Compartimos esta charla con Damián Verzeñassi publicada por Borrador definitivo. Para quien no lo conoce, Damián es titular de la Cátedra Socioambiental de la Facultad de Medicina de la UNR. Docente e investigador, desde hace años viene participando desde su espacio y se siente parte de la lucha de los miles de activistas anti extractivistas. 

Como todos aquellos que siguen las enseñanzas de Andrés Carrasco por una “ciencia digna al servicio de los pueblos”, Damián Verzeñassi es, dentro del rígido ambiente académico, ninguneado, hostigado y perseguido. Pero esto se compensa con creces con el reconocimiento que recibe de parte de otros sectores. En lo que refiere a la salud de los cuerpos y su relación con la salud de los territorios que esos cuerpos habitan, es una autoridad indiscutible y así lo saben las organizaciones de pueblos fumigados y demás agrupamientos que pelean contra las consecuencias palpables del agronegocio sobre las poblaciones.

Con una experiencia tan rica como la de los Campamentos Sanitarios, Damián recorrió, junto con estudiantes de la Cátedra Socioambiental, las provincias de Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, el corazón de la patria sojera. Y pudieron documentar fehacientemente de qué manera la expansión de la frontera agrícola hace estragos en los cuerpos de los habitantes de estas zonas. Así es que, cuando Damián habla de los costos sanitarios del extractivismo, lo hace con pleno conocimiento de lo que está diciendo.

Y por ello, si uno le pregunta por sus títulos, él, como otros, prefiere definirse antes que nada como un militante:

«… esa básicamente es la mejor definición: un militante por la salud y por la vida de quienes transitamos estos territorios arrasados por el extractivismo, en una etapa de la historia del planeta donde si no somos conscientes de que no podemos pensar la salud de los seres humanos por fuera de la salud de los territorios estamos condenados a fracasar en los análisis, y por lo tanto en las soluciones que encontremos».

Quizás sea justamente por esta intensa actividad de militancia, que Damián resulta tan escurridizo, y que el mejor lugar para verlo es, precisamente, algún espacio de acción política. Así es que, después de mucho buscarlo, finalmente lo vimos en el «Panazo» en Rosario, actividad que formó parte de una acción a nivel nacional en contra de la aplicación del trigo transgénico HB4. Y allí, finalmente, pudimos concertar una cita, de la que resultó esta interesante charla, que dejó más de una riquísima definición sobre el mundo en que vivimos.

Áreas de sacrificio. La planificación de la enfermedad

BD: ¿Cómo debemos entender el concepto de Salud, en medio de la ofensiva del extractivismo sobre lugares como la Argentina que venimos viendo desde hace algunas décadas?

D.V. : Argentina es parte de un territorio que ha sido definido, desde la geopolítica a nivel mundial (que nosotros llamamos la geopolítica de la enfermedad) como uno de esos territorios arrasados, esas áreas de sacrificio que el poder económico del mundo ha definido que tienen que destruirse para darle tiempo a algunos otros lugares del planeta a recuperarse. Y cuando hablo de esos otros lugares del planeta hablo de algunos lugares de Europa, del Norte de nuestro continente y de China, básicamente.

Entonces en ese contexto, en el que nos han plateado que nosotros tenemos que ser un área de sacrificio, seguir creyendo que la salud debe limitarse a la eliminación de algún signo o síntoma de alguna enfermedad es no haber comprendido la gravedad de la situación y la integralidad que hace posible la vida.

«El problema real es que estamos viviendo en territorios arrasados, en territorios contaminados, en territorios que han sido planificadamente transformados en territorios enfermos».

Si nosotros seguimos creyendo que la salud se resuelve poniendo hospitales debajo del puente que se rompió, para atender a los politrumatizados que cayeron del puente, y no nos damos cuenta que lo que hay que hacer es reconstruir el puente para que no se caiga más gente, vamos a seguir trabajando permanentemente detrás del problema. Y lo que nosotros necesitamos en este momento, desde nuestro punto de vista, es avanzar en una solución del problema real. Y el problema real no es que falten hospitales. El problema real es que estamos viviendo en territorios arrasados, en territorios contaminados, en territorios que han sido planificadamente transformados en territorios enfermos. Y por lo tanto, los que vivimos y habitamos esos territorios también estamos enfermos.

Nuestros cuerpos son cuerpos-territorio, el primer territorio que habitamos es nuestro cuerpo. Entonces lo que hemos hecho a lo largo de la historia, desde hace más o menos 150 años, es artificializar nuestros cuerpos y naturalizar esa acción, con lo cual también construimos una idea de que el territorio puede ser artificializado en beneficio de lo que necesite el mercado.

