Animada por el alza de los precios, una firma canadiense presenta ante la Xunta su plan para extraer el metal precioso de una mina abandonada de Bergantiños.
Fuente: diario El País
Santiago, España – 26/09/2011. Ninguna de las seis empresas que desde los años 70 estudiaron el yacimiento aurífero de Corcoesto, una parroquia ganadera del municipio coruñés de Cabana de Bergantiños, encontró tantas buenas señales para decidirse a explotar la mina, conocida ya por los romanos y redescubierta a finales del siglo XIX por una casa británica. Había oro, pero con el precio del metal por los suelos desde la desaparición de la Unión Soviética, la incursión en Corcoesto se convirtió en una aventura poco rentable que las multinacionales fueron abandonando poco a poco, vendiendo sus concesiones a otras que tampoco vieron claro el negocio.
Hasta que el oro recobró su valor como refugio frente a los vaivenes de los mercados bursátiles. Cada onza de oro, 31,1035 gramos del precioso metal, se cotiza a 1.812 dólares en la bolsa de Nueva York, cuando al cierre de 2005 se cambiaba por 503. Con arreglo a estos números, EdgeWater Exploration, Ldt, una firma con sede en Vancouver, presentó a principios de verano ante la Consellería de Medio Ambiente el documento de inicio de evaluación ambiental para explotar la mina de Bergantiños, de la que pretende extraer entre 20.000 y 30.000 kilogramos de oro. La empresa, que ya ha invertido cuatro millones de euros en perforar 44.400 metros de Corcoesto, reconoce que en la ecuación que definirá los beneficios el precio del oro “es un factor de peso”. Al mismo tiempo que inicia los trámites en Galicia, la compañía estudia las posibilidades de explotación de un gran yacimiento en Enchi (Ghana).
“El interés aumenta porque sube el precio. Proyectos que antes eran dudosos en términos económicos, si se multiplica por cinco o seis el precio, pueden realizarse”, confirma Javier Taboada, catedrático de Explotación de Minas de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Vigo. “Hay que hacer una investigación muy concreta, sondeos, ensayos de laboratorio y catas. El interés depende también de lo profundo que esté el metal, de la cantidad de mineral que hay que remover para acceder a él”, explica. La anterior concesionaria de los derechos de explotación de Corcoesto, Kinbauri España -filial de una firma canadiense- sondeó la mina durante dos años, aunque finalmente desistió de su empeño y hoy extrae el metal de dos yacimientos asturianos.
Pero la fiebre del oro del siglo XXI, favorecida por la demanda creciente de países como China, India o Brasil, abre frentes muy distintos que los de la simple búsqueda del beneficio. Para separar el metal precioso del material inútil la empresa que pretende explotar Corcoesto usará cianuro sódico, un compuesto muy corrosivo. El proyecto que Edgewater Exploration presentó ante Medio Ambiente incluye además la opción de una minería a cielo abierto para extraer el metal de las cotas más superficiales. La Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), consultada por el departamento de la Xunta -un procedimiento rutinario en la primera fase de evaluación ambiental-, pide cautela ante la envergadura del proyecto. Edgewater Exploration tiene previsto explotar 777,6 hectáreas divididas en tres concesiones, que producirán 20 millones de metros cúbicos de estériles de mina. El informe remitido por la concesionaria del yacimiento a la Xunta admite consecuencias para el ecosistema de Bergantiños, como la alteración de la red de drenaje de las aguas superficiales, emisión de polvo durante el triturado de la roca o destrucción del suelo que ocupará la escombrera. “El río Anllóns, a su paso por la zona del proyecto minero, es un LIC incluido en la lista nacional de la Red Natura 2000”, recoge el documento.
