El presidente guyanés, Bharrat Jagdeo, aseguró a los mineros auríferos que operan en su país que una controvertida nueva legislación sólo busca preservar sus derechos y los de los propietarios forestales. Despojo de los recursos mineros y forestales
Fuene: Prensa Latina y World Rainforest Movement
Georgetown, Guyana – 12/02/2010. La nueva ley, que entra en vigor en noviembre próximo, establece que los extractores de oro deberán avisar a las comisiones de Geología Minas y la de Bosques de Guyana con seis meses de antelación si planean iniciar prospecciones. Los mineros interrumpieron desde el lunes sus labores en los yacimientos de la población de Bartica, aledaños al río Essequibo, y amenazaron con paralizar la actividad, que el año pasado fue una de las principales fuentes de ingreso del país y acusaron al gobierno de querer cerrar la industria.
Jagdeo empleó más de hora y media en explicar a los representantes de los mineros que las nuevas regulaciones buscan asegurar los derechos de tenedores de licencias de zonas forestales si desean explotarla antes de comenzar la prospección minera.
Jagdeo recordó a los quejosos que su gobierno ha apoyado e impulsado la minería en los últimos 17 años, es irrazonable suponer que ahora desea clausurarla, acorde con un reporte oficial de la conversación difundido aquí.
El mandatario rehusó modificar la fecha de entrada en vigor de la medida y anunció que la comisión de seguimiento creada para atender el asunto se reunirá en fecha próxima para completar su entrada en vigor.
Saqueo minero-forestal
Con un territorio de 215.000 km2 (21,5 millones de hectáreas) y una población estimada de 798.000 habitantes (1992) que en su inmensa mayoría habita la franja costera, Guyana es uno de los países que alberga más bosques intactos. Más del 75 por ciento del territorio nacional (16,1 millones de hectáreas) está cubierto por alguno de los tipos de bosque de la región –bosques de montaña, bosques tropicales húmedos de temporada, bosques tropicales húmedos (pluvisilvas), bosques secos de hoja perenne, bosques de marisma de tierras bajas y bosques de mangle.
Según datos de 1992, la tasa de deforestación en la Amazonía de Guayana es de 0,1 por ciento por año. Si bien no se trata de uno de los peores índices, esto no refleja la gran degradación que han sufrido los bosques prístinos que caracterizaban a este país.
Desde la década del 70, la política oficial ha apostado a la apertura económica del país –entiéndase por ello la promoción de la explotación de los recursos naturales, en especial madera y minerales– para enfrentar la creciente deuda externa y satisfacer las condiciones del ajuste estructural de 1991 impuesto por el FMI y el Banco Mundial. En especial el interior selvático del país se convirtió en enclave para los intereses comerciales extranjeros.
Históricamente, y desde la época colonial, la principal causa de eliminación de los bosques en Guyana fue la expansión de las plantaciones de café, algodón y más tarde azúcar, que provocó el desmonte de bosques a lo largo de la costa norte del país, habitada por el 90% de la población –unas 700.000 personas–. La presión de esos asentamientos recayó en los manglares costeros, talados para provisión de leña y carbón vegetal. La construcción de defensas artificiales contra el mar para proteger las plantaciones situadas en las zonas bajas también contribuyó a desaparición de los manglares.
La minería ha sido una actividad entendida por sucesivos gobiernos como esencial para el “desarrollo”. Comenzó en 1840 con la fiebre del oro, para decaer en los 1950 y 60 junto con la caída de los precios de ese mineral. Revivió, no obstante, en los 80, e incorporó nuevas y costosas técnicas mecanizadas -dragado terrestre o con “draga misil”- que permitieron ampliar y profundizar el alcance de las operaciones de minería. Vastas zonas son deforestadas para permitir el acceso a depósitos en el subsuelo, y el uso de mercurio ha aumentado exponencialmente en la minería de oro, buscando aumentar su producción, si bien se sabe desde hace décadas que genera efectos graves sobre los ecosistemas y la salud humana.
Las grandes empresas que se instalan con operaciones de minería a cielo abierto, han alterado profundamente los ecosistemas locales, destruido los bosques y el suelo de superficie, han contaminado los cursos de agua y provocado sedimentación y contaminación atmosférica. El ruido provocado por la minería y la caza insustentable que realizan los mineros ha provocado una disminución de la variedad y abundancia de animales. Lo que una vez fueron ríos limpios que fluían entre costas boscosas son ahora vastos claros de lodo y residuos, entrecruzados por corrientes de aguas amarronadas y fango, de a trechos estancadas. En algunos ríos ya es casi imposible navegar y ha habido una disminución grave de las poblaciones de peces.
El consorcio Omai Gold Mines Limited (OGML), formado por Golden Star Resources Ltd., Cambior Inc. –de Canadá– y el gobierno de Guyana, lleva adelante la explotación de la mina de Omai, en el Essequibo Medio, con fondos del Banco Mundial y el FMI en el marco del Programa de Recuperación Económica. En 1995, por una falla en la energía que afectó a una de las máquinas automáticas, se derramaron tres millones de metros cúbicos de residuos cargados de cianuro en el principal río del país, el río Omai, durante 5 días, provocando un grave desastre ecológico y un escándalo internacional que forzó al gobierno a cerrar la mina. Fue una tragedia que el Presidente de Guyana denominó un “desastre ambiental nacional”.
No obstante, la invasión de empresas mineras no ha cesado: en su gran mayoría canadienses (Sutton Resources, Exall Resources, Cathedral Gold Corporation, Pegasus Gold, International Copper, Canarc, entre otras), pero también locales, la australiana Broken Hill Proprietaries, la brasileña Zamuteba Mining Co. son algunas de las más importantes empresas que hacen sus negocios en Guyana.
A escala más pequeña, los garimpeiros, buscadores de oro y piedras preciosas provenientes de Brasil, instalan sus campamentos en la selva deforestando grandes extensiones de terreno y provocando el desplazamiento de los pobladores originales de la zona. Ellos son punta de lanza en la ocupación del territorio limítrofe con Brasil y en la explotación de riquezas de las que otros más poderosos serán luego principales beneficiarios.