Pasamos de un paradigma antropocéntrico, que tenía en el centro al hombre, macho, europeo, de 1,80 mt., 60 kg., de 18 a 60 años, económicamente activo… que es lo que necesitaba este sistema, a un paradigma que ni siquiera pone al hombre en el centro, sino que pone al mercado. Con lo cual, el hombre hoy es un recurso más que está a disposición de lo que necesita el mercado. Así como antes el hombre creía que la naturaleza era un recurso para su beneficio, hoy está demostrado que este sistema perverso, lo que ha construido es la idea de que el mercado es el que manda y el hombre es un recurso del mercado al servicio de los intereses del mercado. No ver eso como el principal problema de salud hoy que tiene nuestra sociedad, es desde nuestro punto de vista, estar condenados a fracasar en cualquier construcción, en cualquier idea que se tenga de avanzar para cuidar la salud de nuestros pueblos.

BD: ¿Qué tiene que ver esta perspectiva con lo que dice Cabandié, (Secretario de Medio Ambiente), que plantea que debemos contaminar para conseguir dólares para pagar la deuda externa?

D.V. : Lo que dice el Ministro es en realidad una explicitación de lo que es la lógica de pensamiento, el paradigma que ordena, en general, a la gran mayoría de los decisores de políticas de nuestro territorio. Si uno hoy hace una encuesta en la comunidad, es muy probable que la mayoría de las personas planteen que hay que tener dólares antes que cuidar el territorio.

Esos discursos no son inocuos y desde el punto de vista de la salud generan mucho daño. Y acá el principal daño es que construyen la idea de que uno puede prescindir de una parte del territorio, que uno puede escindirse del lugar en el que vive, y esto es compatible con la idea de que uno puede prescindir de una parte de su cuerpo, siempre y cuando después la pueda reemplazar por la biotecnología o la tecnología que le genere una parte mejor.

BD: Casi da miedo pensar hasta dónde pueda llevarnos esa mirada.

D.V. : Esa mirada fragmentada del ser humano, de nuestros cuerpos, se traduce en una mirada fragmentada de nuestros territorios, y por lo tanto naturaliza y justifica un avance sobre nuestros cuerpos y nuestros territorios que se alejan cada vez más de la posibilidad de construir relaciones saludables y nos transforma cada vez más en seres dominados, sometidos a lo que la lógica de la tecnología y el mercado necesitan.

Entonces cuando uno tiene un Secretario de Ambiente que dice que lo más importante no es garantizar la salud y la integridad del territorio en el que vivimos sino juntar dólares para poder pagar deuda a costa de enfermar nuestro territorio. Y por otro lado tenemos un Ministro de Salud que dice que lo más importante es seguir los pasos que nos indican las corporaciones farmacéuticas para el cuidado de nuestra salud, y no cuidar nuestro territorio porque de eso se encarga Ambiente, que en realidad no se está encargando porque está pensando en la economía. Y tenemos un Ministro de Economía que está pensando en cómo cierran o no los números de algún libro de balance sin tener en cuenta que esos balances son absolutamente efímeros si el territorio en el que se vive desaparece y la salud no nos acompaña…

Y bueno, el emergente de esa fragmentación en la mirada y en las decisiones políticas es lo que estamos teniendo hoy: perfiles epidemiológicos en nuestras comunidades, absolutamente alterados, donde las enfermedades crónicas y sobre todo la base de alteraciones endocrinas, desarrollo de neoplasias, malformaciones congénitas, problemas de la reproducción y de la fertilidad, están a la orden del día y van incrementándose año a año. Y donde las posibilidades de contar con elementos de los territorios para recuperar la salud son cada vez menos porque en este momento ni agua tenemos.

Río Paraná: ¿ecosistema vivo o autopista para mercancías?

BD: En este marco hay decenas de debates en curso. Desde el río y la Hidrovía, las políticas extractivistas de todo tipo, que son seguramente a lo que te referís. ¿Cómo está jugando esto en la vida de la gente?

D.V. : Que hoy estemos transitando, en una ciudad como Rosario, en una región como el litoral de la Argentina, por un momento en que el río Paraná, el segundo río más grande de Sudamérica, tercer río más caudaloso del mundo, está secándose, y nosotros sigamos creyendo que es un problema de los ciclos naturales y no reconozcamos que tiene que ver con que, desde el 2019, han desaparecido los ríos voladores a partir de los incendios en el Amazonas. Pero que desde antes venimos desapareciendo todo lo que son los bosques nativos y las selvas amazónicas, que son quienes garantizaban la regulación de los ciclos hídricos, a partir del avance de la agroindustria que es una industria extractiva que arrasa con los territorios. Y que no comprendamos que eso tiene que ver con el cuidado de la vida. Eso hace que nosotros sigamos cada vez más sometidos a los designios del mercado.

