Se nota una alta influencia del neoliberalismo que hace que los sindicatos tengan una visión altamente pro-patronal, y pro-oficialista.
Por Tupaj Amaru
21/04/2011. En la tradición marxista el proletariado debe liderar la revolución. Esto se debe a que su lugar en el proceso de producción le permite contar con el “instinto comunista” porque no posee medios de producción, la clase obrera únicamente es propietaria de su fuerza de trabajo. Así se espera que el proletariado lidere las luchas sociales.
En Bolivia, el núcleo de la clase obrera estuvo formado por los trabajadores mineros. Si bien existen antecedentes que se remontan a la Colonia, el hito principal se encuentra en el 21 de diciembre de 1942 cuando los mineros de Catavi fueron masacrados por órdenes del Presidente Peñaranda en respuesta al pedido de aumento salarial que Patiño, poderoso empresario minero, rechazó.
A raíz de este conflicto el 11 de junio de 1944 se funda la Federación Sindical de Trabajadores Mineros (FSTMB) que participaría activamente en varios episodios de la agitada política boliviana, incluida su contribución a la formación de la Central Obrera Boliviana (COB). En este camino otro hito fue que el 8 de noviembre de 1946 se promulgó la Tesis de Pulacayo que durante muchos años guió el devenir de los explotados en el país, un documento con clara influencia del Trotskismo.
Esta introducción nos permite situar la clase obrera minera en la historia de Bolivia, sin embargo, no es propósito de esta nota analizar la trayectoria del movimiento obrero minero, su fin es más humilde: Intenta describir las características del movimiento minero actual. Sin embargo, es necesario anotar que la actual situación responde a la herencia del neoliberalismo.
En efecto, tras la promulgación del DS 21060 el 29 de agosto de 1985 se instaura un nuevo modelo que tuvo como centro la reducción del déficit fiscal, esto incluía el cierre de varias operaciones mineras y el despido de más de 25.000 mineros. En los hechos, este episodio significó el desarme de la clase obrera minera que se dispersó en algunos casos transformándose en cooperativistas, otros marcharon al Chapare cochabambino y otros contribuyeron al crecimiento de la ciudad de El Alto.
El 2009 encuentra al proletariado minero en un proceso de rearme. En efecto, los datos muestran que en 1980 entre obreros de las minas del Estado y la minería mediana y chica se llegaba a 48.269 trabajadores. Tras la relocalización este número se redujo a 18.100 en 1986. El despido de trabajadores en la minería estatal fue un golpe mortal al proletariado minero, pues de 27.092 obreros en 1985 se redujo la fuerza laboral a 7.500 en 1986.
Esta masacre blanca mino la capacidad organizativa de los explotados mineros. Durante el periodo neoliberal este proceso continuo especialmente en el sub sector estatal que llegó a contar el año 2000 con 117 trabajadores. Mientras que el conjunto de la fuerza laboral estatal y privada llegaba a 5.673 obreros. Así los mineros perdieron fuerza numérica y junto a ello su organización política se derrumbo y dejaron de ser actores relevantes de la política nacional. Tiempos oscuros estos pues se mostro un abandono de la minería.
El año 2006 comienza un despertar de la clase obrera minera pues alrededor del Estado aparecen 800 trabajadores, llegando el año 2008 a 4.950 producto fundamentalmente de la nacionalización del yacimiento Posokoni en la localidad de Huanuni, tras un enfrentamiento entre cooperativistas y trabajadores (un hecho que lo impuso la lucha obrera). Asimismo, en términos globales la fuerza laboral estatal y de la minería privada alcanza 12.328 trabajadores. Los que constituyen el nuevo proletariado minero, que de seguro tendrá un nuevo rol en la agitada política boliviana.
Sin embargo, corresponde dotar a los mineros con una dirección acorde a los nuevos tiempos, sensiblemente se nota una alta influencia del neoliberalismo que hace que los sindicatos tengan una visión altamente pro-patronal, y pro-oficialista, no vinculada a las grandes tareas que corresponden al proletariado.