Pasados 20 años del arribo minero a gran escala, los pobladores del Cesar y muchas partes del país reconocen que la extracción del mineral ha dejado riqueza y desarrollo a unos, pero así mismo acarreó una huella de pobreza y abandono, de contaminación y enfermedades, para otros. Ahora hay otro riesgo: el agua potable podría desaparecer en unos 30 años en el corredor minero3.

Fuente: El Pilón

Nacen y crecen sobre una riqueza prestada al suelo por la naturaleza, unos viven para contar la historia mientras otros mueren con la esperanza de hacerlo. El sueño se desmorona como el barro en las montañas. Sucede así hace más de tres décadas cuando el carbón convirtió tranquilos pueblos del Cesar en ruidosos, calientes y agitados, al punto de ahora ‘respirar’ hasta pobreza.

La minería se convirtió en los últimos años en una de las “locomotoras” de impulso económico propuestas por el actual gobierno, tanto que de acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo el sector minero-energético fue catalogado como prioritario para cimentar el crecimiento de la economía del país.

Pero ha incentivado amplios debates públicos, movilizaciones ciudadanas y conflictos sociales en territorios susceptibles de explotación minera. Una de esas zonas está en el Cesar, donde las minas están ubicadas en el centro del departamento, en la cuenca del río Cesar y ocupa un área de 248 kilómetros cuadrados; los carbones son bituminosos, altos en volátiles, bajo contenido de azufre y cenizas.

El mapa de zonas carboníferas en Colombia destaca 10 departamentos con recursos y las reservas geológicas de carbón en la actualidad: La Guajira, Cesar, Córdoba, Norte de Santander, Santander, Antioquia, Boyacá, Cundinamarca, Valle del Cauca y Cauca. Este país es el primer productor de carbón en América Latina y el décimo en el mundo.

Pasados 20 años del arribo minero a gran escala, los pobladores del Cesar y muchas partes del país reconocen que la extracción del mineral ha dejado riqueza y desarrollo a unos, pero así mismo acarreó una huella de pobreza y abandono, de contaminación y enfermedades, para otros. Ahora hay otro riesgo: el agua potable podría desaparecer en unos 30 años en el corredor minero3, aunque hoy el estudio de Formulación del Modelo Hidrogeológico e Hidrológico, Conceptual y Numérico, en el área donde se ubican proyectos de explotación de carbón, tanto actuales como futuros, en la parte central del valle del río Cesar, en jurisdicción de los municipios de Agustín Codazzi, Becerril, La Jagua de Ibirico, Curumaní, Chiriguaná y El Paso, revela que los resultados fisicoquímicos y el índice de calidad del agua obtenido demuestra que los ríos Tucuy, Calenturitas y el caño el Zorro presentan variaciones significativas en los parámetros indicadores de mineralización; asociado probablemente a la actividad minera.

De igual manera el 45 % del agua estudiada en más de un parámetro presenta valores mayores que los máximos admisibles, en algunos lugares como turbiedad, conductividad, nitratos, dureza total, alcalinidad, color, hierro, cloruros y manganeso, en síntesis, no acta para el consumo humano, situación conocida por la Corporación Autónoma del Cesar, Corpocesar, y la Gobernación del Cesar, quienes se encargaron de formular el estudio a través de la Universidad del Magdalena.

Adiós al agua potable

El tema sobre el deterioro y culminación del agua a niveles profundos, en el año 2040, ha sido casi que nulo como punto de debate en las diferentes poblaciones cesarenses. EL PILÓN se encarga de abrirlo y ponerlo en conocimiento del público. Aunque no es un tema exclusivo de la zona minera, debido a que la escasez de agua afecta también a zonas no mineras.

De las aguas cristalinas de los viejos manantiales que rondaban por ríos como Tucuy, Sororia, Maracas, Calenturitas, entre otros, solo quedan recuerdos.
De acuerdo con los resultados de las variables físico químicas y microbiológicas evaluadas en el río Tucuy, algunas estaciones de muestreo presentan alteraciones entre los ríos Tucuy-Maracas, debido a probables vertimientos de aguas residuales e industriales producto de las actividades mineras, agrícolas y ganaderas adelantadas en estos sectores.

De igual modo el estudio de la Universidad del Magdalena basado en los criterios de calidad establecidos en la legislación colombiana vigente, los sectores de El Hatillo y el puente Palmagro en el río Calenturitas, presentan las mayores concentraciones de hierro; los resultados fisicoquímicos y el índice de calidad del agua obtenido muestran que los ríos Tucuy, Calenturitas y el caño el Zorro presentan variaciones significativas en los parámetros indicadores de mineralización, asociado probablemente a la actividad minera. Todos estos afluentes hoy en día y frente a los efectos del cambio climático, se enfrentan a una extinción indudable en el transcurso de algunas decenas de años.

