Tras actuar en Córdoba, Rosario y Neuquén, el francoespañol cosechó en el Malvinas Argentinas el afecto de un público que no sólo admira su arte: también la lucha que se encarna en él. Manu Chao es argentino. O, al menos, latinoamericano. ¿Pero qué hizo el músico para consolidar su relación con los argentinos? Cantó en contra del Area de Libre Comercio de las Américas en la Cumbre de Mar del Plata, en 2005; tocó una y otra vez para los obreros de FaSinPat (ex Zanón) –estuvo nuevamente con ellos el domingo–, difundió por el mundo el proyecto de radio La Colifata (de los internos del Borda) y hoy se pronuncia en contra del avance de la megaminería.
Fuente: diario Página/12
Emocionado, Manu dedicó “La vida tómbola” a Maradona.
El libre mercado y la globalización que se impusieron en los países tercermundistas no estuvieron exentos de resistencia. En eso anduvo Manu Chao, un pilar de la antiglobalización y de la igualdad de oportunidades. Con un corazón viajero y solidario, el trovador hizo suyas causas como la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo o la defensa de los pueblos originarios de América. Creó un vínculo afectivo con Argentina y con los pueblos latinoamericanos. Y eso se lo demostraron las miles de personas que llenaron el Malvinas Argentinas. Acompañado por tres ex Mano Negra, el francoespañol está de gira por el país con La Ventura, cuarteto explosivo que pasa del reggae al punk con total naturalidad, como si fueran dos caras de la misma moneda. Eso se hace evidente en esta serie de conciertos en los que el trovador repasa –y versiona– las canciones de sus discos como solista y clásicos de Mano Negra.
Si un rasgo caracteriza a los shows que integran la gira es la adrenalina punk y el clima festivo. Al final, cuando la melodía árabe de “SidiH’bibi” terminaba de sonar, una escena predominaba: un público pasado por agua –el calor era insoportable–, emocionado y conmovido por la visita: “Manu, Manu”, coreaban y una sensación compartida se respiraba en el ambiente: Manu Chao es argentino. O, al menos, latinoamericano. ¿Pero qué hizo el músico para consolidar su relación con los argentinos? Cantó en contra del Area de Libre Comercio de las Américas en la Cumbre de Mar del Plata, en 2005; tocó una y otra vez para los obreros de FaSinPat (ex Zanón) –estuvo nuevamente con ellos el domingo–, difundió por el mundo el proyecto de radio La Colifata (de los internos del Borda) y hoy se pronuncia en contra del avance de la megaminería.
Apenas La Ventura salió a escena, avisó cómo vendría la mano: “Mr. Bobby” fue el primero en sonar, mitad reggae, mitad punk. Por momentos, las dos cosas. No sería la única referencia a cierto jamaiquino apellidado Marley. Con el ambiente más caliente –en temperatura y arte–, la incansable batería de Garbancito y las cuerdas mundanas de Gambeat y Fahem se cruzarían para regalar una arrolladora versión de “Iron Lion Zion”, del mismo Bob. La lista, como suele suceder en sus conciertos, repasó gemas de toda su historia: “Welcome to Tijuana”, “El viento”, “Día luna, día pena” (“Para aquellos que no pierden la esperanza”, dedicó), “Rainin’ in Paradize”, “Mi vida” y “Sueño de Solentiname” fueron algunos. Una dosis de ritmos mestizos y discursos multiculturales pensadas para el fogón pero convertidas en gritos de guerra, esperanza y rebeldía en los shows. Sí, esa filosofía comparten el reggae y el punk en su estado más puro.
Lo que canta –en inglés, francés, español y vaya a saber cuántos idiomas más– Manu Chao se traduce en hechos. Lo primero que llamaba la atención arriba del escenario era una bandera que pedía resguardo “Por la tierra” y “Por el agua”. Luego, subieron militantes catamarqueños que se oponen a la explotación del yacimiento de cobre y oro Bajo de la Alumbrera. “A mi padre lo mató la dictadura y no quiero que a mi hijo lo mate la democracia. No a la megaminería”, reclamó uno. Entonces, el músico francoespañol salió solo con su guitarra electroacústica para dos de sus himnos: “Clandestino” y “Por el suelo”.
La emoción también estuvo de visita por el Microestadio. Una sonrisa enorme y cálida se le dibujó en el rostro al tocar “La vida tómbola”, dedicado a Diego Armando Maradona, quien no pasa un buen momento: “Armando lío”, gritó el músico, levantó sus brazos en alto y se tocó el corazón. El gesto se tradujo en miles de aplausos. No hicieron falta más palabras. “La primavera” y “Me gustas tú” –suele tocarlas juntas– volvieron a darle protagonismo al público. Los versos “¿Qué horas son en Inglaterra?” y “¿Qué horas son en Washington?” recibieron el abucheo de la masa.
“¿Qué pasa por la calle?”, pregunta el músico repetidas veces. Si de algo sabe es de calles, de pueblos y de caminos difíciles de transitar. De fronteras en pugna y revueltas sociales. Si a algo le esquiva es al mundillo de la fama, a los medios y a la música mercantil. Su lado más genuino está en la canción.
Con ese espíritu, después de “Politik kills” vino el primer amague de despedida. Por supuesto, nadie lo permitió. “Machine gun” hizo recordar que este es un “mundo difícil” pero que no todo está perdido; “King Kong five”, “Minha galera” y “Pinocchio” cerraron la noche en la que Manu renovó su contrato sentimental y sincero con los argentinos. “Pase lo que pase, sea lo que sea: Próxima estación: ¡Esperanza!”, quedó sonando en el aire.