El terremoto que golpeó San Marcos este lunes nos dio una prueba contundente de que los Estudios de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA) que se aprueban en Guatemala son puras obras de ficción malintencionadas, en lugar de ser los instrumentos legales que ayuden a prevenir desastres ambientales. Un EIA, hecho con rigor científico y un mínimo de honestidad, identifica todos y cada uno de los posibles riesgos de un proyecto, para poder calcular sus impactos y evitarlos o mitigarlos. El EIA de la mina Marlin, en su capítulo sobre Geología Estructural, en el apartado sobre análisis de riesgos geológicos, dice: “Por lo indicado anteriormente, la ocurrencia de movimientos en las fallas que puedan originar ruptura del suelo o sismicidad dentro del área del Proyecto se considera baja” (Pág. 121).

Por Magali Rey Rosa publicado en Prensa Libre

“De acuerdo al registro histórico sísmico, de 19 años, en la región alrededor del Proyecto, indica que solo se han presentado 4 sismos con magnitud igual o mayor de 5 grados Richter… Se estima que la zona del Proyecto es de bajo riesgo sísmico ya que en 19 años de registro, no se han presentado epicentros en el área. Solo se han presentado 4 sismos mayores de 5 grados Richter en la parte suroeste, los que no han ocasionado ningún daño visible en el área” (pg. 123). De todas las maneras posibles, aseguran repetidamente que el área es solo levemente sísmica, pero eso no cambia la realidad.

Para empezar, es ridículo —y hasta ofensivo— considerar un registro “histórico” sísmico de 19 años. Ya que no pudieron incluir cien o 50 años —que todavía es un período corto para un registro geológico—, como mínimo tendrían que haber usado toda la información sísmica disponible. ¿Cómo es posible que dejaran fuera de su “registro histórico” el terremoto de 1976? Y los expertos del Ministerio de Ambiente que aprobaron el EIA no se dieron cuenta del embuste… ¡ajá!

El terremoto de este lunes fue de 6.9 grados Richter; y el del 7 de noviembre del 2012 fue de 6.7, en esa zona que, solo según el EIA de marras, es de bajo riesgo sísmico. Basados en esta irrefutable evidencia podemos especular que el proyecto de la mina Marlin fue diseñado y calculado sobre datos cuestionables. Lo más terrible es tener la certeza de que los posibles impactos y las medidas de mitigación de un proyecto de alta peligrosidad ambiental se calcularon sobre información dudosa.

Con el fuerte movimiento sísmico del lunes podría haberse roto el revestimiento del dique de colas, y la sopa tóxica que contiene podría estarse filtrando a los mantos acuíferos, pero eso nunca podremos comprobarlo porque no interesa a ninguna autoridad del gobierno. Nuestras autoridades están ocupadas en proteger los intereses de los mineros; de eso sí que tenemos evidencia.

El gobierno y los sectores más poderosos de nuestro país siguen empeñados en imponer una actividad de alta peligrosidad sobre la población indefensa que la rechaza. Y no tienen ningún empacho en calificar a quienes defienden su tierra, y a quienes se atreven a acompañarlos, como terroristas. Esta es la patética “situación minera” en Guatemala.