Y los más preocupante para los ambientalistas es que el río Tucuy atraviesa por el Proyecto La Jagua, propiedad privada, por lo que la comunidad ni la corporación ambiental del Cesar saben lo que pasa en esa parte de la cuenca que al final sale contaminada por el vertimiento de aguas residuales y hasta la excavación de material de arrastre, según lo afirmaron siete mil personas que formularon una demanda el año anterior contra las empresas Drummond, Colombian Natural Resourses, Prodeco, Consorcio Minero Unido, Carbones de La Jagua y Carbones El Tesoro, por los presuntos delitos de lesiones personales, daño en los recursos naturales y contaminación ambiental en todo el corredor.

Lo que se ha llevado

El presente no miente. Plan Bonito ya desapareció del mapa del departamento, mientras que El Hatillo y Boquerón están a punto de hacerlo, tras una orden que les dio en 2010 el Gobierno Nacional a las empresas mineras para reubicarlos porque el aire que respiran sobrepasa los límites de contaminación permitidos. Y aunque Plan Bonito partió a otros pueblos en proceso de reasentamiento, algunos pobladores regresaron al corregimiento tras no adaptarse a sus nuevas condiciones de vida lejos del campo y sus cultivos y sus animales, además denuncian incumplimiento por parte de las multinacionales explotadoras del mineral en puntos pactados con la comunidad.

Son seis empresas que sacan del Cesar el carbón para llevarlo a otras partes del mundo: Drummond, Murray Energy Corp (CNR), Prodeco, Consorcio Minero Unido, Carbones de La Jagua y Carbones El Tesoro, en minas como Proyecto La Jagua, Cerro Largo, Calenturitas, La Francia, El Hatillo, Pribenow (Descanso Norte, Descanso Sur).

Desde las estribaciones de la Serranía del Perijá se vislumbra la devastación de suelos, a unos 500 metros de altura, los cerros, ríos, manantiales y bosques, son mutilados montes violentados por grandes máquinas que aceleran el proceso de inutilidad de los mismos. Aunque también los suelos fueron averiados por quemas e implementación de productos para el sector agrícola.
De acuerdo con la Gobernación del Cesar, a través de la Secretaría de Minas, la producción de carbón en el departamento del Cesar desde 1990-2014, es de 515 millones de toneladas.

Durante el último año, el Cesar aportó un 53 % de la producción total de carbón del país, es decir 47.306.242 toneladas de las 88.557.980 toneladas totales, teniendo un crecimiento aproximadamente de 45 % en los últimos 10 años, manteniéndose así como el primer departamento productor de carbón del país, seguido de La Guajira, que aporta el 39 % del carbón total, según la Secretar de Minas.

Sienten abandono

“Tenemos un abandono total de las empresas mineras porque no han hecho una inversión como deberíamos tenerla nosotros al ser el corregimiento más cercano al complejo minero, se han realizado unas pero no son suficientes para solventar lo que necesitamos para trabajar el tema de la contaminación”, son las palabras de José Gregorio Rodríguez, inspector rural de la Policía de La Victoria de San Isidro, un corregimiento afectado por la explotación de la mina Proyecto La Jagua.

José Gregorio Rodríguez contó para este medio que visitó la zona, que el pueblo tiene ventajas y desventajas con la posición geográfica, “los vientos nos favorecen de norte a sur, eso hace que no nos contaminen tanto, pero al igual siempre estamos afectados por el mal ambiente”.

El hombre de 47 años asegura que hace 15 ó 20 años en este territorio se vivía de la explotación agrícola y ganadera, pero debido a tanta violencia la población fue perdiendo el amor por el campo y hoy la juventud se enfrasca en el sofismas de hacerse ricos en las minas, “porque creen que es la oportunidad de cambiar y tener recursos”.

Al final cada quien cuenta su historia al ritmo de cómo la viven. Pero hay hechos indiscutibles, hechos como el deterioro ambiental y en la salud pública que han sido reconocidos por el mismo Gobierno tras la excavación en las minas de carbón. “Lo único que esperamos es que nos queden los socavones y la contaminación, porque no vemos una inversión que vaya a contrarrestar el daño que ya nos han hecho”1, puntualizó el inspector rural de la Policía de La Victoria de San Isidro, jurisdicción de La Jagua de Ibirico.
Aunque la inversión por parte del municipio en esta localidad es buena, con dineros de regalías construyeron parques, vías, centro de salud, y ahora aspiran ser un destino turístico en el departamento con el proyecto ‘La Victoria de Colores’. Además la entrada que los comunica con la vía principal fue pavimentada con 8.5 kilómetros por la Gobernación del Cesar y la Alcaldía de La Jagua de Ibirico.

En este lugar hay 710 casas construidas y 150 en construcción, aproximadamente 7.500 habitantes incluidos los de nueve veredas; Las Delicias, Esperanza, Argentina Norte, Argentina Sur, Nueva Granada, Zumbador, Las Flores y Villa Clara.