En Cabana de Bergantiños, un pequeño municipio de A Costa da Morte, cercano a la ciudad de La Coruña, se preguntan y responden si es bendición o condena.
Fuente: Qué!
Los que ven en la mina una tabla de salvación frente a la elevada tasa de paro de la zona se aferran a los 1.300 puestos de trabajo -270 directos y 1.100 indirectos- que promete la empresa, aunque la explotación a cielo abierto suponga dejar en la zona una herida medioambiental perpetua.
“Es entendible. Hay quien dice que es una postura egoísta, pero tendría que verse…”, concede Nela Abella, responsable de la organización ecologista Verdegaia.
En las últimas semanas la división entre los vecinos ha ido aumentando después de que la empresa promotora, Mineira de Corcoesto-Edgewater, de capital canadiense, comenzase a enviar cartas a los vecinos invitándoles a vender sus terreros antes de que sean expropiados a un precio inferior.
El proyecto, recuerdan desde la plataforma en defensa de Corcoesto, no ha recibido todavía la consideración de estratégico, por lo que el proceso de expropiaciones no puede comenzar todavía. “Es una coacción”, alerta Abella.
Este “chantaje”, afirma Nely Souto, uno de los portavoces de la plataforma, está agudizando la “división social” existente “desde el primer día”. “La gente más afectada es la que está más a favor”, apunta en declaraciones a EFE.
La empresa, afirma, se ha encargado de convencerles con promesas de empleo.
“Están jugando con la necesidad de la gente”, lamenta Souto. “Si no existiese ese factor -la elevada tasa de paro- el rechazo sería mayor”, añade Abella.
Ambos temen que la instalación de la mina termine por despoblar la zona dados los riesgos medioambientales y para la salud que conlleva.
Las organizaciones ecologistas -Adega y Verdegaia- han presentado alegaciones a un proyecto que alteraría la morfología del terrero removiendo grandes cantidades de metales pesados -arsénico, níquel y antimonio, potencialmente peligrosos para la salud- que podrían dejar inutilizados muchos de los acuíferos.
A este factor habría que añadir el denominado “drenaje ácido”, que afectaría a las numerosas explotaciones agrícolas y ganaderas de la zona, y las consecuencias de las macroexplosiones que generan partículas muy tóxicas con un radio de dispersión atmosférico que puede llegar a superar los 30 kilómetros.
La zona se encuentra además en un enclave de moderado riesgo sísmico que no se ha tenido en cuenta en la proyección de la bolsa de lodos, advierte Abella.
Todo ello ha llevado a algunos vecinos a intentar parar la instalación de la mina. La plataforma vecinal “Salvemos Cabanas” ha recogido ya más de 19.000 firmas contra la minería tóxica en Galicia.
El colectivo denuncia que muchas de las consecuencias de este tipo de minería no figuran en los estudios de impacto ambiental.
“En la zona de Andalgalá, en la región argentina de Catamarca, el nivel de cáncer ha aumentado un 800 por ciento tras la instalación de una mina de similares características”, alertan.
El debate está servido. Los que defienden la mina aluden a las sentencias de tribunales europeos y españoles que no ven delito en la actuación de la empresa canadiense para respaldar sus argumentos, mientras los ecologistas alertan de daños irreparables.
Entretanto, las catas continúan en la zona. La carrera por el oro no ha hecho más que comenzar.
Ayer mismo la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras de la Xunta emitía la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) del proyecto, que considera “viable”, y garantizaba el cumplimiento de la normativa medioambiental.
La DIA ha sido firmada por el secretario general de Calidad y Valoración Ambiental y estará disponible en la web de la Xunta de Galicia a partir del próximo lunes.