Si nosotros estamos hablando hoy del cuidado de la salud pero no estamos pensando en que no tenemos agua o que vamos camino a que en diciembre no tengamos posibilidad de darle agua potable a los que vivimos en las riberas. No estoy hablando de agua potable a los que se proveen de los acueductos a 200 o 300 kilómetros de los ríos, estoy hablando de agua potable para los que vivimos en las ciudades ribereñas. Y no estamos asumiendo eso como el principal problema, ya no de salud pública, sino el principal problema para la vida de nuestras sociedades. Claramente no hay forma de que resolvamos el problema. Tener más dólares no resuelve el problema de la baja del rio Paraná. Y los que creen que lo que hay que hacer es tener dólares primero para después ver los problemas ambientales, es porque no han entendido ni han estudiado nada de por qué tenemos los problemas ambientales que tenemos.

«Tener más dólares no resuelve el problema de la baja del rio Paraná. Y los que creen que lo que hay que hacer es tener dólares primero para después ver los problemas ambientales, es porque no han entendido ni han estudiado nada de por qué tenemos los problemas ambientales que tenemos».

BD: Algo de lo que vos decís está atravesando al problema de la hidrovía. Por ejemplo, algunos sectores promueven la estatización para, entre otras cosas, extraer arena barata para usarla en el fracking en Neuquén… Me refiero en particular a la circular impulsada por Mempo Giardinelli.

D.V. : Yo respeto mucho a algunos referentes, pero no puedo no decir que siguen atravesados por la misma lógica de pensamiento de la modernidad insustentable que nos llevó hasta acá. Pensar en el río Paraná como una hidrovía y no como un río, es para mí el primer problema. El problema es que el río no es una hidrovía, es un río, es un sistema vivo. Si nosotros pensamos en el río, sistema vivo, como hidrovía, claramente no estamos viendo la complejidad del tema.

Pensándolo como hidrovía, sin duda tiene que ser estatal. Es inadmisible desde cualquier punto de vista que sean capitales privados y extranjeros los que se encarguen de transformar al río en una autopista con peaje que se llevan para otros lados. De eso no hay dudas, para mí no hay discusión. Más aún, resulta curioso como mínimo que se plantee la estatización de la hidrovía en el año 2021, pero solo por un año. Cuando lo que se sabe y ya se había advertido, es que durante el 2021 no va a haber posibilidad de tráfico fluvial por la bajante del río. Lo que hace el estado es salir al salvataje de las empresas privadas. Pero solo por este año, porque el año que viene, cuando el río vuelva a recuperar un poco de caudal y vuelva a hacerse posible el tráfico fluvial, ahí se vuelve a privatizar. Es decir, las vaquitas siguen siendo ajenas y las penas siguen quedando para nosotros.

Ahora, esta es una discusión que es secundaria a la primer discusión que es: el río, ¿es un organismo vivo, o es un pedazo de terreno que tiene que transformarse en una autopista fluvial acuática? Nosotros entendemos que pensar al río como una hidrovía o como una vía de ingreso y egreso de mercancías es equivocar la mirada, sobre todo en un momento de la historia de la humanidad en que ya está demostrado que necesitamos recuperar un entendimiento integral de la realidad y del territorio con la vida. Quiero decir: sin río Paraná no habría vida posible en la zona del litoral.

Nos sorprendemos cuando hay un desmoronamiento en la barranca, nos sorprendemos cuando empieza a haber una imposibilidad de la fauna ictícola de reproducirse, ¡pero si les rompimos los mecanismos y los circuitos naturales y tradicionales para poder reproducirse! Y entonces, ahora aprovechamos la bajante del río para meter máquinas en territorios que eran inundables porque son humedales, para transformar esos humedales en parte del nuevo negocio inmobiliario de la venta de naturaleza que se hace al vender la isla o el humedal como un territorio para ir a instalarte a hacer negocios inmobiliarios y a vivir saludablemente, trasformando el humedal en una ciudad con otras dimensiones. Y después decimos: ¡qué barbaridad los carpinchos, que indisciplinados que son…!

