La asamblea general de la comunidad wixárika de San Sebastián Teponahuaxtlán reiteró hoy el completo rechazo a la minería en su territorio, que ocupa un área importante de la sierra huichola en el norte de Jalisco. Cerca de 2 mil comuneros participaron en la reunión. Estuvieron presentes los dos gobernadores tradicionales de la circunscripción indígena, llamada Waut’ta en su lengua, correspondientes a Tuxpan de Bolaños y San Sebastián (junto con éste, los principales poblados de la comunidad tradicional).
Fuente: diario La Jornada
–Debemos blindarnos contra la minería –expresó el comisario de bienes comunales Octaviano Díaz Chemas ante la concurrencia de cerca de 2 mil comuneros, muchos de ellos con sus familias. La explanada de Mesa del Tirador, que se abre a una espectacular meseta de la serranía, estuvo rebosante el fin de semana, con el peculiar humor alegre de los wixaritari y la tranquilidad de quien está en su casa.
La presión de al menos tres empresas es creciente. Ya en un caso, los canadienses ofrecieron 30 millones de pesos a la asamblea y 10 millones más al comisariado de bienes comunales por permitir la exploración del territorio y el establecimiento de minas. Como se sabe, la capacidad de cooptación económica y corrupción de las trasnacionales extractivas es enorme. El mapa de México se está llenando de escenarios similares. Pero San Sebastián, a pesar de dichas presiones respaldadas tácitamente por el gobierno estatal, clamó hoy: No a la minería, como lo había hecho el pasado 3 de junio. Es un tema candente para ellos.
San Sebastián Teponahuaxtlán forma, junto con todas las comunidades wixaritari de Jalisco, Nayarit y Durango, un frente en defensa del desierto de Wirikuta, en el altiplano potosino. San Sebastián demanda desde hace tiempo al gobierno federal la creación de una reserva libre de minería en todo Wirikuta y la ampliación del área cultural de desierto sagrado.
Un comunero de la localidad, Ubaldo Valdez Castañeda, cuestionó: Cómo puede ser que estemos defendiendo de la minería al desierto de Wirikuta, que está en San Luis Potosí y es nuestro centro sagrado, y no estemos reaccionando con claridad contra la explotación minera aquí, en nuestra casa.
En la inauguración de la asamblea, el joven comisario Octaviano Díaz había expresado: La asamblea es de todos, no de las autoridades. Tienen que participar todos los comuneros, porque es la oportunidad para tratar cualquier asunto comunal y resolverlo juntos. La legitimidad alcanzada por las comunidades wixaritari de la sierra huichola es tal que, al menos en San Sebastián, hay una parte de la reunión de tres días en que los indígenas reciben a las instituciones, que pueden ser municipales, estatales o federales; no se negocia nada con ellos si no se han presentado ante la asamblea.
El desafío minero puede ser similar en las comunidades vecinas de San Andrés y Santa Catarina. Pero aquí, donde la resistencia es parte de la vida cotidiana, en este poblado de tierras ancestrales recuperadas por los wixaritari a partir de 1950, luego de medio siglo de despojo, son evidentes la preocupación por las minas y el desinterés generalizado de estos campesinos por encontrar fuentes de trabajo y oportunidades comerciales, según prometen melifluamente el gobierno y los enviados de las empresas con piel de oveja.
Como ha divulgado el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina, para producir un anillo de oro de 10 gramos se utiliza un kilogramo de cianuro, concentración suficiente para matar a 30 mil personas. Este componente químico, clave para la extracción del codiciado metal, ya amenaza abiertamente el desierto sagrado y, subrepticiamente, a su vasta comunidad serrana.
Se han identificado marcas en diversos parajes remotos de Cerro Prieto, Eslabón, Amulita y otros, evidenciando exploraciones y actividades de estas empresas extractivas. A las supuestas vetas de manganeso en Cerro Prieto se suma la versión de que técnicos al parecer japoneses buscan uranio (Ojarasca 183 y 184, julio y agosto de 2012). No se descarta la existencia de oro, que encarna la codicia más agresiva de recursos en el mundo.
Llegan, agarran piedra, la llevan, la analizan y luego ya quieren venir a sacar todo. No hay que permitir eso, expresó otro comunero. Y uno más: Aparecen en mi casa a pedir permiso para explorar. Les digo que no puedo ser yo quien autorice, sino la asamblea. Van a todas las casas, a ver quién cae.
Las tentaciones de la corrupción pueden ser grandes, pero estos pueblos no nacieron ayer, y hace décadas que luchan contra toda clase de acechanzas (recientemente el narcotráfico, presente en todas las localidades mestizas circundantes). Mesa del Tirador se creó hacia 1950, cuando Pedro de Haro y Trinidad Carrillo se establecieron aquí, cerca de la localidad mestiza de Puente de Camotlán, y comenzaron a recuperar las tierras de las que habían sido expulsados sus ancestros, durante la Revolución. Llamaron a las familias wixaritari desplazadas, fundaron el poblado, con decreto presidencial en 1953, y desde entonces han logrado la restitución de sus territorios de manos de los invasores. Ahora son las minas, el despojo por adentro, en las entrañas de la tierra que tanto han defendido.