Se ha dicho que Conga es el punto de quiebre. O sea que si Ollanta no mata las lagunas entonces que se olvide de la inversión y del gravamen minero, y que vaya a buscar de dónde financia sus programas sociales. El gobierno ha respondido que sí, que va la Conga, que se respeta lo avanzado por el proyecto, pero que hay que atender las demandas de las comunidades. Más o menos la fórmula de respetar lo acordado aunque no nos guste sin romper el diálogo.

Por Raúl Wiener publicado en diario La Primera

17/11/2011. La cuestión es que lo que se cuenta es apenas la tercera parte de la historia. Y no se dice que Conga ha estado en discusión desde hace varios años y que la opinión de la población de las provincias directamente afectadas y de la mayoría de Cajamarca siempre fue la misma: rechazar el secado de las lagunas.

A los agricultores y a la gente les falta agua, a Yanacocha le incomoda, porque las lagunas están sobre el yacimiento. Por eso la fabulosa idea de sustituir las fuentes naturales por reservorios inclusive con más agua que las cuatro lagunas, lo que equivale a querer reemplazar una obra de millones de años sobre la que se organizó la vida de la gente, los animales y las plantas, por un depósito de cemento.

Era obvio que esto crearía resistencia, que algunos denominan “desconfianza”. Pero veamos: la empresa, el gobierno regional (el anterior, no el actual de Patria Roja), las autoridades municipales, los dirigentes sociales y las ONG, elaboraron, a través de un equipo técnico, un Plan de Reordenamiento Territorial, y el conjunto se pronunció por la intangibilidad de las lagunas.

La cosa llegó tan lejos que Yanacocha desconoció a los técnicos que había contratado. Y el gobierno de García decidió dictar normas para que las opiniones del gobierno regional y los alcaldes no fueran tomadas en cuenta para la aprobación del proyecto.

Más aún, se ordenó al Ministerio de energía y Minas acelerar la aprobación del impacto ambiental, tomando en cuenta exclusivamente el punto de vista de la empresa, que es el mismo que los escribidores promineros hoy repiten: que no hay problema con el agua porque habrá reservorios, que el estudio ambiental fue independiente (aunque contratado por la empresa), que el MEM lo aprobó aunque fuera en tiempo récord y a cargo de un exfuncionario de Yanacocha, etc.

Pero, claro, los problemas de Yanacocha y Alan García, tenían que ver más que con los trámites que quemaron etapas e ignoraron la opinión de Cajamarca, que con el hecho que el 2011 se cambiaban autoridades regionales y nacionales.

Y no es necesario recordar aquí en qué compromisos anduvo metida la gran empresa del oro para conseguir que la presidencia regional y el gobierno del Perú fueran a manos de políticos pro mineros y pro Conga.

Recomiendo darse una vuelta por Cajamarca para preguntar a la gente sobre la “neutralidad” de Yanacocha respecto a los diversos sectores políticos y cómo sintió la elección de Gregorio Santos. O revisar las páginas de LA PRIMERA de abril y mayo para recordar que Roque Benavides fue el financiador y animador del llamado “plan Sabana”, para destruir la candidatura de Ollanta y favorecer a Keiko. Todo pensando en Conga.

Ahora nos quieren decir que aquí todo es normal y mala suerte para las lagunas porque las etapas ya se han cumplido. Pero ese fue el pretexto por el que Toledo no movió nada de Fujimori y García siguió por el mismo camino. La camita siempre llega hecha.

Lo que prueba que estamos ante un gobierno nuevo es que sea capaz de marcar la línea en la que empieza el cambio. Es una verdadera Conga que Yanacocha y Benavides quieran chantajear a Ollanta con el proyecto que amarraron con Alan García.