En el proceso electoral en la Argentina, no hay un solo candidato de las fuerzas que tienen posibilidad de ganar espacios en la legislatura que asuma este tema como el principal problema del país. En el año 2005, el premio Nobel de Economía de ese año, advirtió que el principal problema de alimentación en el mundo iba a ser el calentamiento global y que iba a afectar fundamentalmente a los países que tenían sus economías atadas a los procesos de producción agroindustrial. Porque el calentamiento global, al afectar los ciclos hidrológicos y los ciclos de lluvias, genera una alteración en los procesos de producción agroindustrial. Pero esto se anunció a principios de este siglo.

Las formas de producción (de enfermedades pandémicas)

BD: Hay un marcado aceleramiento del proceso de calentamiento global, según señalan los especialistas. ¿Qué decisiones toman los líderes de los estados con respecto a esto?

D.V. : Pasaron 20 años y estamos peor de lo que se había anunciado a principios de siglo. Y encima acá salimos con un discurso de aumentar la frontera agropecuaria, aumentar los volúmenes de exportación de comodities agroindustriales, y transformar nuestros territorios en los chiqueros de China, que está necesitando limpiar sus territorios, porque ellos ya no pueden soportar más el volumen de contaminación que generan los criaderos de carne, pero no pueden permitirse disminuir la ingesta de proteínas cárnicas de su población que ha alterado su fisiología, sus modos de vida y de alimentación histórica. Entonces, necesitan un nuevo territorio al cual enfermar, al cual contaminar, al cual destruir para poder garantizar la producción de carne para su población. Y ha elegido a la Argentina como ese territorio. Y nosotros, en vez de decirles: ‘señores no queremos ser la próxima Wuhan’, le estamos diciendo: ‘vengan que nosotros no tenemos problemas de seguir contaminándonos’.

Se sigue sosteniendo la misma lógica que planteó Lawrence Summers (jefe del Banco Mundial entre 1991 y 1993) en el año 2001, cuando el Banco Mundial anunciaba que tenía que poner dinero para trasladar la infraestructura de las industrias contaminantes a los países del Tercer Mundo. Y ese dinero en infraestructura que venía como deuda eterna para los países que recibíamos ese dinero, tenía que ser usado en infraestructura para la energía, de telecomunicaciones, de almacenamiento y de caminos.

BD: Todo esto que marcás, tiene absoluta relación con la pandemia que estamos transitando.

D.V. : Aparece un situación sanitaria que se constituye en pandemia por la modificación genética de un virus que, obligado a salir de su territorio natural y salvaje y a encontrarse con poblaciones humanas, muta (en un laboratorio o de manera natural, pero muta) y se transforma en patógeno para los seres humanos por ese encuentro forzado que se hace. Y eso ocurre en un territorio donde el principal elemento que empujó a la mutación del virus fue el avance de la cría industrial de cerdos de las localidades de los alrededores de Wuhan, donde unos meses antes había habido una gripe porcina africana que los obligó a eliminar millones de cerdos y generar una crisis de provisión de carne de cerdo en China. En ese contexto donde aparece este nuevo virus, nosotros, planteamos, para resolver los problemas económicos que generó esta pandemia, que se origina, entre otras cosas, a partir de los modelos agroindustriales e intensivos de cría industrial de carne, vamos a transformarnos en un país de cría industrial de carne, aumentando el área de producción industrial de la Argentina. Desde nuestro punto de vista, eso es no haber entendido nada, y ni siquiera haber leído el diario para saber de dónde viene el problema.

El extractivismo es agua-dependiente

BD: Esto que planteas está trasladado a todo el territorio, porque en todos lados florecen distintas formas de extractivismo, mediante la explotación y contaminación y sobre todo de los cursos de agua.

D.V. : El extractivismo es agua-dependiente. No hay extractivismo posible, salvo el académico, si no hay agua. Ni el extractivismo urbano puede llevarse a cabo si no hay agua. Megamineria, hidrofracking, extracción convencional de gas y petróleo, agroindustria, salmonicultura, el extractivismo ictícola. Todos procesos que requieren agua. Por eso el Banco Mundial en el ’91, cuando anunciaba el traspaso de estas industrias a los países del Tercer Mundo, ya lo hacía entre otras cosas, basado en las lógicas económicas que establecían que generar los residuos tóxicos en una población cuyos habitantes mueren antes de otras enfermedades, y además tienen salarios muy bajos por lo cual mueven poco el aparato económico, responde a la lógica perfecta. Ese extractivismo se instala en nuestro territorio y que además, insisto en esto, lo hace, como dijo el Banco Mundial, a partir de que se pone dinero para generar obras de infraestructura en lo que tiene que ver con la provisión de agua y saneamiento. Entonces vemos todo lo que tiene que ver con los acueductos y las formas de modificar cursos de agua que se presentan como que ‘ahora viene el agua para nuestras comunidades’. Mentira: es el agua para llevarle a las producciones agroindustriales.

