El actual cambalache discursivo en torno a la mega-minería parece comenzar a ordenarse en una dicotomía que ya conocemos. Los argumentos a favor de las explotaciones mineras de oro, plata y cobre a cielo abierto se concentran en ensalzar el desarrollo, el crecimiento y la creación de empleo que supuestamente aportan las transnacionales canadienses y estadounidenses.

Por Hernán Horacio Schiaffini *

14/02/2012. Así se define, paralelamente, al adversario imaginario: el ambientalista ingenuo de clase media, que vive bien gracias a la minería, pero no la tolera cuando está cerca de su casa.

Frente a esta posición, que encima se auto-presenta como un incisivo análisis de discurso, hay que decir varias cosas:

– No es lo mismo una cantera (emprendimiento que también entra en el rubro minero) ni una mina de hierro, que una mina de oro a cielo abierto. Esto parece una burrada de decir, pero hay que decirlo porque hay muchos burros rebuznando. La minería de oro y plata por cierto no es “la madre de todas las industrias”.

– No son Clarín, La Nación o Perfil los gestores de esta protesta. Los conflictos en torno a la minería a cielo abierto tienen al menos 10 años. Tampoco son los sectores económicamente mejor posicionados los que encabezan y asumen la protesta. Esto no es la 125, y es un error grave si ciertos actores políticos piensan encararlo como si lo fuera.

– Mientras Julián Rooney, que era Vicepresidente de Minera Alumbrera estuvo prófugo, el mineraloducto de más de 300 kilómetros que lleva el barro con metales de la mina (Catamarca) al tren en Tucumán (que lo traslada luego al puerto de San Lorenzo, Santa Fe, desde donde sale del país) se rompió varias veces. Como pasaba esto, y se contaminaban ríos y suelos, el Fiscal Antonio Gómez procesó al tal Rooney. Si se fijan en el enlace verán qué tipo de personaje es Gómez. O sea, Minera Alumbrera contamina.

Pero pasemos a la discusión que nos proponen, la del “desarrollo”. Acá hay muchos argumentos confusos, pero lo que los caracteriza a todos es la falta absoluta de mirada crítica. ¿Desde cuándo si le va bien a las empresas nos va bien a todos? ¿Desde cuándo la inversión hecha por transnacionales garantiza mejor calidad de vida para el conjunto de la población?

Los datos que hay en la página de INDEC dicen lo siguiente: en 2003 trabajaban en minería en Catamarca 1.343 personas en promedio anual, incluyendo en ese número a todas las canteras, minas de roca, y demás emprendimientos, o sea, no son 1.400 empleos que creó Minera Alumbrera, contra lo que dice en su página web, donde, además, se anota como propios los “empleos indirectos”, generados en realidad por el Estado o por particulares (y ojo, ése es un número provisto por la propia Alumbrera: ¿será confiable?).

Más datos de INDEC, ahora para todo el país: “Personal ocupado por puesto de trabajo ocupado” según la Encuesta Nacional Minera 2010: 23. 374 trabajadores, otra vez, no sólo en minería de oro, sino en todo el rubro minero: canteras, caleras, piedra laja, etc., que son, cabría decir, las que más empleo aportan. Refútenme, sino.

La propia Gobernadora Corpacci, cuya carrera política se vincula estrechamente al saadismo, declaró al Diario Esquiú de Catamarca el pasado 10 de Febrero que “las empresas mineras invierten en poca mano de obra catamarqueña”, y que “las poblaciones más cercanas a los emprendimientos son las más postergadas, carecen de agua y otros servicios básicos”. Búsquenlo. Además acaba de declarar que no tiene la culpa que “no se haya gastado en salud, en infraestructura ni educación” para esos sectores (Página/12).

¿Dónde están los 250.000 puestos de trabajo que crea la minería de oro a cielo abierto, entonces? Pregunto y exijo respuesta, porque esos números, sin sustento, se vienen agitando en los medios de comunicación.

Dejo aquí porque sino empezaríamos a tirarnos con cifras y aburrimos. Falta comparar la riqueza extraída contra lo que se tributa, (pasando por alto que tributan por declaración jurada), los sueldos, y los puestos de trabajo que se destruyen contra los que eventualmente pudieran crearse, porque la minería de oro a cielo abierto es incompatible con otras actividades productivas, motivo por el cual fue prohibida en varios estados de Canadá y Estados Unidos, como Ontario, Montana, Winsconsin y Colorado.

Se nos pone el ejemplo de Chile, país minero. ¿Queremos parecernos a Chile, entonces? Hay otros países de América Latina con mucha minería de este tipo, también: Perú, ¿es el modelo a seguir? México, ¿el México que actualmente está privatizando su petróleo y empujando estos emprendimientos mineros? Brasil, ¿el país sede de VALE, recientemente elegida “la peor multinacional de mundo”?

Ahora que se descubre que hay litio en Argentina, podríamos recordar que el Congo tiene la mayor reserva mundial de coltán, y así le va, de guerra civil en guerra civil, con seis millones de muertos financiados por Nokia y Samsung. O sea: que haya empresas mineras concentradas extrayendo las riquezas del subsuelo por cierto no es garantía de progreso y paz social.

Si hay tanta gente a favor de la actividad minera y es tan beneficiosa para el conjunto de la sociedad: ¿por qué hace falta reprimir brutalmente una protesta en Catamarca, atacar coordinadamente otras tres manifestaciones y sitiar una localidad?

¿Por qué hoy, que no se puede imponer por el engaño o la fuerza la política minera, se convoca a un debate que se presenta como abierto por la Presidenta, cuando en realidad se lo debemos a los luchadores que defienden sus territorios? ¿Qué necesidad hay de ponerse en contra de los campesinos, los pueblos originarios y los vecinos de pequeños pueblos, y aliarse a burgueses recalcitrantes que nada tienen que ver con un trabajador minero, o que nada les interesa el desarrollo con equidad de nuestra sociedad, como lo demuestran desde hace decenas de años?

Porque además de todo, lo que resulta sorprendente y doloroso, viniendo de defensores de un proyecto como el actual, es el apoyo irrestricto y acrítico a los grandes capitales extranjeros que explotan sin control bienes comunes. Porque en los hechos se sostiene que Julián Rooney o Peter Munck son más nacionales y populares que los integrantes de FM El Algarrobo, o los asambleístas de Esquel.

* Antropólogo. FFyL-UBA.