Ahora que los nevados siguen disolviéndose por efecto del calentamiento global un nuevo conflicto sube hasta las alturas del Apu Qarwarasu, el padre mayor de las provincias de Lucanas y Sucre, al sur de Ayacucho, como antes en Cerro de Pasco, Huancavelica, Cajamarca, Arequipa y Cusco.

 

Fuente: Dario Uno
Todo indica que el agua-vida que baja de ese nevado a través de varias cuencas tendría los días contados. En una orilla se sitúa la empresa minera australiana Laconia South América S.A.C, flamante propietaria de un yacimiento en las faldas del nevado gracias a la generosidad del gobierno del señor Ollanta Humala, que prepara el tajo abierto, recurriendo a las viejas triquiñuelas para hacer creer que cuenta con el apoyo de los pueblos personas.

En la otra, están los ayllus y comunidades campesinas y el conjunto de habitantes de las dos provincias. Sin embargo, la reacción de millares de personas en contra de la minera, a través de un paro de 48 horas en la carretera llamada interoceánica, particularmente en Puquio, es un buen augurio de resistencia. Como siempre, la policía hizo lo suyo, reprimiendo y golpeando, anunciando los muertos por venir.

No habría que ser adivinos para suponer que el agua-vida de los miles de años de nuestra historia, será reemplazada por el agua-muerte que conocemos en el país luego del paso fugaz de las empresas mineras.

En la primera mitad del siglo XX la mina de ÚTEC, en el distrito de San Juan de Lucanas -una de las más ricas en plata- fue explotada hasta extraerle el último gramo posible con la tecnología de entonces. Los dueños volvieron a Lima y dejaron un largo campo de relave donde antes crecía y florecía el maíz. Nunca más se les vio las caras.

De esa mina quedan recuerdos de dolor, enfermedad y muerte, la experiencia sindical de Severino de la Cruz, convertido en dirigente minero nacional, la crónica contada y cantada por él en el wayno Utic pampa uticpampita: de maizales fuiste adornado/ ahora eres un gran pozo/ de relave venenoso/. Estoy sacando oro y plata….y mi vida ya se está acabando. (Canción 314 del libro La sangre de los Cerros, de los Hermanos Rodrigo, Luis y Edwin Montoya, Mosca Azul, Cepes, San Marcos1987, p. 642).

Queda principalmente la novela Todas las sangres, que José María Arguedas publicó hace 50 años, anticipando el gran conflicto minero peruano de hoy. Del llamado desarrollo que los mineros Boza prometieron en Útec no queda huella alguna.Se repite la historia de Potosí, La Oroya, Huancavelica y Cerro de Pasco. ¿Hasta cuándo?

El Apu Qarwarasu es uno de los tres grandes de las tierras altas de Ayacucho junto con el Rasuwillka y el Sarasara. Está a 5,200 metros de altura. Es el padre, el gran padre de todas las tierras que se ven desde esa altura.

Hasta ahí llegaban los abuelos con sus ofrendas; hasta ahí llegan ahora los awkis, sacerdotes quechuas en los meses de agosto y setiembre, cuando en todos los ayllus se celebra el Yarqa aspiy, limpieza de los canales de riego, que es la fiesta andina más importantes de todo el territorio andino peruano de agricultura con riego.

El sentido profundo de la fiesta es el siguiente: agradecer a los Apus-Wamanis —cerros, padres andinos— por el agua recibida en el año agrícola que termina y por el agua que habrá en el año agrícola siguiente. La limpieza en la acequia, en mayo, es el punto de partida.

Cuando el trabajo ha concluido las comunidades o ayllus escogen a los encargados de asumir la responsabilidad de la Fiesta. Las parejas de ‘cequia alcaldes’ buscan a los awkis o sacerdotes quechuas y preparan las ofrendas que él y los “cequia alcaldes” llevan a los Apus en las huacas o lugares sagrados y en manantiales de las tierras altas, cerca y encima de los cinco mil metros de altura.

En una manta de tejido con lana de llama o alpaca se reúnen los mejores productos cosechados en el año –papas, ocas, mashwas, habas, maíz- con hojas de coca, el llampu -una harina ceremonial de maíz- conchas y estrellas de mar, el corazón latiendo de una llama o de una oveja, botellitas de vino, cigarrillos y caramelos, que se ofrecen a la Pachamama (Madre Tierra) y al Apu protector del pueblo y los ayllus, que luego se entierra entre canto, música, oraciones deseos y alegría.

Es la fiesta de la gratitud por la vida recibida y por la vida por recibir. Los awkis o sacerdotes indígenas tienen una explicación muy sencilla de la fiesta: el agua es la vida, la esencia, la sangre de los cerros, que hace germinar la tierra para que podamos comer todos los seres humanos, los que creen en los dioses andinos y los que no creen, porque sin alimentos y sin agua, la vida no sería posible.

Los que suban de Australia al Qarwarasu, sus aliados ingenieros y técnicos, solo buscan dinero, dinero y más dinero. También los gobiernos del país, sus funcionarios y sus lobistas de todos los colores.

La vida de los pueblos les importa un rábano aunque tengan discursos y oraciones debidamente preparadas sobre el respeto, el diálogo, la igualdad, la tolerancia, el progreso, el desarrollo, la democracia. Palabras, tan solo palabras.

En tierras del Qarwarasu el agua es vida, fiesta, placer, encanto, canto, música, danza, en particular la de tijeras. La protesta en Puquio tiene ese fondo y esa fuerza. En quince días volveré sobre el tema.