Pero este es un extractivismo que puede desarrollarse porque hay políticas públicas que niegan las demandas de agua que tienen estos modelos, externalizan su costo. Y después dicen: aumentamos la exportación de granos. ¡Mentira! Lo que se aumentó fue la exportación de «agua virtual», como dice Walter A. Pengue. Pero al mismo tiempo, las exportaciones de los resultados de la megaminería, de los resultados del hidrofracking o de la extracción convencional de gas y petróleo, las exportaciones del extractivismo ictícola y las exportaciones agroindustriales, no es cierto que le generen al país un incremento de su capacidad económica porque, además de que pagan muy pocos impuestos, externalizan los cosos de los impactos ambientales que generan, y por eso se permiten mostrar números positivos.

«Al extractivismo los números le dan, porque no cuentan las externalidades, que ellos saben que no son externalidades, son consecuencias de su forma de funcionamiento».

Si nosotros pusiéramos en una ecuación cuánto cuesta atender los problemas de salud que generan estos modelos extractivistas, cuánto cuestan los tratamientos de los linfomas, los tratamientos de las enfermedades endocrinas como el hipotiroidismo, o de las enfermedades de fertilidad, cuánto cuestan los tratamientos de las enfermedades de salud mental derivados del desarrollo de estos problemas y de las alteraciones familiares que genera al tener un miembro de nuestro núcleo familiar con alguna de estas enfermedades, cuánto cuesta la desocupación que genera y que impacto tiene en términos económicos el aumento de la fragmentación de la realidad social que generan estas agroindustrias, o lo que se llama los refugiados ambientales, que se generan a partir de todo esto, claramente no dan los números. Al extractivismo los números le dan, porque no cuentan las externalidades, que ellos saben que no son externalidades, son consecuencias de su forma de funcionamiento. Y porque no se cuenta cuál es el agua que consumen, porque no se les cobra.

Lo que no quiere decir que yo diga que hay que cobrarles el agua, porque entonces van a decir: si yo pago, la uso. Hay que decir que el agua tiene que ser para la vida, no para las industrias extractivas, no para las corporaciones. Y si el agua es para la vida y no para las corporaciones, el extractivismo es inviable.

BD: Pero hoy los gobiernos nos dicen que eso no se puede hacer, que eso atenta contra la economía y contra el progreso.

D.V. : Lo que es inviable es el extractivismo. Y es mentira que sin extractivismo se funde el país. El país lo que hace es construir nuevas formas de producción que reconozcan la importancia de cuidar y respetar los procesos metabólicos de la sociedad y la naturaleza, y desarrollar nuevos modos de producción, que no atenten contra la integridad de los territorios sino que se construyan en función del reconocimiento de la integridad de los territorios, que garanticen arraigo de las comunidades en los territorios que no son urbanos, garanticen cuidado de los ciclos vitales, garanticen la recuperación de las fuentes de los espacios donde los ciclos hidrológicos son necesarios y posibles, garanticen generar alimentos de verdad y no comida barata contaminada, sino alimentos de cercanía que no requieren transporte para poder llegar a nuestras mesas, y por lo tanto tienen menos carga en la huella de carbono. Pero al mismo tiempo menos demanda energética, por lo tanto disminuye el consumo de energía necesaria y disminuye la necesidad de extracción de gas y petróleo, y al mismo tiempo estimula la lógica de transformación de las matrices productivas, que no tienen que ser trasformación de las no renovables en renovables para sostener la misma demanda que hoy tenemos; porque también tenemos que disminuir la demanda energética. Porque si lo que vamos a hacer es poner renovables para producir el mismo volumen de energía que hoy estamos produciendo con las fósiles, en realidad vamos a cambiar de problemas pero vamos a seguir teniendo problemas.

BD: Hay algo muy perverso en este sistema asentado en las ganancias capitalistas. Donde se transforman las consecuencias negativas de las formas de producir, en fuente de nuevos negocios. La fusión Monsanto-Bayer creo que es un ejemplo claro de esto.

