La autorización de dos proyectos mineros -los primeros que otorga el gobierno del señor Pérez, dice orgullosamente el ministro Archila- seguramente hace felices a los mineros que obtuvieron permiso para explotar tierras guatemaltecas, a los deficientes funcionarios que participaron en el negocio y al pequeño y vociferante corito que adora la minería metálica. El gobierno del señor Pérez —que regala territorio guatemalteco para que lo destrocen las transnacionales mineras— es el mismo que entregó Puerto Quetzal.
Por Maglí Rey Rosa publicado en Prensa Libre
Probablemente no sean los mismos funcionarios quienes gestaron los dos casos, pero la responsabilidad moral por lo que hace un gobierno recae sobre quien lo preside. Cadena de mando que le dicen. No sé cuál sea su responsabilidad legal, pero tampoco importa mucho en un país donde el sistema de justicia se corrompió de tal manera que parece estar al servicio de quien mejor paga. Y aunque el señor Pérez no hubiera tenido nada que ver en el manejo de los “negocios” que hacen sus funcionarios —¡ajá!—, como presidente tendría que haberlos revertido al percatarse del daño que le hacen al país. Pero este no es nuestro caso: el presidente los defiende abiertamente.
La falta de respeto hacia el pueblo, la prepotencia y la corrupción son los sellos que imprimen en sus acciones los funcionarios de este gobierno, que tiene el cinismo de llamarse patriota. Patriota es, según definición de diccionario, “la persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”. Cinismo es “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. En varias consultas, los vecinos de las comunidades de Santa Rosa han dicho que no quieren minería metálica. ¿Y qué? si el pueblo —para el gobierno— no importa. La evaluación de impacto ambiental de la mina El Escobal es una farsa; un ministerio de ambiente decente no la hubiera aprobado, pues el estudio tiene serias deficiencias respecto de lo que harán con el alto potencial para generar drenaje ácido de mina, las pilas de desecho, el programa de monitoreo, las piscinas de tratamiento de agua y el plan de cierre de mina. Esos “problemitas” no los vio el ministerio contra el ambiente. Pero muchos vecinos saben la grave amenaza que esta mina presenta —sobre todo— para el agua de esa infortunada región, y por eso se oponen. Para su desgracia, el metal ya obnubiló—también— a algunos alcaldes, líderes y negociantes locales; las comunidades y las familias ya están divididas.
Tahoe Resources es dueña de El Escobal, pero Goldcorp posee 40% de sus acciones; Kevin McArthur, fundador de Tahoe, fue director ejecutivo de Goldcorp. Así que los pobladores de Santa Rosa pueden investigar cómo actúa Goldcorp en San Marcos para visualizar cuál puede ser su futuro con Tahoe en su vecindad. El adversario es terrible; pero más terrible es constatar que no hay nada capaz de detener la codicia que se contagia entre quienes están dispuestos a destrozar —a fuerza de explosivos— la tierra en que vivimos por unas onzas de metal. Ni presidente, ni alcaldes ni ministros han sido inmunes a esa plaga, que hace que olviden que la plata no se bebe, que el oro no hace crecer las cosechas, que no podemos bañarnos con níquel. R.I.P Lago de Izabal.