Un dato notable: dos tercios del aumento total de la demanda energética en 2023 se cubrirán con combustibles fósiles, según la AIE.
Sí, la energía limpia es el futuro. Por ahora, sin embargo, los combustibles fósiles siguen siendo el presente, especialmente cuando la demanda de electricidad se acelera tan rápidamente. Entre 2023 y 2030, se espera que el consumo de electricidad crezca seis veces más rápido que la demanda total de energía, frente a dos veces más rápido en el periodo 2010-2023 y 1,4 veces más rápido en 2000-2010. Según la AIE, cada año se añade a la demanda mundial el equivalente al consumo eléctrico de las 10 mayores ciudades del mundo.
La aceleración no tiene que ver con la inteligencia artificial y los centros de datos, como se suele lamentar. En todo caso, representarían una fracción del aumento del consumo. La demanda de energía procede de todas partes, sobre todo de los vehículos eléctricos, el aire acondicionado e incluso la desalinización del agua.
El epicentro del auge de la electricidad es Asia, por lo que tiene sentido que los dos mayores consumidores de carbón del mundo, China y la India, no sólo no abandonen el carbón, sino que sigan construyendo más centrales eléctricas de carbón. El resultado es una transición energética más contaminante de lo que muchos esperaban.
Con el exenviado estadounidense para el clima, John Kerry, Estados Unidos llegó a una especie de distensión con China sobre la transición energética. El acuerdo no escrito implicaba que China abandonaría el carbón con el tiempo. En retrospectiva, parece que Pekín se la jugó a Kerry, que estaba desesperado por llegar a un acuerdo en la cumbre del clima COP26 de 2021 en Glasgow, la primera reunión de la administración Biden, cuando la Casa Blanca quería pulir sus credenciales ecológicas después de Trump.
Es hora de un nuevo enfoque. El mundo no puede afirmar que se está moviendo en la dirección correcta hasta que el consumo de carbón haya disminuido significativamente, digamos a los niveles del año 2000. Según las tendencias actuales, es poco probable que eso ocurra hasta mucho después de 2050. Los responsables políticos deberían dejar de fingir que han ganado la guerra contra el carbón. Aún estamos lejos de ello.
(*) Javier Blas, es columnista de Bloomberg Opinion, cubriendo energía y materias primas. Ex-reportero de Bloomberg News y editor de materias primas del Financial Times, también es coautor de “El mundo en venta: dinero, poder y los comerciantes que intercambian los recursos de la Tierra”.