D.V. : La fusión Monsanto Bayer es algo así como el casamiento entre la Bruja de Blancanieves y el Príncipe de Blancanieves. La bruja que le dio la manzana envenenada y la enfermó y el príncipe que le dio el beso y la salvó, son Monsanto y Bayer fusionándose: hace negocio cuando le vende la manzana envenenada y hace negocio cuando le vende el beso. La única que pierde ahí es Blancanieves, que encima después cree que el Príncipe es quien la va a salvar y termina siendo el que profundiza las relaciones patriarcales de explotación y sometimiento de ella y su territorio y los enanitos que estaban con ella, en función de las necesidades del príncipe. Porque para pagarle el beso no le va a alcanzar lo que le queda de vida.

Esto es otra expresión del mismo modelo, este modelo de la externalización, de la fragmentación, de la expropiación de lo cuerpos y los territorios, se expresa en todos los ámbitos, inclusive en nuestros propios cuerpos y salud. Y es lo que estamos viendo hoy en la crisis pandemia que estamos viviendo. A partir del avance de los extractivismos como actividad esencial, esa misma actividad es la generadora de las condiciones para que la crisis pandemia pueda desarrollarse. Es una cosa demencial pero funciona así.

Y encima ahora nos dicen que los únicos que nos pueden salvar de esta situación son los mismos responsables de construir las tecnologías que nos llevaron hasta acá. Porque contaminaron nuestros territorios con venenos y con químicos, porque consumieron nuestras aguas contaminándolas con venenos y con químicos, porque además contaminaron nuestros alimentos con venenos y con químicos, porque nos hicieron perder la posibilidad de saber cómo se produce el alimento de verdad y nos hicieron depender de lo que ellos nos ofrecen en el supermercado, y porque además de haber alterado nuestros territorios y nuestras posibilidades de acceder a aire y agua de calidad, además de todo eso empujan a los microorganismos a situaciones de transformación o mutación a una velocidad tal que nuestros cuerpos no son capaces de construir procesos inmunológicos que nos defiendan. Entonces ante eso, ¿la solución cuál es?: tecnología de las mismas corporaciones que generaron todo esto otro para, artificialmente, fortalecer los sistemas inmunológicos. Y en realidad lo que ocurre es la situación de indefensión de una población, sometida a estas situaciones sin tener posibilidad de decir que no, en la que se le construye, en el caso de la pandemia, durante todo un año completo, la idea de que lo único que puede salvarnos de esta situación es una tecnología inyectable.

Y cuando aparece una posibilidad de tecnología inyectable lo que se plantea es: esto es la salvación. En vez de plantearse, desde el punto de vista científico: acá hay una posibilidad de construcción de una tecnología que puede servir como medicamento, tenemos que probarla, ¿quién quiere probarla? Porque además, si funciona, puede ser muy bueno, puede ayudarnos a resolver esta situación de coyuntura. Pero en vez de plantear con esa sinceridad la problemática que vivimos, se presenta a una tecnología en investigación, que no tiene resultados definitivos y que ha salteado las fases tradicionales y necesarias, establecidas por la bioética para el desarrollo de tecnologías medicas, como la salvación. Y se la presenta de una manera en que cualquier pensamiento, no critico sino desde la lógica de los principios de precaución, es tildado como un anti cientificismo, cuando en realidad lo anticientífico es no dudar, y lo anticientífico es transformar en dogma indiscutible una tecnología que está en experimentación todavía.

BD: ¿Hay una especie de Dios Vacuna?

D.V. : Hay una especie de Dios Tecnología. Y entonces nos llevan a tener que ponernos en una posición en que, cualquier pensamiento, ni siquiera critico sino de duda con respecto a lo que se está planteando, es un pensamiento terraplanista, anti-vacunas, que quiere que el mundo desaparezca cuando en realidad estamos planteando lo contrario.

Yo personalmente me vacuné, asumiendo el riesgo que implica, consciente del riesgo y consciente de que vacunarme no me trasforma en un héroe, así como no vacunarme no me transformaba en un demonio. Cuando yo decidí vacunarme fue una decisión personal e individual, porque las vacunas que hoy están en experimentación y que se están probando para el Covid-19, ninguna de ellas impide el contagio y no impiden que uno vacunado se contagie, ni impiden que uno vacunado contagie a otros, por lo que entonces es falso plantear que con la vacunación se obtiene inmunidad de rebaño. Con la vacunación lo que se obtiene, según los primero estudios y las investigaciones que se han hecho en este proceso acelerado de generar datos a corto plazo, no a mediano y largo plazo, aparentemente es una disminución en la gravedad de los cuadros de quienes se enferman estando vacunados. Y esto es, hasta ahora, aparentemente, una evidencia fuerte. Lo que quiere decir que vacunarse o no vacunarse es una medida de protección absolutamente individual y no colectiva como se está planteando.