A Serafín González, presidente de la SGHN, le preocupa sobre todo las consecuencias de vertidos al Anllóns si por accidente se rompe la balsa en la que se llevará a cabo la separación de materiales. Una de las alternativas de la empresa es completar este delicado proceso a cielo abierto. “La realidad es que los accidentes graves existen. Estamos en la cuenca del Anllóns, si hay un derrame puede invadir el río y su estuario”, advierte el ecologista, que asegura que el proyecto de Corcoesto está en el “límite de la rentabilidad” y que solo se sostiene gracias al extraordinario incremento del precio del metal en los últimos años. Aunque la empresa le da una vida útil de entre 10 y 20 años, González está convencido de que el negocio solo tendrá futuro “si el oro se mantiene en precios elevados”.
Las buenas expectativas del mercado del oro inspiran otros seis proyectos, ya autorizados por la Xunta pero todavía en fase de investigación, en las provincias de Lugo y Ourense. Dos de ellos están en el municipio de Ribas de Sil, que ya en tiempos de la dominación romana surtió al Imperio del oro de Peites; otros tres en Trives, donde se investiga además la extracción de plata; el último, en una mina abandonada de San Xoán de Ríos.
Las prospecciones en los yacimientos del macizo ourensano forman parte de un concurso público de la Consellería de Economía e Industria para recuperar derechos mineros caducados, todavía sin terminar en Lugo y Pontevedra y ya en marcha en A Coruña. En total son 296 los yacimientos que optan a una nueva explotación; abundan los de piedras ornamentales, como el granito, la pizarra o el cuarzo, pero también del oro y la plata que codician las multinacionales porque su valor crece conforme baja el del dólar y el del euro. Melide, Arzúa, Boimorto, Ferrol, Narón, Valdoviño o Coristanco aparecen también en el último concurso de minas de oro en la provincia de A Coruña, publicado en julio.
El redescubrimiento de 964 onzas
“Sus características como bien escaso, inalterable al paso del tiempo, maleable, divisible, homogéneo y difícil de falsificar, lo convirtieron en el bien líquido por excelencia”. Así justifica Edgewater Exploration su iniciativa en Bergantiños, todavía sin fecha de inicio. Pese al proyecto que pretende recuperarla, la de Corcoesto sigue siendo una mina abandonada de la que apenas queda otro vestigio que las llamadas de atención de los carteles que la rodean. Han desaparecido los restos de la empresa británica Sagasta Gold Mines, que construyó una planta para separar el metal de la roca con cianuro y varias casetas en las que acumulaba el material sobrante. En 1910 tomó el relevo La Aurífera Gallega, que desistiría de su empresa pocos años después. En 1988 Río Narcea Gold Mines, concesionaria hasta 2010, se hace con los derechos de explotación, aunque nunca llega a utilizarlos. De vez en cuando, los rumores de reapertura volvían a Corcoesto, pero jamás pasaron de proyectos peregrinos. Aunque en otras zonas de Galicia la búsqueda de oro que iniciaron los romanos continúa -en Salvaterra aún se recojen las pepitas del río Miño-, el metal dejó de inspirar grandes proyectos.
Y es que durante décadas, la ecuación que hoy estudia Edgewater Exploration señalaba pérdidas. Hoy, la diferencia entre lo que cuesta extraer oro -contando la inversión inicial en sondeos, los costes de explotación y el procesado del metal- y lo que se obtiene al venderlo ofrece cada vez mejores expectativas de beneficio. Los portavoces de la concesionaria de Corcoesto todavía no saben cuánto dinero tendrá que gastar la multinacional para resucitar la mina, pero sí cuentan con estimaciones de sus ingresos. Según el cálculo menos optimista, el yacimiento contiene unos 20.000 kilos de oro, el equivalente a 643 onzas, la medida de referencia en los mercados. En el mejor de los escenarios la mina esconde 30.000 kilos del metal, 964 onzas. No es mucho, sobre todo si el precio baja, algo que no ocurre de forma prolongada desde hace tiempo. En septiembre del año pasado, el oro se cotizaba a 1.300 euros la onza; a principios de este mes, registró un pico de 1.900.