El gobierno nacional hizo su encargo en París. En una nueva versión de alcanzar la soberanía pagando deuda externa, esta vez la motivación principal fue abrir la puerta a las inversiones extranjeras. Para esperar la plata dulce se anotaron también los dirigentes opositores que se quejan de una “Argentina aislada del mundo”. Por cierto que esto no es así, sino que en esta década se consolidó la inserción (subordinada) del país, en una economía mundial alterada por el ascenso de los BRICs pero con Occidente aún dando pelea. En este contexto, el país parece vender sus recursos al mejor postor, con tal de conseguir dólares.
Por Eduardo Soler publicado en ComAmbiental
La cigüeña entre el dólar y el petróleo. Imagen intervenida por ComAmbiental.
Tal vez como pocas veces, la actualidad mediática nos dejó información para procesar. Por un lado, en la televisión, es noticia que en TVR se expusieron críticas al gobierno nacional. Lo hizo el músico Gustavo Cordera, quien aclaró que apoya al gobierno cuando decide no negociar con el Fondo Monetario Internacional. Pero al mismo tiempo señaló que “Monsanto y Barrick Gold no pueden quedarse en Argentina”, porque son las empresas que forman parte del mismo sistema que dicen enfrentar. La crítica parece certera: ¿pero se trata de un aspecto positivo y otro negativo desconectados de un análisis integral?
La respuesta pareció venir en la tapa del día de hoy de Página/12. Extrañamente para un diario “progresista”, la noticia fue presentada como una buena noticia. El título apunta a la “trama oculta del acuerdo”. Y la bajada sintetiza que “el gobierno consiguió que grandes empresas de países del Club de París impulsaran la negociación”. El retorno al discurso de la bondad de las inversiones extranjeras, llevó a Enrique Martínez a decir: “Compré Pagina 12. Y me encontré con una nota de Ambito Financiero de la década de los 90”. Entre las empresas que hicieron lobby, se encuentran Monsanto y Barrick Gold, entre muchas otras.
En otra paradoja, la empresa que no fue nombrada hasta aquí también es clave: Chevron. La corporación estadounidense es un símbolo de cierta renovación del gobierno nacional. Dicho de otra forma, redoblar la apuesta en una estrategia a dos puntas. Reforzar el relato “nacional y popular” con la semi-estatización de YPF. Y al mismo tiempo profundizar el modelo de la economía extranjerizada (dolarizada), trayendo como socio a Chevron. Que este juego no se muestre como contradicción sino como fortaleza es hoy la definición de la ideología kirchnerista.
Otro caso desde el observatorio de medios resulta elocuente para eso. Ayer en horario central la Televisión Pública emitió un “programa especial” dedicado a difundir las bondades de la “soberanía energética” según la entiende YPF. En una entrevista en vivo, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, se sinceró también al decir las verdaderas intensiones de la negociación de la deuda: “Los inversores extranjeros están observando Vaca Muerta. Hay mucho interés. El acuerdo con el Club de París abre la puerta a que se potencien inversiones”.
Como expresó el ex-diputado Luis Zamora: “Es repudiable el pago al Club de París de una deuda que en gran parte la contrajo la dictadura y denunciamos a un gobierno que se siente orgulloso de pagarla; de hacerlo, como lo confiesa, para atraer más inversiones extranjeras, es decir continuar la extranjerización de la economía y el saqueo de nuestro trabajo y bienes comunes”. En una línea similar se expresó Pino Solanas, aunque su declaración pierde fuerza cuando muchos de sus aliados de UNEN tuvieron palabras elogiosas sobre el acuerdo conseguido.
El modelo económico es incuestionable. La nota de tapa de Página/12, que en otro contexto hubiera sido de “denuncia”, aquí está editorializada como un triunfo del gobierno. ¿Cuáles son las “inversiones” buscadas? “Las más importantes en carpeta son en los sectores de hidrocarburos, con Vaca Muerta a la cabeza, química y petroquímica, automotrices, minería, donde podría reflotar un megaproyecto para la extracción de potasio en Mendoza y otros de litio en el norte del país, laboratorios y en licitaciones de obras públicas”, nos dice la crónica.
Se trata de un extractivismo renovado, que viene de París con una cigüeña petolera que trae las inversiones y los dólares esperados. Por supuesto, a cambio se llevan los últimos “recursos” del planeta, porque centrar nuestra soberanía energética en el petróleo no convencional supone alegrarnos de que estamos cerca del límite petrolero. En esta economía mundo, el gobierno publicita su acercamiento con el grupo BRIC (liderado por China, con Rusia, Brasil, India y Sudáfrica), al tiempo que sigue jugando con las viejas potencias (Europa, Estados Unidos, Japón).
En esta apuesta política que insiste en la teoría de la división internacional del trabajo, la Argentina se sigue mostrando en venta al mejor postor. A pesar del relato que hace énfasis en la industrialización, el propio artículo de Página/12 deja en evidencia como la balanza de pagos es deficitaria, porque los famosos “términos del intercambio” siguen beneficiando a los países que venden productos manufacturados. Ello, a pesar de la suba especulativa de la commodity estrella de la economía argentina: la soja transgénica de Monsanto.
Los últimos movimientos del gobierno nacional apuntan a que ya no podemos contentarnos con las divisas generadas por el agronegocio y por la megaminería, si bien las nuevas inversiones también apuntan a este sector clásico del modelo agro-exportador. Como ya hemos analizado, la Ley que produjo la “estatización” de YPF llevaba consigo la puerta para volver a considerar al petróleo como “plata dulce”. La reciente visita del subsecretario de Energía de Estados Unidos, Daniel Poneman, a Nequén parece confirmar esta visión neo-colonial.