En ese contexto, si tuviésemos la posibilidad de contar con organismos sanitarios y de control creíbles del trabajo de las corporaciones farmacéuticas, nosotros tendríamos hoy la posibilidad de estar definiendo si yo quiero o no ser parte de ese proceso de experimentación, reconociendo los riesgos individuales que trae esto, no poniendo como Dios, ni como salvación universal una tecnología, sino entendiendo que es una de las posibilidades de tecnologías que podrían resultar beneficiosas. Por eso la discusión vacuna sí, vacunas no, es una discusión absolutamente estéril, que lo único que hace es profundizar el negocio de quienes lucran con la enfermedad. Yo no digo vacunas sí, vacunas no. Me parece que discutir vacunas sí, vacunas no, es hacerle el juego a los que quieren que nosotros sigamos sin poner el eje en donde debemos ponerlo.

La discusión hoy sería que seguimos manteniendo las condiciones que hicieron posible la aparición de un virus como el Covid, ahora, pero antes fue la H1N1. De 50 tipos de virus de la familia de los coronavirus, solamente uno es dañino para la salud y todos ellos aparecieron en el siglo XXI. Entonces tenemos que tener en cuenta estas cosas. Y desde ahí yo digo: en vez de estar discutiendo vacunas sí, vacunas no, ¿por qué no dejamos que la ciencia investigue con las personas que quieran ser parte de ese proceso de investigación voluntariamente y ponemos los esfuerzos, la energía y el dinero en la construcción de nuevas condiciones objetivas de existencia? Y que nuestras comunidades tengan acceso a alimentos sanos que permitan construir sistemas inmunológicos fuertes, acceso al sol garantizado, no ciudades donde el sol no entra en ningún lado por estar todas rodeadas de edificios, porque si no accedo al sol para poder sintetizar la vitamina D estoy complicado, si no aseguro horas de ocio y horas de descanso para poder recuperar a partir del descanso, los circuitos neurológico y endocrinos o neuroendocrinos que permiten que nuestro organismo y nuestro sistema inmunológico pueda construirse y desarrollarse, horas de actividad física y de movimiento para que ese proceso del sistema inmunológico esté cuidado y esté desarrollándose saludablemente. Y en ese contexto que requiere claramente una inversión de dinero del Estado, mejorar las condiciones objetivas, para que cuando aparezca una tecnología que te permita fortalecer ese proceso ya construido socialmente, estemos en mejores condiciones.

Pero si en vez de hacer eso, lo que hacemos es que ponemos todo el dinero en la construcción de tecnologías que terminan después siendo usados por los laboratorios o por las corporaciones farmacéuticas, yo creo que lo que estamos haciendo es perdiendo de vista cuál es el verdadero problema. El problema no es el Covid, el problema hoy no es una familia de virus como la corona. El problema es un modelo de realización de la sociedad que, para beneficio de menos del 10% de la población del mundo, ha puesto en peligro al 100% del planeta.

«El problema no es el Covid, el problema hoy no es una familia de virus como la corona. El problema es un modelo de realización de la sociedad que, para beneficio de menos del 10% de la población del mundo, ha puesto en peligro al 100% del planeta».

BD: Ahora, vivimos en un sistema donde lo que prima es la explotación y la ganancia. Esta perspectiva que vos planteás, plantea otra perspectiva de vida.

D.V. : Yo creo que tenemos que ser claros en algunos aspectos. Hay que reconocer que el principal problema del planeta a nivel sanitario no es el Covid sino que es el calentamiento global, que es antropogénico. Si no reconocemos eso, bajemos la persiana. Porque si no reconocemos eso, nada de lo que hagamos va a ser realmente efectivo. El 1% del planeta más rico es responsable de la emisión de gases de efecto invernadero en volúmenes igual a lo que emite el 50% más pobre del planeta. O sea que, de 100 personas, hay 1 que genera la misma cantidad de gases de efecto invernadero que las 50 más pobres. Y los que pagan las consecuencias que implica el calentamiento global por la emisión de los gases de efecto invernadero son fundamentalmente los 50 más pobres, que son los que menos emiten. Esto no significa que empiecen a emitir mas los más pobres para poder democratizar la contaminación, todos tenemos que dejar de emitir. Pero la responsabilidad es común y diferenciada.

Ese concepto de la responsabilidad común y diferenciada es clave. Yo no puedo exigirles a las comunidades que hoy están destruidas, sin posibilidad de garantizar su existencia cotidiana que tengan en su agenda la disminución de los gases de efecto invernadero. Creo que el rol del estado y de la política pública es que se asuman esas responsabilidades comunes y diferenciadas.

BD: Pero venimos de décadas en donde las políticas públicas van en el sentido absolutamente contrario.

D.V. : Hace ya bastantes años que venimos en la dirección contraria de la que hay que ir. Y hace ya bastantes años que hay voces que se elevan contra la ciencia hegemónica que están planteando que este no es el rumbo. El problema es que se prefiere oír a otras voces, y se prefiere transformar todo este problema en una cuestión de dogmatismo, que termina en una situación de ‘yo creo’ o ‘yo no creo’.

Y la verdad que yo no creo en nada, yo dudo de todo. Y porque dudo de todo me permito decir que quizás no sea el camino adecuado el seguir negando la evidencia que nos da el planeta a partir de los signos y síntomas que ya están a nuestra vista y a nuestro alcance de ser analizados y comprendidos, como por ejemplo el aumento de la temperatura planetaria. O la disminución del caudal del rio Paraná… Todo eso no es un invento, eso está.

¿Qué va a pasar en diciembre cuando no tengamos agua para todos los que vivimos en Rosario? Ya hoy no tenemos agua para todos, pero en diciembre va a haber menos. Esto es como un cuerpo: el corazón no se va a quedar sin sangre, lo que se va a quedar sin sangre primero son las periferias: los que vivimos en el centro de la ciudad no nos vamos a quedar sin agua, porque la red está armada pensando en el centro, pero las periferias se van a aquedar sin agua para que puedan sostener el agua en el centro. ¿Y qué va a hacer la gente de las periferias cuando no tengan agua?

Acá creo que aplica muy bien la metáfora de la cocción de la rana: si esto se va haciendo gradualmente como aumentarle el calor de a poquito a la rana que está en la olla, la terminamos cocinando. Se termina aceptando como natural que esto es así. Si esto se hace bruscamente, la rana va a saltar de la olla y no la vamos a poder cocinar. Y en ese punto es donde estamos hoy parados. Nosotros tenemos que definir si vamos a aceptar ser ranas en primer lugar. Y en segundo lugar, si como ranas, sabiendo como viene la mano, vamos a seguir haciéndonos los distraídos cuando nos empiecen a aumentar la temperatura.

BD: Esto nos lleva a pensar en los mecanismos que tienen los espacios de poder para ir segregando a esas voces dentro de la ciencia que se levantan por una ciencia digna y en contra de la ciencia al servicio de las corporaciones.

D.V. : A marzo de 2021, a nivel mundial, se invirtieron para las vacunas del Covid, 13 mil millones de dólares, de los cuales las corporaciones, las industrias farmacéuticas, han invertido nada más que 2.700 millones. Del resto, 1.300 fueron aportados por organismos que hacen filantrocapitalismo, la fundación Bill y Melinda Gates básicamente. Y más de 8.000 de los 13.000, fueron aportados por los estados en todo el planeta. Sin embargo, la provisión de vacunas es definida por las corporaciones farmacéuticas, que son los que se llevan las ganancias. Al autorizarse la vacuna de Pfizer como vacuna para menores de 18 años, Pfizer y Moderna duplicaron, sin ninguna justificación, el costo de su vacuna para Europa. Si realmente estamos en una situación pandémica, una situación de crisis sanitaria tal como para frenar el mundo. Ese conocimiento, ¿no debería estar en función de toda la humanidad si ningún tipo de registro de propiedad intelectual?

Claramente el extractivismo, para que quede claro, funciona gracias al dinero del estado. Sin subsidios, sin políticas públicas al servicio del extractivismo, no sería viable. El extractivismo es viable porque los caminos los paga el estado, porque las vías navegables las sostiene el estado, porque los impuestos se los baja el estado, porque los costos en salud los paga el estado, porque los costos sociales los paga el estado. Quiero decir que el extractivismo no es viable sin subsidio del estado. Para todos los que dicen que el estado debe correrse, queda claro que, y los últimos años de nuestro país lo han evidenciado muy claramente, plantean esto solo a la hora de juntar las ganancias, pero quieren un estado presente a la hora de hacerse cargo de las pérdidas. Nosotros creemos que ahí debe estar la discusión, no en qué momento el estado tiene que estar presente sino en cómo debe cambiar la política del estado para dejar de fomentar el extractivismo, para dejar de fomentar estas lógicas destructoras del territorio y empezar a fomentar políticas que piensen en la salud. En la salud de los territorios para tener salud de los pueblos.

Fuente: Borrador definitivo

Entrevista de Luis Cuello